ME ENTERO de la muerte de un legendario beisbolista.
Esperaré unos días a ver si se confirma o no su muerte.
La verdad, ya lo hacía muerto
.
Ya no se sabe en estos tiempos postverdaderos.
Hay quienes se divierten con andar matando gente de esta manera.
Ni uno mismo se escapa. YA te habrá dedicado diversos finales.
Duro brete toparse por ahí a personas que, a fuerza de rumores, creías ya en otra dimension, y en ciertos casos hasta tus condolencias habías enviado a sus deudos .
Difícil trance el de esos encuentros escalofriantes.
Sobre todo de noche. Al doblar una esquina oscura y desolada.
Y que el aparecido trate de abrazarte del gusto que le dio verte.
Mientras tanto, vuelvo a mi primer juego presencial de Ligas Mayores. Al menor de 10 años impactado por el imponente rugido del Candlestick, al conjuro de un nombre y un número mágicos.
"Number 24...
"Centerfielder...
"!Willie Mays.!"
El mismo superestrella de los Gigantes de NY, - sede del equipo antes de trasladarse a San Francisco-, al que en los años 50,s un niño de Brooklyn le solicitó un autógrafo.
Mays le pidió algo con qué escribir.
El pequeño aficionado, ni nadie a su alrededor, tenía una pluma o un lápiz, y se quedó sin la firma de su ídolo.
Un golpe terrible.
Desde entonces, el futuro escritor, autor de La trilogía de NY, no dejó de traer consigo "algo con qué escribir". .
( Dicen que Paul Auster, otro inmortal , murió hace poco. Eso dicen.)