domingo, 3 de mayo de 2009

INFLUENZADOS III...


ENSENADA.= DESDE la terraza del Starbucks , el paseo costero o Bulevard Lázaro Cárdenas, es pródigo en imágenes que resumen el signo de los tiempos: un convoy militar con soldados con uniforme de camuflaje apelotonados sobre jeeps , recorriendo con el índice de sus fusiles un paisaje humano con tapabocas, una zona turística semidesierta, muy lejos de la estridencia de los springbreakers de hace unas semanas cuando se empezaba a remontar la cuesta de la crisis económica.
Pero no faltan extranjeros que desafían la INFLUENZA Y SUS ADAGIOS, como estas gringuitas que vinieron a la boda de la amiga, que ahora entran al café del brazo de sus chambelanes autóctonos, siguiendo la huella de los novios: un modelo de pareja binacional, interracial, fronteriza. Rubia la bella, prieta la bestia. Un modelo clonado en su cortejo : todas ellas de blanco; de traje negro y corbata amarilla los galanes.
Metiche incorregible, un tránsfuga paceño que por ahí andaba leyendo Los sueños de mi padre, de esa revelación literaria llamada Barak Obama, con algunas descolgadas a Las palabras y los Días (una DELICIOSA antología introductoria de Octavio Paz, realizada por Ricardo Cayuelas),le preguntó a una de las ninfas califórnicas(por su acento, supongo de de allá son), el por qué del festejo en el Starbucks.
-Aquí se conocieron…

La fuerza del amor o su espejismo, sus reflejos, recreando sus mitologías, reinventando el mundo en medio del diluvio. Fijando un nuevo punto de partida hacia la tierra prometida del FUTURO. Que siempre nos alcanza sin que nos demos cuenta, como en este PRESENTE DE TIEMPO SUSPENDIDO, COAGULADO ,de la ciudad sitiada por el miedo y sus delirios, que nos pone a girar en la ruleta rusa cotidiana , macabra lotería, BINGO letal, al que tienes DERECHO con solo respirar…
Como respira el YONKI que pasa hablando solo, maldiciendo en una jerga endemoniada, a tono con los días emergentes, y pide unas monedas para matar el hambre y la sed etílica. Como respira el niño indígena, moqueante criaturita de no más de cinco años, que se acerca a mi mesa con su caja de chicles balbuceando lo que seguramente es su bautismal lección del castellano:”DIE..., DIE…, DIE…”
Mientras una señora lo observa a la distancia, parada en la banqueta, rodeada de otros dos escuincles, cargando su propia mercancía.
Pienso en las otras pestes que a nadie conmueven, como el HAMBRE y las enfermedades( curables en otras circunstancias menos injustas, menos envilecidas), que mata a miles de estos niños compatriotas del MÉXICO PROFUNDO. Muertes inexistentes cuando no hubo registro civil que expidiera un acta.
Ojalá que la INFLUENZA nos- o en su caso, les- dejara a los sobrevivientes, sus mejores INFLUENCIAS, más allá de un lavado de manos más asiduo. Una lección de solidaridad humana, una vacuna contra el egoísmo y la fatalidad de “las heladas aguas del cálculo egoísta”.

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