martes, 18 de junio de 2013

¿DÓNDE QUEDO LA POLEMICA?


EL NIGROMATE: MAESTRO DEL DEBATE.
Alejandro Alvarez

Conocí la polémica en los tradicionales folletines de la izquierda hace más de 40 años. Las discusiones, por cualquier motivo, estaban atiborradas de citas de los clásicos (Lenin, Marx, Engels, Trotsky) que en buena parte eran a su vez otras polémicas. Quien no citaba un clásico, de preferencia en largos párrafos, tenía prácticamente perdida la polémica. Por lo menos había que referir a las vacas sagradas –vivas-  de alguna de las tendencias que eran parte de la discrepancia para darle “contundencia” a los argumentos.

Por extraño que parezca casi todos estos trances terminaban en acusaciones mutuas de haberse desviado de la ruta del proletariado y de aliarse con la pequeña burguesía o ya de plano con la burguesía y el gobierno. De ahí a los insultos un poco más arrabaleros no había más que un paso y no pocas veces había conato de bronca.


Quizás como herencia de la ruptura social de los sesenta, la década siguiente fue abundante en discusiones abiertas en diferentes campos de la sociedad. La izquierda más civilizada empezó a ventilar sus discrepancias en los periódicos liberales que aparecieron a mediados de los setenta.

 Fue un hecho trascendente la polémica histórica entre José Woldenberg, entonces militante del Partido Comunista Mexicano, y Arnoldo Martínez Verdugo, Secretario General del mismo partido, acerca del movimiento guerrillero. El primero desmenuzando la frágil trama argumentativa del guerrillerismo y el segundo asumiendo una defensa tímida y medio avergonzada de esa táctica.

 El debate se sustentaba sólo en la fuerza de los argumentos en el marco de la construcción de un partido protagónico más que testimonial, como había sido la izquierda hasta ese momento. 

El tiempo le daría la razón a Woldenberg y le colocaría como uno de los artífices de la ciudadanización de los órganos electorales en México. El virtuosismo de la polémica entre Octavio Paz y Carlos Monsiváis en la misma década, fue uno de los instantes estelares del análisis crítico en los momentos en que el país iniciaba su transformación más profunda del siglo pasado, después de la Revolución Mexicana.

Las discusiones hasta el momento no han encontrado sustituto como herramienta para acercarse al conocimiento de todo tipo de fenómeno (social o natural) por eso es lamentable observar esa aridez en la que se ha convertido gran parte de la prensa nacional y prácticamente toda la local donde la polémica ha cedido la plaza ante el morbo, la especulación, el escándalo y, en general, el vacío intelectual.
Por ejemplo, en los medios intelectuales más altos –nacionales y extranjeros- se ha puesto al descubierto en los últimos meses la práctica del plagio por parte de personajes que cuentan en sus haberes toneladas de premios y medallas.

 Unos cuantos indignados han puesto el grito en el cielo tratando de iniciar una polémica sobre el asunto con los implicados (ladronzuelos de las ideos de otros) y éstos olímpicamente ignoran el reto. Y las autoridades no se dan por aludidas, por supuesto. Mala señal en momentos en que, como en los tiempos de los Paz, Monsiváis, Cosío Villegas, el país buscaba reconfigurar su futuro, polemizando.

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