Poco antes del amanecer, salía con unos amigos del bar La Opera, de Barcelona; compañeros de las tertulias literarias en el piso de Christian, el poeta chileno, mi vecino de Joaquim Costa, a unas cuantas travesías dentro del Casco viejo de la Ciudad Condal.
Cruzábamos Las Ramblas disfrutando de la suave embriaguez del Rioja y del grato sabor de una velada redonda.
Completaban el grupo dos catalanas, una pareja de argentinos, una italiana y dos colombianos.
Nos detuvimos en uno de esos kioskos de revistas y periódicos, donde puedes comprar los principales diarios europeos desde la madrugada.
Quedamos hipnotizados ante el gran titular de El País.
"El poeta mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura".
Y a un lado y entre comillas, el remate: "Gran triunfo de la lengua
española" Camilo José Cela."
El titular estaba en casi todas las primeras planas y en diferentes idiomas.
Mis compañeros de taller y de juerga empezaron a gritar y a saltar eufóricos mientras abrazaban y palmeaban al amigo mexicano.
"¡Joder!", exclamó el señor del kiosko, extendiéndome un ejemplar del diario , " ¡Que viva México!"
"¡Y que viva Gorby, Nobel de la Paz!", respondí.
La embriaguez cobró un nuevo aire, y no nos quedó de otra que seguir la fiesta a la mexicana.
Por guitarras, voces y tequila, no quedaría.
Menos por "chocolate", del náhuatl "chocolatl".
Ya sabía lo que era amar a Dios en tierra ajena.