Fumarse un porro de “chocolate” marroquí–obsequio de un viejo
capitán recién desembarcado–,en el 110 del Hotel Plaza de la
Calle Mayor.
(Cuatro Crujiente,mi hogar aquí y ahora,¡ampárame!).
Ofrenda del Magreb para la Antigua California, la del Mito y el
Narcomitote de las Playas de Nieve Calcinada.
Oh Baja! Magnificent Peninsula!
Gran Ballena varada a orillas de América.
De Tijuana a San Lucas, un Arco Iris. Una enervada brisa de la
Revolución al Boulevard Marina. Del Mike’s al Cabo Wabo. Del
Bordo a la Playita del Amor.
El pueblo de cardones con los brazos al cielo –Jesus Christ!–
reverdece. La espina muere cuando la flor dilata sus pétalos de
sal iridiscente.
Oh Baja rumorosa:
Rumor baja
la Baja
deleitoso:
Regresaron cargados de una suave embriaguez esta temporada...Su
pulpa agridulce es la carne de Dios. Corrió el rumor y se
dejaron ir, se dejaron venir: Mariposas de FRISCO. comediantes
de Elei, cholitos de Tiyei, piratas de Ensenada
¡La horda fronteriza! Límite de sí misma, como el Agua Cero que
Cae y disuelve las brechas, las vertientes del tiempo, los
estanques posibles, los espejos.
“Te ponen hasta atrás, hasta la madre”
¿Y?
Que doblan las campanas de Loreto y el cristal de las Torres de
Aguacaliente cruje y se apaga. La urbe se adentra en otra noche
de cuchillos largos y cuernos de chivo.
Giran entre el azul y el rojo las sirenas. Gimen y cantan de
espaldas al Océano. La Madre Perla se abre. Salta una lágrima de
plata sobre el fondo del Golfo, entre ardientes corales.
Allá abajo, las proas del naufragio. La sombra de una cabellera
enrredada en el Puente de Mando. Los ojos del vigía a la deriva.
Allá arriba, los fantasmas del Yonke alebrestados: De las ruinas
del Cadillac saltan a la defensa del Pick Up O a la portezuela
del Toyota. Danzan entre los fierros retorcidos y los espejos
rotos.
En la radio la música se apaga y se enciende la voz del locutor
con la noticia de Último Minuto:
En el hipódromo galgos y caballos han sido dopados. La pista es
de cristal, resbaladiza y transparente. Devoradora. En los books
se han cerrado las apuestas: Ni Trifecta, ni Exacta, ni Cinco y
Diez…
Baja Uno
Baja Cien
Baja Mil
Bajamania
I’d rather be in Baja!
Baja Taco
Baja Fish
Baja Curios
Baja Dream
Baja Beach
Baja Flash
Baja Bug
Baja Telos...
Salta, oh marlin de pico coralino sobre los Baja Rainbows.
Sobre la cabellera del Viet-Vet que ante una postal de Sausalito
sonríe:
El Golden Gate cubierto por los humos de la yerba quemada en el
Altar del Filmore West la noche de The Cream, la noche de la
Janis y Big Brother, la noche de Santana y Grateful Dead.
Y luego la larga marcha al sur.
Seis de la madrugada. Kerry, el guía, prepara la excursión a la
Cueva Pintada. En los cristales de su vieja Carroza(una Van
70)se diluye la escarcha. Cargada su mochila de campaña de
dátiles maduros para la resolana y la subida, pasa lista:
La pareja de Seattle (Second Marriage)
Los cibernautas de Berlín
Las ancianas de Eureka
Las chicas de Quebec
Los mexiquillos cantarines
Let’s get it on, oh Kerry! (He left his heart in San Francisco y
enterrará su culito rosado en Mulegé). Es hora de partir, ¡oh
desvelados! Que allá arriba, en la sierra, los monos de la Cueva
de los Monos, también se desperezan.
Y es hora de volver: volver al puerto que te llenó de luz y
cultivó tu lengua.
Volver: de Fez para la Bella Cenicienta, previa gira
europea. ¡Oh, Iberia, la Infiel! La de la Eterna Reconquista
Cultivadora del instante y sus mercados con los nervios de
punta.
De Algeciras a Atocha, de Atocha a Sants, de Sants al Casco
Viejo, un fragmento de eternidad: Allahu Akbar!
Incienso que recorre las cúpulas de la Ciudad Condal y su
vigilia al rojo vivo: Resplandor del Rioja en labios de una
barcelonina de ojos profundamente negros y cuello blanco de cine
modernista.
Esencias memoriosas que emergen del Mons Taber, penetran el
laberinto del Barrio Gótico, se arremolinan en los portales de
Plaza Real con cenicientas alas de paloma, y se posan sobre los
hombros del Colón de bronce salitroso que vela sus memorias
frente al abismo del Mediterráneo, en los linderos de
la Zona Franca y el Barrio Chino.
“Toda la noche oímos cantar pájaros”
Deletrea la hija de San Jordi con la sangre del Rioja entre los
labios.
What’s up, Mister Melancolía?
¡A sacudir la jerga! El camino a casa es un beso con sabor a
damiana.
La yerba de la vida, la yerba del amor, la yerba de la sangre
caliente, amotinada.
Eco del caracol: Oh Baja! The Magnificent Tale! Give me my
turtle eggs, la Caguama bien fría, el Trópico de Cáncer, los
dátiles del sueño, the San Pedrito’s waves, las uvas de Santo
Tomás en el umbral de la noche fronteriza.
Oh Baja!
Baja Blues
Baja Rainbow
Baja Sun
Baja Times
¡Baja Té!
Después de un desayuno de huevos con machaca, tortillas de
harina y café negro, sales a dar un rol por las calles del
puerto, henchidas de luz mediterránea y perfumada brisa del
Pacífico.
Escala en la Ramírez para comprar el periódico de ayer (El de
hoy nunca llega). Febrero del 94: Marcos en todas las
portadas:“!Soy un mito genial!”, grita el subcomandante desde
algún lugar de la selva Lacandona y México se cimbra de Ocosingo
a Ensenada.
Boom de la literatura de emergencia: ¡Qué intenso fulgor trágico
el de esta novísima novedad de la patria!
¿Héroes a la altura del arte de la palabra flecha, de la palabra
flor, de la palabra olvido, de la palabra fuego, de la palabra
muerte?
¿Quién perdona a quién?
El evangelio según San Marcos, el profeta, el poeta rebelde que
a los cuarenta años –Zarathustra revisited– bajó de la montaña
hacia la catedral de San Cristóbal a negociar la paz y la
guerra, la vida y la muerte, con su pasamontañas negro y su
mirada clara.
Y en pleno protocolo saludó al mundo envuelto en la bandera
nacional:
El águila devoraba a la serpiente mientras que Super C alcanzaba
un pedazo de verde en el último instante.
“Para nosotros nada; para todos todo”
Chiapas, tan lejos y tan cerca. En cada mexicano más o menos
Jodido se esconde un zapaneco. En cada india mixteca que desde
San Quintín, Valle de Oaxacalifornia, llega con sus críos
panzones y chorreados a vender “chingaderita y media” en la
Calle Primera.
Pero ahora volvamos al trajín de la verbena fronteriza donde
todos jugamos a ganar un buen día, una batalla más en la guerra
de los cinco sentidos.
–¿Cuál de ellos domina cuando se hace el amor?
–Ninguno, todos ganan
Qué lejos y qué cerca está Chiapas, don Benito y demás héroes
del hemiciclo del bulevar costero.
Ruge una escuadra de motociclistas vestidos de Hells Angels. De
Muy cosmopolitas los muy putos. Los batos con sus trajes de piel
negra y sus morras en ancas. Largas y rubias cabelleras en busca
de un poco de Sur crepuscular
Generación sin flores, duros, heavy metals, tránsfugas del
futuro, pasan frente al Riviera que se les queda viendo con su
mirada en blanco y ocre de joya colonial californiana.
¡Pinchis gringos mamones!
Mira que no pararse a contemplar nuestra reliquia,ex santuario
del juego y capilla del drama cultural de este puerto feliz.
Time for a break
Volver al mar
Volver amar
Hora de refinarse una cerveza en un acto ritual frente a la
rada, en íntimo homenaje al océano y su embriaguez de leviatán
que canta y danza.
–Hola compita, cómo te pareces a un hermano mío, el de la voz de
trueno, trovador de estos rumbos. Invítame las ostras, hazle una
seña al trío, cántame Un mundo raro si quieres que me quede a
seguirte la huella.
Comprar un six de botes colorados y enfilar rumbo a La Bufadora,
como la tarde que enterramos a la nana Juanita.
Nana Juanita duerme bajo la tierra colorada
Nana Juanita debe tener frío
Nana Juanita, suéñame mientras te canto una canción
al filo de tu lápida
“Di que vienes de allá, de un mundo raro...”
Háblame del abuelo y sus manos de pianista,de su inconmensurable
sed de ave nocturna, de su temple de yaqui en el exilio, de sus
habilidades de plomero.
Cuéntanos de aquel tiempo de Los Angeles y de la muerte de tu
único amor a la edad de Cristo, su tocayo Jesús: recuérdanos
desde tu muerte profundamente muerta.
Enséñanos de nuevo a no llorar cuando parten los barcos y se
pierden tras la ceniza de la tarde con la tripulación diciendo
adiós desde cubierta.
Nana Juanita, concubina de Dios (te plagian, Jaime),ruega por
nosotros, que ya mi hermano menor y yo vamos rumbo a La Bufadora
a ofrecerte una lágrima.
Esta mañana de febrero, en el Mercado Negro, el mar vuelve a ser
esa metáfora olfativa que cala hasta la médula del ser
peninsular.
Bendito seas aroma de pescado, de vísceras crujientes, almeja
viva como el culito retozón de las niñas del puerto.
–Deme otro, doñita, de patemula, con un mucho de todo para
sentir el cuerpo en tierra firme y recargar la batería, porque
esta noche el señor dice que irá a cumplir con sus deberes de
hombre.
(Alguna meserita de uno de esos bares del Bajío con la que soñó
anoche)
–¡Qué no dice el señor!, tan mentiroso, tan borracho, tan
agridulce, tan mariguano, tan no sé cómo.
Dice que hubo una noche en Las Playitas(¿O fue en Playa
Hermosa?),alrededor del genio embotellado de don Santo Tomás, el
fuego de una hoguera y una guitarra querendona en que una
chicanita de lengua quebradiza y salivita dulce, de coñito
apretado como calzón de luchador–con perritos y toda la
costura– tendida sobre un lecho pedregoso le llamó y le dijo:
“Te chuparé tu sangre de uva suave, tu savia peyotera. Nuestro
hijo se llamará Euforión. ¿Por qué tiemblas?”
Y dice el señor–¡Oh mister Moonlight!–que ahora, tonight, irán
al carnaval a bailar en alguna bocacalle, a pistear al Hussongs
donde una gringa vieja pide Cielito lindo por enésima vez, otra
tequila y otro beso al galán.
Y mi carnal Lombillo cante y cante. Los poetas–dice el compa
Carlitos Baudelaire– se dan hasta en las mejores familias.
¡Viva la diferencia! Entre los hijos del usurero, del político,
del profesor, y los hijos del poeta, se abre el abismo de la
noche poblado de cardones parlantes.
El canto de la ballena jorobada que cruza la bahía de Todos
Santos rumbo al sur, hacia los puertos donde esperan las viudas
de siempre con un crío en los brazos, en la playa de siempre, el
regreso del viejo capitán.
¡Canta ballena jorobada, fantasma gris! Los herederos del
patriarca Jordán saludamos tu canto, tu paso de ola viva, la
estela de tu navegación. Raya en el agua de la memoria del
viajero.
¡Loor a los herederos del Dios-Diablo! Ojos de neón de la noche
de Tijuana, corazón de guijarro de El Sauzal, Sombra de San
Luciano, duende de los tiros del Boleo, pirata náufrago de la
bahía de La Paz.
Los hijos del poeta piden otra tanda de música y de vino.
¡Viva la diferencia!
(Nana Juanita, ruega por nosotros)
Tres arlequines fellinescos tiran sus redes sobre un grupo de
Marinos coreanos que no saben que hacer ante tanta puteza
occidental. Crece la multitud frente a la barra del Hussongs; se
concentra en sí misma, enervada por el olor a brea, a orines de
borracho, a víscera de mar.
Y la ruca gabacha terca, terca, pide otra margarita y otra tanda
de Cielito Lindo.
Abrazada al galán, nativo y con arraigo, recién engatusado, la
escucha como si fuera la primera vez.
Nuestros rostros de ahogados flotan en el espejo de la
Contrabarra, y el Hussongs es un barco que se hunde con las
luces prendidas.
Volver al carnaval. Al desfile de las últimas máscaras.
–¿A que no me conoces mascarita?–
Listos para el acto final en el puro corazón de la noche.
“Vine a Ensenada porque me dijeron
que aquí vivía mi padre...Un tal...”
En un lugar de Ensenada
que se llama Punta Banda
hay una ola
que canta, que ríe y que llora
le dicen La Bufadora
Gimes, eres una mujer de agua doliente
mariposas de sal danzan en rito subceleste
la noche grávida bebe la lejanía
Así quería verte
sola y a solas
ascendiendo y bajando
estallando y muriendo
como la vida misma
Aquí se puede creer en Dios
Gira ya el Mundo
–el verdadero hijo de Jesús–
sobre su propio eje
¡Éjele!