jueves, 13 de abril de 2017

DREAMER*



Víctor Bancalari

La casa estaba sola. Los pasos , arriba, fueron sólo una idea corriendo por la escalera: yo entré en esa casa, de niño, y recuerdo que subía hacia un misterio o un peligro.
Pero ahora yo había encendido la linterna y miraba una charola de plata con un chino caminando feliz por un arrozal.
Cerré minuciosamente la puerta, silencio,perfección,porque yo era ladrón y no podía detenerme ante un arrozal, aunque la casa del fondo fuera tan bella-¡un baldaquín magnífico!-, y quisiera estar allí, sentado, bebiendo té o fumando opio, mientras espero a los terribles cobradores del impuesto imperial.
El haz de luz iba hasta el fondo del comedor: cristales, muebles,aparecían un instante, luego se perdían.
Algo rozó mi mano, me hirió. Un barco de cuerno y concha; un velero deforme, horrible, hinchado y lustroso(arboladura y aparejos rígidos).
Tres mástiles filosos. Por el mayor descendía  una gota, dos gotas de sangre. Apreté mi mano al pantalón. La sangre llegó al puesto del vigía como una avalancha divina, ahogándolo.
La batalla se suspendió por el milagro. Los infieles huyeron y en el navío triunfador se elevaban ya las plegarias y los cánticos. Bajaron el cadáver del vigía con mucho cuidado, para enviarlo a Roma, embalsamado, con la solicitud de beatificación.
Pensé derribar el barco, brincar sobre él....¡maldito!...¡puerco!...,mas seguramente para entonces sería un barco de cuerno y concha, sin nadie  a bordo.
Avanzando siempre pegado al librero, viendo de pasada la gran cantidad de estupideces encuadernadas que el nuevo dueño había amontonado, llegué a la cocina. A la puerta de la cocina. Mi linterna sondeó la densa tiniebla. Las cucarachas huían en todas direcciones. La cocina era increíblemente antigua. Colgaba de las paredes instrumentos desconocidos.
Un pequeño, casi imperceptible fuego se sostenía débilmente en el fogón. Sobre la mesa encontré un trozo de papel. Leí:"Sin embargo, hay quienes afirman que en esos mundos existe un tipo especial de dueños de casas. Se trata de dueños de casas cuyo único entretenimiento consiste en esperar ladrones perfectos para matarlos. Velan toda la noche con un alto termo con café  y una escopeta doble. Son pocos, dicen, pero existen. La carrera de los ladrones perfectos termina cuando se topan con uno de esos escasísimos dueños de casas".

Volteé lentamente. Algo se movió en un rincón. El primer disparo iluminó como un relámpago y yo supuse que llovería muy pronto, y que al arrozal le vendría como caída del cielo esta agua.
Di gracias a los dioses y entré en la casa pensando en dos o tres cobradores de impuestos perdidos en la lluvia.

*Publicada en la revista Plural No.146, noviembre de 1983, Ciudad de México.

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