jueves, 7 de abril de 2022

ESTACIÓN SOFÍA


Había llegado por la madrugada  en el  expreso Berlín / Estambul y hacía un frío de la chingada. No había calefacción en la nave principal. Sólo en un baño atiborrado y hediondo.

Me tiré en una banca trarando de fundirme con la gabardina, la bufanda, la gorra, los guantes. La inmovilidad me hacía más vulnerable. Temblaba por la cruda de los vinos compartidos en el viaje desde Belgrado, el cansansio, el sueño.

En eso sentí que me tocaban la cabeza y escuché una voz femenina.

Cuando alcé la mirada apareció una muchacha rubia con un vasito de cartón en una mano y una botella en la otra.

"Drink", me dijo en inglés. 

Traía un ligero rompeevientos blanco entreabierto sobre una playera roja.

"Drink!", repitió en tono imperativo ante mi negativa.

Tomé el vasito de cartón y bebí su cintenido. Era como una crema dulzona, quemante, deliciosa, que al instante me regresó el alma al cuerpo.

El angelito era una bailarina del ballet de Kiev, en viaje hacia Varna, un puerto búlgaro del Mar Negro.

Su tren salía al amanecer.

Nos embarcamos en una  conversación fluida e intensa mientras la botella de vodka bajaba de nivel.

El inmenso salón semivacío a esas horas de la alta madrugada, era cada vez más nuestro.

Sólo un hombre  que dos bancas adelante leía un periódico invadía nuestra privacidad con furtivas miradas.

Le pregunté si ya se había dado cuenta del intruso que parecía saludar con un ligero movimiento de cabeza y una sonrisa o mueca.

Era su custodio. La acompañaba a todos sus viajes. Un agente del gobierno. 

No habria problema con el tipo si yo me decidía a acompanarla a Varna  y luego regresar a Sofía a ver a la amiga traductora de Paz   a quien tenía que entregarle unos libros.

La botella estaba en las últimas cuando el agente se puso de pie y le hizo una seña.

Era hora de la partida. Con el último vasito de cartón me dejó una tarjeta con la dirección y teléfono de un hotel. 

Nos fundimos en un abrazo.

 Le busqué la sonrosada mejilla para el beso de despedida, pero ella me encontró los labios.

Cuál frío.

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