martes, 13 de diciembre de 2022

LA HORA DE MESSI

 



En el Mundial de Mèxico 86, Maradona,  la  "mano de dios", recibiò el trofeo de campeones conquistado por Argentina, envuelto en una monumental rechifla que estremeciò los cimientos del Azteca.


No era nada contra Argentina, ni mucho menos contra Maradona, autor, en esa misma cancha, de uno de los goles màs deslumbrantes y simbòlicos de la historia del fùtbol.

Nada menos que contra Inglaterra, con la herida de las Malvinas todavìa fresca.

Los abucheos eran contra el presidente mex icano Miguel de la Madrid, que habìa heredado un pais hundido en una severa crisis econòmica, con una inflaciòn de dos dìgitos; malestar social agudizado por la mediocre respuesta del gobierno federal en el sismo del 19 de septiembre de 1985, en la ciudad de Mèxico.


(Un rechazo similar al que se llevò el genocida  Dìaz Ordaz, en la inauguraciòn de la  olimpiada Mèxico 68, en el Estadio Olìmpico de Ciudad Universitaria, el 12 de octubre de 1968,  apenas 10 dìas despuès de la masacre de Tlateloco.)


En Qatar, los astros parecen alinearse para hacerle justicia a Lionel Messi, otro fuera de serie a la altura del arte de Pelè y Maradona, en otro ambiente polìtico enrarecido..


La Pulga, nativo de la ciudad provincial de Rosario, recibirìa el trofeo de manos del jeque Tamim bin Hamad Al Thani.


Miembro de una "familia real" poseedora de una fortuna de unos  385 mil millones de dòlares, y dueña de uno de los siete  emiratos que integran la federaciòn de Emiratos Arabes Unidos, a orillas del explosivo  Golfo Pèrsico.

 

 En  Abu Dabi, la isla capital, se encuentra la  Gran Mezquita Sheikh Zayed, con capacidad para 40,000 fieles del Profeta.


El escenario de la final mundialista, junto con los otros estadios, habrìa costado a la humanidad miles de trabajadores migrantes muertos, aniquilidos por la sobrexplotaciòn laboral a contrarreloj, bajo temperaturas infernales.


El brutal contraste entre la luminosa figura del Prìncipe deportivo, una imagen realmente  universal, y el oscuro y embozado anfitriòn, sería una imagen icònica de nuestro tiempo.


"Nadie sabe para quièn juega.", dirìa su Majestad, la Historia.

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