jueves, 19 de enero de 2023

LA JANIS Y JOSÉ ALFREDO: EL ÚLTIMO TRAGO

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Hoy es el cumpleaños de dos grandes figuras de la música popular de todos los tiempos. La cantante texana, Janis Japlin (1943/1970), y el cantautor guanajuatense José Alfredo Jiménez( 1926/1973).

La Janis, del country y la balada al blues, uno de los símbolos de la contracultura de los 60; José Alfredo, el gran compositor, patriarca de la canción vernacula mexicana con resonancias en todo el mundo de habla hispana y aùn en otras culturas.


Personajes apatentemente disímbolos, pero hermanados por la vocación trovadoresca y las pulsiones autodestructivas, con el alcohol como viacrucis pasional y expiación final.


Es muy probable que  la texana Janis haya escuchado en su adolescencia algunas canciones del autor mexicano, en voz propia o en la de sus inumerables intérpretes.


Tal vez alguna vez tarareo temas de la intensidad poética de De un mundo raro o El jinete.


Aunque quizá la canción de José Alfredo que más le hubiera encantado grabar es la que dice:


"Tómate esta botella conmigo

Y en el último trago nos vamos

Quiero ver a que sabe tu olvido

Sin poner en mis ojos tus manos


Esta noche no voy a rogarte

Ésta noche te vas de a de veras

Que difícil tener que dejarte

Sin que sienta que ya no me quieras


Nada me han enseñado los años

Siempre caigo en los mismos errores

Otra vez a brindar con extraños

Y a llorar por los mismos dolores


Tomate esta botella conmigo

Y en el ultimo trago, me besas

Esperamos que no haya testigos

Por si acaso te diera vergüenza


Si algún día sin querer tropezamos

No te agaches ni mi hables de frente

Simplemente la mano nos damos

Y después que murmure la gente


Nada me han enseñado los años

Siempre caigo en los mismos errores

Otra vez a brindar con extraños

Y a llorar por los mismos dolores


Tómate esta botella conmigo

Y en el último trago nos vamos."

sábado, 7 de enero de 2023

EL DON JUANITO DE IRAIZ




Al enterarme  de la muerte de Juan Rulfo( 7 de enero de 1986), abordé mi vochito y me dirigí al Instituto Nacional Indigenista, donde el célebre escritor trabajaba desde 1963.

 

Llegué al edificio de Avenida Revoluciòn , en San Ángel, al sur de la Ciudad de México, poco después del mediodía. 


Sin previa cita, quería platicar con  algún colaborador cercano del escritor jalisciense, que me contara sobre las horas de oficina de uno de los màs célebres autores del Siglo XX .


Y enviar la nota al diario donde colaboraba lo antes posible.


 Luego de algunas  vueltas, ascensos y descensos, llegué hasta una puerta del cuarto, quinto piso, y entré a una oficina desolada. 


No había nadie. O eso creía.


-Buenas tardes, ¿en qué puedo servirle?.


La fantasmal figura estaba de pie al lado de un escritorio, y de la puerta cerrada de la dirección.


Era una mujer morena clara, de mediana edad, muy delgada, de manos venosas, rostro alargado, inconmovible; ojos grandes, saltones,  aletargados párpados,  y voz  susurrante.


- Usted es...


- Iraìz Ramírez, secretaria de don Juanito los últimos 20 años, para servirle a usted.

 Los periodistas han estado llamando todo el día.  Usted es el primero que viene.


Como si me estuviera esperando.


Tenía que poner mucha atención  para escuchar sus palabras.


Encendí la grabadora y con una mirada me indicó que la apagara.


De la memoria de Iraíz  empezaron a fluir las  anécdotas de la vida burocrática de "don Juanito".


A partir de 1966, año en que Iraiz fue asignada

al  departamento editorial de la Dirección de Publicaciones, como secretaria del subdirector, Juan Rulfo. 


A despecho de quienes pensaban que Rulfo era un burócrata aburrido, "don Juanito" disfrutaba mucho de su trabajo como editor, corrector de estilo, prologuista, fotógrafo.


Publicando libros para la colección de antropologìa  y revistas como México indígena.

Faceta en la que  se confabulaban el arqueólogo,  el antropólogo , el etnógrafo y el escritor.


No aceptaba tratos especiales a cuenta de la celebridad literaria con una obra traducida a 50 idiomas.

Se formaba en la cola en los días de pago.


Era un gran lector de periódicos, particularmente de la nota roja.


Desde el robo más insignificante hasta los crímenes más sangrientos.

Era uno de sus temas favoritos junto al de sus viajes. China, le interesaba China. No era para menos. Lo acababan de traducir al chino.


Por esa puerta por la que yo había entrado habían desfilado infinidad de  lectores, académicos, estudiantes, diplomàticos, polìticos,  periodistas, admiradores de diversas partes del mundo.


No le gustaba que su oficina fuera un centro de peregrinación. Lo agobiaba esa clase de acoso.


Y casi siempre,  la fiel Iraíz tenía que negarlo.


"El maestro Rulfo está de viaje" .


En alguna ocasión, "don Juanito" iba saliendo de la oficina cuando se topó de frente  con  unos jóvenes alemanes que le preguntaron  por el "maestro" Rulfo, al que deseaban entrevistar.


"El maestro Rulfo acaba de salir a China, y va estar un buen rato por allá"", les indicò don Juanito.


Los jóvenes alemanes se quedaron perplejos.

Como tratando de reconocer en la frágil figura del hombre que desaparecía detrás de la puerta, al autor de Pedro Páramo y El llano en llamas.


Iraíz les confirmó la triste noticia. 


"Por allá anda".


Otra  de las costumbres de "don Juanito" era la celebraciòn del Día de Muertos, dedicándoles "calaveritas" a cada uno de los compañeros de oficina.


De un cajón de su escritorio, Iraíz sacó  un grueso fajo de cuartillas .


Me pidió que leyera algunos versos en voz alta.  

Después de usted, le dije.


Lo hizo.

Mientras leìa con esa voz zozobrante, de confesionario, reparè en un pequeño detalle.

 Vestìa de riguroso negro. 


 ¿Dolores, Eduviges Dyada, Dorotea, Justina , Damiana Cisneros?


Casi todas las calaveritas eran manuscritas. De puño y letra de Rulfo.

Le pregunté  si me permitiría sacarles copia.


No, me dijo, nada de copias. 

Lléveselo todo. Yo ya para qué los quiero.

QUE MURIÓ MAYS

  ME ENTERO de la muerte de un legendario beisbolista. Esperaré unos días a ver si se confirma  o no su muerte. La verdad, ya lo hacía muert...