Una de mis navidades sin santocloses me "sorprendió" en un hotel de Frankfurt(casa
de Goethe y sede del Bundesbank), el año axial del 89, con el Muro de Berlín ya
fragmentariamente en manos de los vendedores de souvenirs del caído símbolo de la Guerra Fría.
Repasaba desde el lecho
la oferta televisiva en tiempos de
aceleramiento histórico, todavía lejos
del advenimiento de las redes sociales y del
wi fi al alcance de un iphone.
Aquí sí, las imágenes
hablaban más que mil palabras en deutsche. La Revolución de Terciopelo se había tornado cruenta en la Rumania fundada por el ibérico
Adriano.
El Sátrapa de los Cárpatos, Nicolae
Ceausescu, y su esposa, Elena, habían sido atrapados, juzgados y
sentenciados por un tribunal militar en nombre del Pueblo rumano en rebeldía.
Y allá iba la
demencial pareja rumbo al paredón en algún lugar de Bucarest. Ambos bien abrigados. No se fueran
a resfriar antes del viaje al séptimo círculo del infierno, donde acaban
los que “hicieron de su culo una trompeta”.
(Los Ceausescu eran aficionados a las películas porno, y dos de sus
hijos, Zoia y Nicu, fueron célebres por sus
orgiásticos reventones, dentro y fuera de su país. )
Tres de los ocho jóvenes soldados del pelotón, ex miembros
de la Securitate, la policía secreta
rumana, pidieron la exclusiva histórica,
prepararon y consumaron la ejecución.
Dos bultos ensangrentados
sobre el
suelo. En un acercamiento, los
ojos abiertos de Nicoalae quedaron fijos en la
pantalla silenciosa. En el silencio de
la noche del 25 de diciembre de 1989, en un cuarto de hotel de Frankfurt
am Main, tan lejos de Santoclós y
tan cerca de Mefistófeles, de la
tan temida-pasando el Rhin- reunificación
alemana.
ESCÁNDALO EN ESPAÑA
Los detalles del juicio y los crímenes de los Ceausescu
durante sus 24 años en el poder omnímodo, sin contrapesos, escandalizaron a los líderes morales de
occidente- que no habían dejado de apuntalarlo mientras fue cuña contra la URSSS-,
y al resto del inocente mundo.
En hospitales y orfanatos, los niños morían de frío por la
falta de gas. Otros fueron víctimas de los experimentos de Elena, una mujer de
pocas luces que se hacía pasar por una ”científica de talla mundial”. Se les inoculaba el virus del Sida con el pretexto
de encontrar la cura de la enfermedad.
En España, el escándalo alcanzó a la izquierda histórica,
la de Santiago Carrillo y Anguita. Aprovechando el vínculo ibérico a través del
fundador Adriano , los comunistas españoles habían establecido una estrecha relación
con el régimen del Conducator, y se Iban a pasar fastuosas vacaciones.Nunca se dieron cuenta de las atrocidades cometidas por los anfitriones, por tanto, nunca las denunciaron. Eso dijeron.