Cuando ya estábamos hasta la madre de bandas criminales, estalla la violencia huichacolera.
En los hechos de Palmarito,Puebla,hay tres momentos.
Primero, una emboscada de los ordeñadores de ductos de Pemex a miembros del Ejército mexicano.
Segundo, el asesinato de un soldado por un huichacolero que le dispara por la espalda.
Tercero, la aparente ejecución extrajudicial de uno de los delincuentes ,ya sometido, por parte de un soldado.
El ojo por ojo en medio de la refriega derivada de la emboscada.
Ambos actos condenables , si es que se confirma la alevosía criminal del militar contra un criminal indefenso.
Como tan condenable es la muerte de todos los soldados y policías caídos en cumplimiento del deber.
Todos ellos jóvenes mexicanos, pueblo raso , que no estaban ahí por su gusto; víctimas a las que quienes pretenden lucrar políticamente con la masacre alinean alevosa, perversamente, del lado de los "malos".
Mucho ojo con estas aves de rapiña que pretenden sustituir al águila como símbolo patrio.
(O sustituir a la ave de rapiña priista, por otra dsfrazada de blanca paloma )
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