Si algo le envidian los residentes originales de San José del Cabo, a La Paz, es su malecón.
Un malecón sin mayores pretensiones, que en su parte central es una calle a la antigüita, como en los viejos puertos del Mediterráneo, concebido y.trazado en función del disfrute del paisaje marino, cuya obstrucción visual sería un grave atentado contra el patrimonio colectivo.
Un malecón que se prolonga en un paseo costero de cuatro carriles hasta Costa Baja, y de allí por otros 15 kms de carretera a Pichilingue y El Tecolote.
En cambio en San José, los "desarrolladores turísticos" levantaron un muro de hoteles y condominios de lujo con playa privada entre los josefinos y su mar, conculcando su derecho al goce estético del paisaje natural.
Y algo parecido está sucediendo en la zona costera originalmente conocida como Las Playitas, rebautizada como Puerto Los Cabos.
Donde kilómetros de playas están siendo sepultadas por terraplenes, y los intentos de despojo de predios por parte de los señores del dinero y sus brokers a familias nativas, están a la orden del día.

Esta es la verdadera rapiña que no provoca tantos desgarramientos de vestiduras como los saqueos dentro del caos dejado al paso de Odile.
Una rapiña mayor que tiene en las autoridades estatales y municipales de los últimos años, a sus principales exponentes.
De aquí que a nadie le sorprenda que algunos funcionarios municipales y elementos policiacos,hayan sido sorprendidos por la población participando en los saqueos.
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