miércoles, 5 de octubre de 2016

DOS DE OCTUBRE, LUIS GONZALEZ NO SE OLVIDA


Luis González de Alba, dirigente estudiantil durante el movimiento estudiantil de 1968, se suicidó este dos de octubre. Acto repleto de simbolismos como casi todos los actos que realizó en vida, en primerísimo lugar, desde luego, su producción intelectual. No abundaré en la larga lista de actividades no literarias en las que fue protagonista principal, para quien lo requiera podrá encontrar en Internet diversas biografías más o menos detalladas. Destacaré sólo tres aspectos que de manera personal me parecen relevantes y que le interesaron a Luis González especialmente.
La divulgación del conocimiento científico y de la investigación. Gran parte de su vida la dedicó a divulgar aspectos científicos de gran complejidad con un lenguaje sencillo, quizás por ello tituló “La ciencia en la calle” a una de sus primeras columnas de este tipo. En el periódico Milenio, el último en el que colaboró, mantuvo su columna dominical “Se descubrió que…” la cual regularmente atendía a esta preocupación del autor que por cierto no se circunscribía a lo que se llaman las “ciencias duras” sino también a la investigación social. Hace más de diez años dedicó largos ensayos para demostrar, mediante una rigurosa investigación documental  de escritos y contradicciones de los jerarcas católicos de la época, que el milagro de la aparición de la Virgen de Guadalupe carecía de sustento, es decir que era una invención (Historia de una derrota católica. Un viejo litigio. Revista Nexos).
La crítica y la participación social y política. Luis González fue analista pero, sobre todo, activista de sus convicciones sociales y políticas. Como se sabe fue encarcelado en Lecumberri a raíz de su participación y liderazgo del movimiento estudiantil a finales de los sesenta.
Después de que salió de Lecumberri en 1970 hay una larga lista de esfuerzos partidistas y periodísticos en los que fue directo participante. Fundador de los partidos Socialista Unificado de México, Mexicano Socialista y de la Revolución Democrática, decepcionado terminó por convertirse en un militante de su propio partido unipersonal. Colaboró en la fundación de los periódicos Unomásuno y La Jornada, de los que también salió decepcionado y concluyó sus días escribiendo para la revista Nexos y el periódico Milenio. Lo que nunca le perdonó la izquierda –que desde luego lo catalogó de “derechista”- es que su crítica también abarcara la conducta aberrante de los grupos que bajo el pretexto de enarbolar “causas sociales” cometieran actos tan impunes, arbitrarios y violentos como los del gobierno que pretendían “derrocar”. Luis González se alejó del discurso políticamente correcto, nunca pensó en quedar bien con nadie al momento de escribir o declarar.
Abiertamente homosexual. Nunca ocultó su preferencia sexual, hace cuarenta años en la época en que la misma izquierda tomaba distancia de estos grupos “incómodos” firmó uno de los primeros desplegados públicos en defensa de los derechos civiles de la comunidad homosexual. Este tema lo hizo afirmar que la izquierda tenía rasgos claros de intolerancia desde el estalinismo soviético –José Stalin afirmó que la homosexualidad era “un vicio burgués y una perversión fascista”- que persiguió con cárcel a los homosexuales, hasta el castrismo cubano que les aplicó la misma medicina, pasando por los grupos grandes o pequeños de la izquierda latinoamericana que volteaban para otra parte cuando los contingentes de homosexuales se unían a las primeras marchas públicas en los setenta.
Haber escogido el dos de octubre para terminar sus días es clara señal de lo que significó para Luis González este movimiento. Lo marcó para siempre. El país pierde a uno de sus intelectuales más lúcidos y congruentes, uno de los pensamientos más libres de las últimas décadas. Es obligada una relectura de su obra…. y de sus hechos.

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