In memoriam, a 23 años de su prematura muerte.*
POSTAL PARA PAQUITO
Por debajo del puente imaginario
que cruza la bahía, Paquito, pasan los muertos
con sus velas desplegadas. Regata multicolor,
Paquito: llegarán hasta los límites del crepúsculo,
tocarán el arcoiris y regresarán al Hotel
donde habrá una margarita para todos.
Si vieras, Paquito, la cantidad de gaviotas,
garzas, pelícanos, tijeretas que se dejan ver por
aquí no me creerías. Yo fotografié un pelícano
en la playa y después renté un caballo
y compré un coco helado y me dio mucha risa
porque el viento arrastró mi sombrero de palma
tan bonito y se mojó.
También hay cuevas de los indios. Te llevan
en helicóptero y regresas a tiempo para la cena.
En las paredes de las cuevas puedes ver las figuras
de los guamas o hechiceros. Los guamas
sacrificaban
niños para aplacar a sus dioses.Yo estoy seguro
que todavía quedan algunos, porque cuando fuimos
a ver las pinturas yo exploré los alrededores, solo,
y el guía me dijo que tuviera cuidado: pero fui, solo,
y por poco me pierdo y vi una huellas
desconocidas.
A pescar no quise ir; aquí se cuentan cosas muy
desagradables acerca de los efectos del sol sobre
las pieles delicadas.
Es todo, Paquito, aquí estoy en el bar del Hotel
esperando a que regresen los muertos a tomar su margarita.
que cruza la bahía, Paquito, pasan los muertos
con sus velas desplegadas. Regata multicolor,
Paquito: llegarán hasta los límites del crepúsculo,
tocarán el arcoiris y regresarán al Hotel
donde habrá una margarita para todos.
Si vieras, Paquito, la cantidad de gaviotas,
garzas, pelícanos, tijeretas que se dejan ver por
aquí no me creerías. Yo fotografié un pelícano
en la playa y después renté un caballo
y compré un coco helado y me dio mucha risa
porque el viento arrastró mi sombrero de palma
tan bonito y se mojó.
También hay cuevas de los indios. Te llevan
en helicóptero y regresas a tiempo para la cena.
En las paredes de las cuevas puedes ver las figuras
de los guamas o hechiceros. Los guamas
sacrificaban
niños para aplacar a sus dioses.Yo estoy seguro
que todavía quedan algunos, porque cuando fuimos
a ver las pinturas yo exploré los alrededores, solo,
y el guía me dijo que tuviera cuidado: pero fui, solo,
y por poco me pierdo y vi una huellas
desconocidas.
A pescar no quise ir; aquí se cuentan cosas muy
desagradables acerca de los efectos del sol sobre
las pieles delicadas.
Es todo, Paquito, aquí estoy en el bar del Hotel
esperando a que regresen los muertos a tomar su margarita.
* VICTOR BANCALARI no dejó libro publicado. No estaba para esos
lances de coctelito y tenebrita, una vez que dejó de ser un ejemplar hijo de
una de la familias "patricias" del puerto- como se refería con
refinada ironía a la burguesía local y dinastías fundadoras-para embarcarse en
el Barco Ebrio de Rimbaud que lo llevaría a una muerte prematura devorado por
lo demonios del alcohol.
Confabulados con sus obsesiones centradas en Borges y algunos de los autores favoritos del escritor argentino como Berkeley y Emerson, y su pasión por la cultura y la historia antiguas, grecolatina, particularmente la romana.
Una formación literaria e intelectual excepcional, combustible de una vena satírica que aplicó de manera implacable a ciertas figuras emblemáticas de la historia regional, como fue el caso de las huestes maderistas del General Félix Ortega Aguilar, que en el cuento La Batalla de los Divsaderos, se habrían rendido a cambio de un "cargamento de chopitos"(queso tierno), al enemigo representado por el Cabo Fierro, el antihéroe de un corrido que canta las glorias del sudcaliforniano Ortega.
El cuento se publicó en la revista Ahora, que habíamos fundado un grupo de amigos aspirates a escritores y periodistas, lo cual provocó la ira del hijo del revolucionario del Plan de las Playitas, a quien Bancalari ridiculizaba: Félix Ortega Romero, nada menos que director del influyente semanario de opinión, trinchera del regionalismo , Eco de California- donde yo me había iniciado en el periodismo-, en cuyas páginas nos acusó de "traidores" y "añagazas", y nos expulsó del paraíso "nativista", el de los "sudcalifornianos bien nacidos".
Confabulados con sus obsesiones centradas en Borges y algunos de los autores favoritos del escritor argentino como Berkeley y Emerson, y su pasión por la cultura y la historia antiguas, grecolatina, particularmente la romana.
Una formación literaria e intelectual excepcional, combustible de una vena satírica que aplicó de manera implacable a ciertas figuras emblemáticas de la historia regional, como fue el caso de las huestes maderistas del General Félix Ortega Aguilar, que en el cuento La Batalla de los Divsaderos, se habrían rendido a cambio de un "cargamento de chopitos"(queso tierno), al enemigo representado por el Cabo Fierro, el antihéroe de un corrido que canta las glorias del sudcaliforniano Ortega.
El cuento se publicó en la revista Ahora, que habíamos fundado un grupo de amigos aspirates a escritores y periodistas, lo cual provocó la ira del hijo del revolucionario del Plan de las Playitas, a quien Bancalari ridiculizaba: Félix Ortega Romero, nada menos que director del influyente semanario de opinión, trinchera del regionalismo , Eco de California- donde yo me había iniciado en el periodismo-, en cuyas páginas nos acusó de "traidores" y "añagazas", y nos expulsó del paraíso "nativista", el de los "sudcalifornianos bien nacidos".
El Incidente le dio un gran impulso a nuestra modesta aventura
editorial..
Algunos de los amigos de Bancalari, reunieron sus textos
desperdiigados en publicaciones marginales- salvo una excepcional colaboración
en la revista Plural, de la ciudad de México- , y le dieron forma de libro. Un
favor del que no estoy seguro si Víctor hubiera agradecido.
El texto que aquí compartimos, está dedicado a otro porteño
"patricio", el escritor y fotógrafo Francisco Arámburo Salas,
Paquito, colaborador del Reader´s Digest, que en los años sesenta había
alcanzado cierta notoriedad con su libro La Europa que yo vi, un Best Seller en
su género; pero sobre todo reconocido por sus postales crepusculares como la de
la foto incluida.