Envueltos en los vapores etílicos los amigos verdaderos cavilábamos como todos los viernes sobre temas trascendentes y profundos, sin sospechar la profundidad del tema que nos aguardaba. Así, como tiro en la oscuridad, uno de esos amigos verdaderos, cuyo nombre no revelaré, soltó la pregunta sin mediar preámbulos: ¿por qué ahora hay tanta mujer nalgona y antes no? Nos volteamos a ver unos a otros. Los unos se quedaron fríos, los otros se calentaron.
Asuntos como ése pareciera que habían quedado en el simple recuerdo, considerando la edad promedio de los amigos verdaderos. Pero no, por lo que la pregunta denotaba todavía había tiempo e inquietud por echar un ojo a ciertas partes del fenotipo femenino.
El primero en comentar sobre el particular dijo que había que contextualizar la pregunta. “Son muy conocidas las estatuillas primitivas llamadas Venus paleolíticas que destacan por la exuberancia de los atributos sexuales representados, particularmente nalgas y senos, posiblemente estemos hablando de una antigüedad de 25 mil años cuando ya la nalga descomunal era motivo de admiración”. Lo que no contestó el contextualizador fue: ¿por qué ahora hay tanta? Tal como lo afirmaba el observador inicial.
El segundo en tomar la palabra, después de controlar cierta tos insistente, explicó que la tecnología aplicada a la cirugía estética ha revolucionado las formas corporales de manera radical en los últimos años. “Empezó hace varias décadas con la inyección de polímeros de silicona y otras sustancias que llegaron a provocar serios daños en las mujeres que se los aplicaban, ahora se implantan prótesis de silicón del tamaño que se desee. Pero la cosa no para ahí, la novedad es la inyección de grasa lo que las hace ver –a las nalgas- más naturales. La técnica se conoce como gluteoplastia”. Tanto conocimiento sobre el tema sembró la sospecha sobre el expositor y no faltó el venenoso que circuló a baja voz el posible uso de esa tecnología en el cuerpo del expositor.
La cosa empezaba a tomar forma de controversia cuando una tercera opinión se hizo escuchar. El más regordete de los amigos verdaderos explicó: “Uno de los problemas de salud más agudos en la sociedad moderna es la obesidad. El principal componente del volumen total de las nalgas en la mujer es grasa a diferencia del hombre en el que el componente principal del volumen total es músculo. El sobre peso en las mujeres se refleja inicialmente en las nalgas. Las dietas muy drásticas hacen que las nalgas caigan como sacos vacíos. Hace apenas cuatro décadas la obesidad no era un problema de salud pública, quizás eso explique a nuestro libidinoso amigo porqué no recuerda estar rodeado de tanta nalgona en su juventud, que dicho sea de paso, transcurrió hace más de medio siglo”.
Para ese momento se habían formado subgrupos que hacían correr sus propias respuestas al sesudo cuestionamiento inicial, pero se abrió paso a empellones una cuarta consideración. “Es cierto lo que afirma el catarrín que me antecedió pero no es menos cierto que también hay músculos que le dan firmeza a la nalga incluida la cubierta grasosa. Sin esos músculos las nalgas serían gelatinosas y oscilarían escandalosamente a cada paso. El cuidado actual, a veces exagerado rayando en el narcisismo, de la apariencia física corporal ha llevado a la proliferación de gimnasios y en ellos de instructores que han ideado ejercicios para cada parte que se quiera modelar, desde las orejas hasta los dedos de los pies, pasando por las nalgas (sin albur). Muchos de esos instructores aseguran levantar las nalgas hasta hacerlas parecer narices respingadas a base de ejercicios. Esas técnicas tampoco existían en tiempos de nuestro inquieto amigo cuando apenas se habían inventado las sentadillas, las abdominales y las lagartijas”.
El tiempo transcurrió, la atmósfera etílica se hizo más densa y los estragos empezaban a ser más notorios en medio del debate desatado con la pregunta ¿por qué ahora hay tanta mujer nalgona y antes no? Era tiempo de despedirse.
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