Cuando Leticia Cerda Bonilla contrató al
abogado de origen mexicano, Oscar
Rodríguez, con el fin de legalizar su estancia en Estados Unidos, nunca
pensó que a la vuelta de unos meses, media
docena de agentes de migración
la sacaría a rastras y esposada de su
domicilio, ante el azoro de sus
cuatro hijos (una niña de tres años y
tres adolescentes) y de su esposo.
Los migras llegaron a las seis de la
mañana, rodearon la casa y patearon la
puerta hasta derrumbarla. Entraron,
sorprendieron a una Leticia a medio
vestir, y la subieron a empujones a una
van donde se apretujaban ocho paisanas de distintas edades que habían sido
pilladas por la madrugada.
Una de ellas-recuerda Leticia-, "la
salvadoreña", tenía unos siete u ocho meses de embarazo y había caído en una
crisis nerviosa.
Las llevaron a una celda en el centro de
Los Angeles. Ya bien entrada la mañana, un "migra" de rasgos
orientales, "un chino", le hizo firmar "un papel con letras en inglés", y le
dijo que no se preocupara, que ya se
había ganado su boleto de regreso a su
querido México.
Era el martes primero de julio 1997.
Leticia sacó cuentas: ocho años atrás había llegado sola a la gran urbe
angelina después de cruzar por el famoso Bordo de Tijuana.
Una green -card de 50 dólares, comprada
en la calle Alvarado, le permitió trabajar en una fábrica de ropa y juntar
el dinero necesario para traerse a su esposo y sus tres hijos varones.
Martes: "No te cases ni te
embarques...", pensó cuando a las cinco de la tarde de ese largo, fatídico primer día
de julio, ya estaba de regreso en Tijuana.
Otra vez sola y sin un penny, sin un
quinto partido por la mitad, en una patria indiferente, desconocida.
Leticia buscó el camino de la catedral,
para pedirle a Dios que le ayudara a enfrentar el futuro inmediato, la
inmisericordia del presente. Para rezar y llorar. Para descansar un poco antes de
volver al punto donde ocho años atrás, había iniciado su aventura californiana:
El Bordo.
"Empezaba a clarear-recuerda Lety-
cuando nos volvimos a meter; y empezamos a bajar y a bajar entre la neblina, bien
cubiertos; habíamos caminado poco más de dos horas cuando, casi
llegando a San Ysidro, nos descubrió la migra.
"Y nos empezaron a seguir y a
seguir, hasta que nos acorralaron. Yo quise correr, me caí y me lastimé la pierna.
Nos agarraron, y dos horas después,ya estábamos de vuelta en Tijuana."
En su segunda deportación en 24 horas,
Lety se encontró en la línea a una persona que le entregó un folleto
amarillo con letras negras que decía: "Centro de Apoyo a Migrantes".
Allí le explicaron que la causa de su
desgracia había sido su abogado. Que no era lo mismo -como ella
creía-"aplicar" para una
tarjeta verde que para conseguir asilo político,
fórmula elegida por el brillante
Oscar "El Attorney" Rodríguez.
Las misioneras de la Casa del Migrante la
esperaban con una cena caliente y un lecho seguro. Mañana, Dios mediante,
sería otro día.
1 comentario:
Desafortunadamente, historias como la de Leticia son comunes en la comunidad Latina acá en el país de las hamburguesas y los perros calientes como diría Alex Lora. Creo que hoy si se tienen las condiciones que se necesitan para una reforma migratoria. Veremos dijo el ciego.Gracias por escribir mi estimado Mundo.
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