sábado, 26 de abril de 2014

LA MOTA Y EL MERCADO

Alejandro Alvarez

Esa hierba denominada “cannabis” o más popularmente “mota” es una mercancía que responde a las elementales leyes del mercado. Si hay más oferta que demanda el producto se abarata, si la demanda excede a la oferta el producto encarece. Como ocurre con los limones en estos momentos, el producto puede escasear por fenómenos meteorológicos –falta de lluvias, heladas, etc.- o porque los empresarios lo escoden para especular y efectivamente, los precios alcanzan niveles estratosféricos e incontrolables. Si el producto no se da en una región, pues se importa y los gastos de traslado finalmente los cubre el consumidor. Si la región produce más de lo que consume pues se exporta. Si la zona a donde se exporta es de mayor nivel económico que la zona productora, los comercializadores tienen altas tasas de ganancia. Lo contrario no tiene sentido, nadie exporta a lugares donde el producto tiene bajo precio.
Sin embargo el mercado de la mota, a diferencia de las mercancías legales, no tiene mecanismos reguladores. En el mercado de las drogas existe la competencia entre los productores pero la comisión nacional de competencia no regula ese mercado sino que se resuelve a matazones.  Algunas veces grupos pequeños hacen alianzas para  enfrentar a los más gandallas pero la tendencia sin embargo es a la consolidación de monopolios. La ley federal antimonopolios lógicamente no aplica para las drogas ilegales por eso se llegan a consolidar grandes monopolios de la droga a punta de metralleta y masacres. Dicen que “El Chapo” lidereaba a uno de esos monopolios. Pero los grandes monopolios no se acaban con la desaparición de un líder o gerente o presidente de la empresa monopólica. Quien crea esto se está chupando el dedo. Microsoft no desaparecerá con la eventual muerte de Bill Gates.
Los pequeños empresarios del sector legal o del ilegal tienen dos opciones para alcanzar el éxito sostenible, o traspasan sus fronteras o se alían a grupos que ya dominan un mercado nacional o internacional. Los malandrines michoacanos son la clásica empresa provinciana que se resiste a la invasión y control de grupos nacionales o regionales de mayor envergadura.  Pero el regionalismo empresarial a esa micro escala tiende a disgregarse en muchos grupos que al final son absorbidos por los grandes tiburones. La Familia michoacana (FM) combatió la penetración del grupo nacional de los Zetas. Poco después la FM fue combatida por otro grupo local, los Caballeros Templarios (CT) que a su vez están siendo exterminados por los malandros de las Autodefensas (AD), que son lidereados por varios grupos a nivel municipal o distrital. Los nuevos grupos que surgen y se consolidan se alimentan de los viejos grupos. En las AD hay miembros de los CT y en éstos hubo de la FM, que a su vez se alimentó de disidentes de los  Zs. Tómese el ejemplo que se quiera de las grandes firmas del mercado nacional o internacional. La evolución es la misma. Cuando se aniquile a los CT, las AD se pelearán entre sí por el mercado estatal de la droga o se harán alianzas para simplificar la guerra. Al final, después de nuevas masacres, habrá un ganón, que volverá a ser víctima de otro grupo nacional o regional. Y vuelve la burra al trigo. Nuevos comisionados, nuevas intervenciones de las fuerzas federales, nuevos compromisos con los narcos del momento. Etcétera. Las disputas por mercados y territorios se seguirán resolviendo con el principio de la ley de la selva. Nada nuevo.

A la violencia michoacana le sucedió la violencia en el Estado de México y reapareció en Tamaulipas, Morelos, Guerrero y Oaxaca. Y antes el infierno estuvo en Baja California, Chihuahua, Coahuila y Sinaloa. Cuando no es Chana es Juana. A diferencia de las mercancías del mercado legal, los productos del mercado ilegal no se pueden regular y priva la violencia para hacer prevalecer la presencia de uno de ellos. Los que se dedican al mercado de la droga no van a cambiar sus métodos de dominio mercantil. En cambio sí dan muestras de mutación a otras actividades ilegales como el secuestro, la extorsión, la trata de personas o el robo. Son ramas del mismo tronco o de troncos vecinos. Por décadas se ha tratado de combatir el mercado de drogas con políticas prohibicionistas y persecución policiaca. Se ha fracasado y con ello se han perdido enormidad de recursos financieros públicos y recursos humanos. ¿Dónde están las grandes fortunas de los líderes abatidos o encarcelados más recientemente? ¿Estarán las montañas de dinero escondidas en alguna cueva michoacana? ¿O estarán  circulando en forma de inversiones y negocios penetrados en la banca y en economía formal? ¿No es demasiado tropiezo con la misma piedra? Varios países han incursionado en la legalización del mercado de las drogas con resultados al menos promisorios y definitivamente menos costosos que la prohibición y la persecución policiaca. En nuestro país jugamos al debate de este problema, hace meses se prometió hacer amplia y pública la discusión.  Al final todo quedó en pequeños grupos de periodistas e intelectuales encerrados en aislados programas televisivos o foros cerrados.  Pero nos auto engañamos con que campañas como la michoacana con invasión de fuerzas federales y comisionados especiales acabarán con la violencia y los grupos delincuenciales. A ver hasta cuando se atacará en serio la fuente del poderío de los cárteles de la droga: las enormes tasas de ganancia propiciadas por ilegal. 

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