martes, 2 de junio de 2015

BUEN VIAJE, BIBLIO...




Cuando Toñita Beltrán, autora de la columna Farándula(D 29), habló por primera vez del Bibliorock, nunca imaginó que estaba firmando el acta de bautizo de uno de los personajes señeros de las últimas décadas del ambiente cultural -en el sentido amplio del término- de la frontera bajacaliforniana.

Cronista todo terreno, editor, promotor de conciertos , crítico musical- no exclusivamente rockero-, productor y conductor de radio.

Todo un estuche de monerías en un hombre menudo, bajito, con una cabellera oscura y crespa que se elevaba sobre una frente diminuta,  conformando una especie de fronda cargada de electricidad, de hongo atómico al que algunos encontraban forma de micrófono antiguo.  

Nunca aprendió a manejar. Se desplazaba en peseros desde su casa en playas, hasta la sede del Diario 29, en el otro extremo de la ciudad,  en la delegación La Presa.

Tenía un suplemento semanal de rock en la sección cultural y de espectáculos a mi cargo, y además colaboraba con la página diaria.

No había tema que le fuera ajeno, incluyendo la política, y deportes como el boxeo, una afición compartida; materia que  dominaba con una erudición tan asombrosa como su cultura rockera.

Era un periodista natural, al estilo del new journalism estadunidense de los sesenta, que sorprendía con sus giros retóricos y analogías: Tijuana Mesopotamia, y su Paseo de los Héroes desdoblado en el freeway 5, en una invitación a un viaje en el tiempo a las entrañas de la polifónica California.

Octavio iba y venía a Los Ángeles, donde participó en varias aventuras editoriales  y la organización de tocadas con otros compañeros de ruta, border boys, como Enrique Blanc.

La primavera de 91 fuimos en pareja a cubrir los conciertos, el Coming Home, de Carlos Santana, a la monumental de Playas de Tijuana.

El cuerpo de seguridad, todos gringos de peso completo y con un pobre español, nos impidió el paso hacia el escenario, al ruedo.
Ya me había resignado a ir a buscar un lugar en el atestado graderío, cuando el Bibliorock Hernández les empezó a recetar a los guardias del promotor Bill Silva, un discurso sobre la soberanía nacional.

Lo que fue aprovechado por otros colegas, y oportunistas de rigor, para hacer causa común y finalmente lograr desbordar a los guaruras imperiales, y entre empeñones y mentadas, colarnos hasta alcanzar la orilla del stage, donde ya el padre de Carlos había inaugurado la fiesta acompañado por el mariachi.

Ya consolidada la amistad, de la mano de Octavio viví juergas inolvidables con grupos como La maldita vecindad, recorriendo los antros de la Zona Norte, con el Rocco poniendo en la rocola  a Pedro Infante hasta el amanecer.

Y esas after hours fueron materia de infinidad de crónicas y reportajes.


Al cerrar el Diario 29, pasamos al otro lado de la frontera, a fundar el San Diego Hoy, primer diario en español de The America's Finest City.

Y se reiniciaron los recorridos por los días y las noches de sur de California. Contagiado por la vitalidad, el placer, la pasión de Octavio por el trabajo dentro de la fiesta.

Una vocación totalmente desinteresada, que se bastaba a sí misma para convertir todo lo que tocaba en texto periodístico, en prosa voraz y feliz.

El trabajo de un hombre íntegro, siempre viviendo al día, por la libre, sin más respeto por el dinero que el estrictamente necesario para recargar la pila, saciar  la sed, y seguir en la brega.

Aferrado a Tijuaneo, su última aventura editorial, a pesar de los contratiempos económicos.

Un hombre auténtico. Siendo nativo del DF, no bastaron sus tres décadas de residencia fronteriza para que olvidara su acento chilango.

Buen viaje, Octavio, tuve el placer de tenerte en algunas Lunas de Octubre, el encuentro de escritores en La Paz y Los Cabos, la ciudad de Rosalba, tu "dama", como caballerosamente llamabas al amor de tu vida.

La querida amiga que al enfermarse y tener que regresar al Puerto de Ilusión, te dejó en la más profunda soledad, como me lo confiaste la última vez que nos vimos en el Felino, allá en Tijuana, en noviembre pasado.

Qué dirá ella ahora que ya no estás, que ya te nos fuiste.

Como dice el poeta juarense, Miguel Angel Chávez, "la cofradía de Lunas...llora a su Bibliorock".


Cómo nos gustaría a tantos leer una crónica de tu travesía. Toñita, entre ellos. 

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