Uno de los puntos de partida de lo que llamaríamos el boom de la literatura de norte, pero sobre todo del noroeste de México, sería el Primer Encuentro de Poetas de la Frontera Norte, celebrado en La Paz, Baja California Sur, en octubre de 1984.
Por primera vez, los poetas fronterizos tenían la oportunidad de compartir la lectura de sus textos, sus libros, con sus congéneres de esa vasta región que comprende desde la Península de Baja California hasta Tamaulipas; del Pacífico y Golfo de California, hasta el Golfo de México.
Este evento estuvo auspiciado -todavía en la era preconacúltica-, por el Programa Cultural de las Fronteras, dirigido en ese entonces por Alejandro Ordorica.
Con un instigador, animador, promotor principal: el poeta y cronista, Roberto Vallarino, defeño de nacimiento pero norteño de corazón, por las raíces sonorenses de su madre.
La convocatoria de Vallarino congregó a alrededor de cincuenta poetas de los 7 estados fronterizos, incluyendo, desde luego,a Baja California Sur, la sede del encuentro.
Eran tiempos difíciles, diríamos cayendo en el lugar -o la fosa- común, pero sin tanta violencia y sangre como ahora. Eran los tiempos en que se estaban cumpliendo los vaticinios del fin del PRI, que desde la revista Vuelta había lanzado urbi et orbi la ilustración octaviana.
La consigna sexenal de la “renovación moral de la sociedad”, de Miguel de la Madrid, había sucedido a la de “La solución somos todos”, de López Portillo, y el “Arriba y adelante” de Echeverría.
Pero el país, Sísifo irredento, se ahogaba en la inflación, el desencanto de la fallida “administración de la abundancia” y el vacío gubernamental que terminó por evidenciar el sismo del 19 de septiembre del 85, que impactó la Ciudad de México y al país, provocando la emergencia de la llamada “sociedad civil”, que volvió a aparecer como fuerza política, electoral, en 1988, en apoyo al candidato del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas .
No obstante, dentro de este oscuro panorama, la política cultural del gobierno federal tuvo el acierto de impulsar a través de la SEP, el Programa Cultural de las Fronteras, tendiendo puentes entre el centro y la “barbarie norteña”.
Esta política vino a complementar la apertura cultural que en Baja California Sur se había venido gestando en la segunda mitad de los setenta, cuando el gobierno del entonces joven estado convocó a certámenes nacionales e internacionales de literatura, y empezaron a publicarse algunas revistas culturales como Ahora, La Cachora y Panorama, de la universidad Autónoma de Baja California Sur, donde empezaron a publicar autores locales como Víctor Bancalari, Raúl Antonio Cota y Javier Manríquez, entre otros.
Tuvimos entonces la visita frecuente de autores de la talla de Juan Rulfo, Alí Chumacero, Álvaro Mutis, Juan Bañuelos, Jaime Labastida, Carlos Montemayor, Marco Antonio Montes de Oca, con quienes los poetas locales pudimos compartir lecturas, viajes y charlas de sobremesa.
Así que el evento literario del 84 llegó en el momento justo y en la sede precisa: la punta de la Península de Baja California, el "Otro México" de Fernando Jordán.
La memoria de este Primer Encuentro de Poetas y Narradores Jóvenes de la Frontera Norte apareció publicada con el sello editorial de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1985, con una nota introductoria de Vallarino, de la que aquí compartimos algunos párrafos:
“En México -dice Vallarino-, donde el centralismo afecta dramáticamente a la cultura, cuántas generaciones de poetas se han perdido o se encuentran olvidadas porque no se editan de manera adecuada con el fin de que se difundan y sopesen sus obras.
Sí, en efecto, la poesía que se produce fuera del ombligo omnímodo de nuestra república difícilmente llega a ser conocida, leída y comentada hasta fines de los años setenta.
Por esas fechas se empiezan a manifestar otras ciudades en el interior del país(…)
(…)¿Y nuestras fronteras? ¿Son acaso las comunidades de nuestras fronteras- y en particular de la frontera norte- aún víctimas de las diatribas vasconcelianas que pretendían trazar los límites de la cultura con fundamento en la carne asada y en las tortillas de harina?
(..). En los últimos tres años los jóvenes escritores de los estados que integran nuestra frontera norte han desarrollado
iniciativas de difusión en algunos casos superiores(en calidad) a las emergidas del Distrito Federal.
En buena medida esta antología se hizo con las mismas intenciones del Festival: ofrecer un espacio que reúna la obra de poetas de siete estados, con diferentes tendencias, estilos, concepciones del acto literario, etc.
Para integrar el acervo que le da forma, viajé por las principales ciudades de esos estados y logré recopilar una impresionante cantidad de revistas, libros editados por sus propios autores, recortes de suplementos culturales locales, manuscritos inéditos.
En la diversidad, una unidad: la voz poética de los poetas de la frontera norte en un solo libro. Algo que no existía y que hoy contribuye a que el espectro de nuestras letras contemporáneas se extienda e ilumine zonas aun oscuras para el lector de poesía en particular y para el lector en general.”
De esto hace 31 años. Ya llovió. Ahora el problema es la sobreproducción literaria. Hay que pagar para no ser publicado.
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