El Encuentro Literario Lunas de Octubre en Cabo San Lucas se inauguró a las 11:30 de la mañana del jueves 14 de octubre en el Museo de Historia Natural de aquel destino turístico. Aunque yo había llegado al aeropuerto de Los Cabos un día antes, el miércoles. El aterrizaje en la península de la Baja California fue alrededor de la una y media de la tarde, la zona de arribo era un tanto confusa porque había dos puertas de salida, una para la gente normal y una más para los grupos de turistas, principalmente norteamericanos, que llegan todo el tiempo a disfrutar de esas playas. Como se supone que alguien debería de recogerme en el aeropuerto para instalarme en el hotel tuve que dar varias vueltas de una puerta a la otra hasta encontrar a la persona designada. Me di por vencido a la cuarta vuelta, decidí que era mejor comunicarme con el coordinador general del evento, el maestro Juan Cuauhtémoc Murillo. Allí, en el teléfono, me comunicaron que debería de viajar en taxi porque habían tenido algunos problemas con el transporte local. El viaje del aeropuerto de Los Cabos a Cabo San Lucas en taxi duró alrededor de 30 minutos por una carretera que va bordeando todo el tiempo el azul mar de Cortés. Por fin, la instalación en el hotel tomó apenas unos minutos, después del duchazo de ley, di la vuelta obligada de reconocimiento del área. Pasé casi toda la tarde fuera, recorriendo el malecón, caminando por las calles, entre los negocios y finalicé frente al mar con unos tradicionales taquitos de pescado y una pacífico bien helada.
Regresé al hotel a descansar un poco, ya comenzada la noche el comité organizador nos ofreció una cena en el restaurante en el hotel. Esa ocasión la compartí con la maestra Paty Medina, Margarita Mendoza y Cristina Ramírez que casualmente venían en el mismo avión en el que yo viajaba. Terminada la cena la mayoría regresó a su habitación, yo me quedé en una mesa escuchando y con las presentaciones tan vitales para comenzar a reconocerse. Entrada la noche llegó el anfitrión, el poeta Edmundo Lizardi acompañado por el escritor chihuahuense Enrique Servín. En la charla pasamos más de la media noche.
El día siguiente, día de inauguración del evento me encontré con algunos compañeros escritores en el área de desayunos. Antes de llegar al Museo de Historia Natural para la inauguración hicimos una breve escala en La Punta, desde donde se aprecian los arcos de Cabo San Lucas, que son atravesados por ese mar enternecido. La conferencia inaugural, tras el protocolo en el que participaron las autoridades, el fundador y algunos invitados, la desarrolló Miguel Ángel Quemain, periodista de reconocida trayectoria y persona de gran conocimiento, seriedad y amabilidad. Esa jornada matutina incluiría únicamente la conferencia sobre periodismo cultural y una mesa de lectura. Las lecturas vespertinas se llevarían a cabo, durante todo el evento, en la Casa de la Cultura en el cerrito del timbre.
Allá llegamos después de la comida que se ofreció en el hotel y de unos momentos de descanso. Las lecturas de la tarde fueron iniciadas con la presentación del libro Minotaura que germina, del poeta Raúl Linares que demostró un amplio conocimiento del jazz y una excelente capacidad para empatar este género musical con la poesía. Tras de él se suscitaron lecturas de muchos escritores, tanto poetas como narradores entre las que destaco dos participaciones fundamentales en el encuentro, los poetas Patricia Medina y Enrique Servín. La maestra Patricia Medina ha compartido esa poesía de fuerte voz y presencia definitoria, ese viaje por los vericuetos de la masculinidad y sus enfrentamientos a la poesía. Servín nos leyó la poesía de la descripción de los jardines interiores, con unas imágenes vegetales que deben abundar en su Chihuahua; su poesía ha sido, a la vez hermosa y contenciosa.
La cena se dio de nuevo en el hotel, tras de ella nos reunimos en una habitación a resistir la noche los escritores Julio Félix, Alfredo García, Miguel Ángel Quemain, Ignacio Trejo, Armando Alanís, Octavio Hernández “Bibliorrock”, Alejandro Campos Oliver, Iván Gaxiola, yo y el cineasta Josué Alemán.
El segundo día de actividades comenzó con la participación de escritoras como María Eugenia Garibay y Margarita Mendoza. Después de presentaron los libros Patrimonio de la Tierra encantada de Vianka Santana y la más reciente novela de Armando Alanís Las Lágrimas del Centauro, publicada por el Grupo Planeta. La mañana finalizó con una mesa en donde se encontraban, entre otros, Edith Villavicencio y Julio Félix Lerma.
Al salir de la sede matutina, la poeta Rosina Conde cantaba a la guitarra que Edmundo Lizardi había confiscado de unas bancas más abajo y que él mismo interpretaba. Regresamos al hotel a la comida para poder seguir con las lecturas en la Casa de Cultura de San Lucas. Durante la tarde noche se presentaron dos mesas nutridísimas y diversas, de dónde destaco a mi tocayo Mario Jaime que nos entregó una poesía venida directamente de su vocación científica, un latente búsqueda de resolver los misterios de Dios y del hombre a través de la palabra y el método científico; también nos elevó Claudia Luna, con una poesía exquisita, muy emotiva que recitaba siempre acompañada de una sonrisa que parecía brotar de su poiesis y su piel; Rosina Conde nos cautivó como siempre con su narrativa tomada de su más reciente libro Desnudamente Roja; la participación del maestro David Muñoz fue divertida y delicada, con un estilo elaborado sobre la base de la narración sin pestañas, y finalmente la lectura del poeta Eloy Urroz (una de las mejores del evento), quien nos llevó a sentir aversión por el propio cuerpo si nos pesa la distancia de la mujer amada; su poesía fue una bala que atravesó apenas en un instante a quienes le oíamos reclamar, Amada, hay tantos cuerpos pero no el tuyo.
La cena de esa noche la hicimos en un conocido restaurante veracruzano que estaba frente al hotel que nos albergaba. Los ostiones, las almejas reina, el pulpito en su tinta, todo fue digno de sembrarse en la memoria. Esa noche, me honré de la compañía de Julio Ortiz, Iván Gaxiola, Calafia Pozo, Juan Pablo Rochín y Alejandro Campos Oliver junto a la alberca del hotel.
La mañana siguiente la sobremesa del desayuno nos tuvo a algunos compañeros casi hasta el medio día así que me perdí las primeras mesas de esa jornada. Entre ellas se presentaron los alumnos del taller de creación literaria de Los Cabos y una segunda ponencia de periodismo cultural ahora con la participación de Ignacio Trejo y Octavio Hernández entre otros.
Para cuando llegamos Manuel Murrieta y yo a la sede, el grupo se disponía ya a salir hacia la playa de Todos Santos, donde se clausuraría el encuentro. El comité organizador había reservado un espacio privado en el restaurante del Hotel California, donde, cuenta la leyenda, la banda de rock The Eagles compuso la sonada canción homónima. Allí nos ofrecieron una exquisita comida con ensalada y pescado. La mesa que continuó a la comida fue conformada por mí, más Julio Ortiz, Alejandra Robles y Alejandro Campos Oliver. Después el poeta anfitrión Edmundo Lizardi leyó un poco de su libro Baja Times, y la última en participar fue la afamada escritora veracruzana Silvia Tomasa Rivera. Poco antes de partir de regreso le rendimos homenaje a la relevante figura de la narradora Rosina Conde, quien nos deleitó con una voz prodigiosa cantando un tema de blues.
El camión llegó de regreso al hotel en Cabo San Lucas alrededor de las 7:30 de la noche. El séptimo encuentro literario Lunas de Octubre llegaba a su fin. Esa noche nos reunimos bastantes compañeros al restaurante del hotel donde se habló de todo, se cantó y se terminó de estrechar los lazos que habrán de unirnos en lo futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario