lunes, 4 de octubre de 2010

Periodistas centenarios

Rafael Pérez Gay


03 de octubre de 2010

Los periódicos del siglo que subía el telón no quisieron perderse laaventura más arriesgada y cierta de esos años: la sucesión presidencial de1910. Dos años antes, Porfirio Díaz le había confesado a James Creelman enuna entrevista publicada en Pearson’s Magazine que no participaría en loscomicios por la presidencia. Como suele pasar cuando las instituciones sederrumban, la sociedad le asignó a la prensa las funciones que debencumplir los partidos políticos, los activistas, los fiscales, a estollaman algunos prensa crítica y combativa. La euforia se adueño de laspáginas opositoras, los aires del cambio transformaron incluso lasredacciones menos comprometidas con el tañido de la campana que sonabacomo un final de época. Durante la larga paz porfiriana, Díaz recurrió muchas más veces a laintriga y al soborno que a la violencia para destruir diarios desafectos asu política. Pocas veces destruía imprentas y secuestraba ediciones, peroa partir de 1910, la vejez del dictador lo hizo cambiar de ideas. El añode 1893 abrió un pasaje definitivo en las relaciones entre el Estado y laprensa. En abril, el presidente mandó cerrar El demócrata porque en sufolletón -la parte inferior del diario- se publicó un reportaje firmadopor Heriberto Frías en el cual se contaba el trato que habían recibido losrebeldes de Tomóchic. Por cierto, se ha publicado una nueva edición de unestudio excepcional, único en su género, sobre este episodio que cuentahasta la última fibra de este famoso caso, se trata de Los doblados deTomochic de Antonio Saborit (Cal y Arena, 2010). En ese tiempo, Díaz ordenó clausurar La Oposición. El clima políticoconoció días espesos; en 1901 la Confederación de Clubes Liberales formadaen San Luis Potosí impulsó la publicación del semanario Regeneración quelos hermanos Magón fundaron un año atrás. La prensa de oposición deprincipios de siglo tiene un trágico aire de desesperación y ansiedad. Elprimer hecho violento incita siempre a una secuencia de coacciones yexcesos. Una vez decidido a barrer con sus opositores de papel y tinta, lamano se le soltó al general Díaz: en 1900, el Congreso de Clubes Liberalesdecidió reunirse en San Luis Potosí, pero nunca se reunieron, lapersecución se los impidió. Además, sus órganos de difusión, El Porvenir yEl Renacimiento fueron suprimidos, los redactores de Regeneración habíansido encarcelados. Por si fuera poco, Daniel Cabrera aceptó cerrar El Hijodel Ahuizote a cambio de la seguridad de sus colaboradores y la suyapropia. Nuestros periodistas centenarios no podían saberlo, pero lasdistintas puertas de la libertad que se cerraban abrían el gran portón dela guerra civil. En ese fuego ardieron los periodistas y escritores que se ganaban la vidaen las páginas de La Libertad, El Partido Liberal, El Imparcial, El Diariodel Hogar, El Combate o El Demócrata. La bohemia y el decadentismo fueronlas lanzas que rompieron los prosistas jóvenes para ingresar con elcorazón negro al siglo XX. Ellos son: José Juan Tablada, Bernardo CoutoCastillo, Rubén M. Campos, Alberto Leduc, Francisco M. Olagulíbel, JesúsUrueta, Ciro B. Ceballos, Jesús E. Valenzuela, Amado Nervo, Luis G.Urbina. No deja de ser paradójico que esos periodistas crecidos bajo lasombra mítica de los relatos del triunfo de la República, de las huestesporfirianas entrando a la capital en los 70 del XIX, no deja digo de serparadójico que presenciaran al advenimiento de la guerra de la que dabancuenta los diarios. En su momento, la mayoría de estos periodistas fueronantimaderistas y más tarde partidarios del golpe de Victoriano Huertacuando no huertistas definitivos. Eran muchos los periódicos que se publicaban y muy pocos los lectores. Lasociedad porfiriana estaba lejos de la cultura escrita. Amado Nervo, unode los periodistas más extraordinarios de fines de siglo XIX, no pudoresistir la tentación de definir a la prensa. En 1896 interrumpió el ordende sus crónicas, Fuegos fatuos, para escribir: “Seamos más cautos en eso de escribir primores del periodismo. Será ésteun arma valiosa para el que esgrimirla sabe, como podría serlo cualquierotra cosa; mas en lo general, hoy por hoy en este país, vale más sercorista del Principal que paladín de ideas que no digiera aún el pueblo,de principios que no entiende, de ideales que no columbra su pupilamiope.” Los periodistas centenarios consumaron en las páginas de los diarios enlos cuales escribieron un prodigio infrecuente en nuestros modernosperiódicos, ofrecer con el mejor lenguaje posible “una fotografía diariade las cosas del mundo”. Ellos supieron, como decía Tomás Eloy Martínez,cuándo era más importante un gato en las escaleras de un palacio municipalque una crisis en los Balcanes y usaron sus asombrosas plumas pensando enel lector antes que en nadie. Como verán, no todo en el centenario de laRevolución es Villa y Zapata.

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