Rubén Cortés
La informada columna de Pablo Hiriart ayer (http://www.razon.com.mx/spip.php?pa...) me provocó releer la joya de mi librero: el discurso de Federico García Lorca al inaugurar la primera biblioteca de su pueblo, en septiembre de 1931.
Dime que lees y te diré quién eres, lo tituló:
“Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento… porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan, con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita”.
Y lástima provocan aquí, 77 años después, los maestros que vinieron desde Guerrero a la Cámara de Diputados a exigir aumento salarial con una manta: “YA VASTA DE SIMULACIONES”.
Son los mismos que enseñan en un estado donde nueve de cada 10 alumnos carece de habilidades para leer un párrafo de corrido y explicarlo, ni sabe resolver sumas elementales.
Pero, eso sí, quieren dinero, pese al muchísimo que ya destina el Estado a la educación, del cual el 96 por ciento no va a la enseñanza, sino a tareas políticas del SNTE, según la Cuenta Pública de 2009.
Un sinsentido que provoca volver a aquel discurso de García Lorca:
“No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirnos en máquinas al servicio del estado, es convertirnos en esclavos de una terrible organización social”.
Y rememoró un monumento a las ganas de saber:
“Cuando el insigne escritor ruso Fiodor Dostoyevski, padre de la Revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: “Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!” Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua, pedía libros, es decir horizontes, es decir escaleras para subir a la cumbre del espíritu y el corazón”.
Así que no es sólo dinero. Viene interesando un pepino si el Congreso da más o menos, si de todos modos, no acaba en la enseñanza sino en los intereses de Elba Esther Gordillo, la jefa de esos maestros que escriben “vasta” en lugar de “basta”.
Porque, no juguemos con las palabras: no son maestros.
Twitter: @ruben_cortes
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