martes, 12 de octubre de 2010

TRANSPORTE PUBLICO ANTEDILUVIANO


Alejandro Alvarez

Uno de los servicios urbanos que más sangran la economía popular en el estado es sin dudas el transporte público de pasajeros. Es caro y malo. Una familia de cuatro miembros que tenga necesidad de trasladarse diariamente y pagar diez viajes, eroga más por ese servicio que por el de luz y teléfono mensual juntos. Pero además el viaje debe realizarlo en pocilgas malolientes de vehículos en mal estado con evidente deterioro en pisos, ventanillas y asientos.  El desastre de este servicio no para ahí. Hay que añadir que es un transporte mal organizado. Nadie sabe a qué hora pasará el camión o pesera por el paradero más cercano. Hay que perder tiempo en su espera y si llega a pasársele al distraído usuario la pérdida puede aumentar media hora más. No existen paradas oficiales, cada quien solicita la parada a discreción y el chofer la concede o niega con igual criterio (o sea sin criterio). Las rutas parecen ideadas por un especialista en laberintos, cuéntese el número de vueltas en cualquier ruta, son decenas, lo que implica más pérdida de tiempo. Por todo ello, muchos jefes de familia prefieren mejor comprar un carro viejo, con todas sus desventajas, que tener que pagar por el robo en despoblado que significa ser usuario del transporte público de pasajeros. Será por esto que el Registro Público Vehicular reporta un parque vehicular en el estado de 300 mil unidades, de ellas en promedio según el comportamiento de ciudades similares poco más del 90 por ciento son vehículos particulares. Si consideramos una población estatal de 600 mil habitantes resulta que existe un vehículo por cada dos habitantes, lo que significa una tasa altísima para el tamaño de la economía estatal. Las implicaciones directas de tal abundancia vehicular son preocupantes. Lo más notorio es la pérdida de calidad del aire dada la emisión de contaminantes a la atmósfera por combustión de gasolinas. La otra es que los vehículos ganan prioridad en el uso de espacios sobre los ciudadanos; tienen tomada la calle en perjuicio del transeúnte. Un sinnúmero de propietarios de autos han expropiado banquetas en su favor y el ciudadano de a pie debe caminar sobre la calle dándole la vuelta e estos vivales. No existe estacionamiento que satisfaga la voracidad de esta demanda.  Los estacionamientos que apenas hace tres años se nos hacían enormes hoy son insuficientes. Lógicamente el creciente parque vehicular exige más calles pavimentadas mayor señalización y semáforos. Los congestionamientos son mayores en frecuencia y tamaño. Y así esta bola de nieve amenaza con aplastarnos. ¿Qué hace la autoridad municipal o estatal entorno a este problemón? Nada.  Sea por indolencia o por incapacidad –para el caso es lo mismo–, cada fin de año lo único que atinan a hacer en la materia es autorizar el alza en las tarifas. Gran política de gobierno.
No hay que devanarse los sesos –que a lo mejor ni tienen–, para asomarse a lo que otras ciudades han instrumentado. Resumámoslo en tres medidas inmediatas. Establecimiento de transporte colectivo municipal rápido, masivo y puntal. Cópiese, a nuestra escala, el metrobús de la capital del país, no vayan muy lejos. Venta de bonos de transporte con derecho a transbordos en todo el sistema. Elimínense las decenas de rutas laberínticas por rutas rectas donde el pasajero pase de una a otra en sus cruces sin tener que pagar viajes adicionales. Foméntese el uso de bicicleta estableciendo rutas seguras exclusivas para ciclistas. Grandes ciudades de Europa y Asia mantienen así habitantes y urbes sanas. ¿Será mucho pedir?

UABCS, NUEVAMENTE EN CRISIS
Por enésima ocasión la universidad pública estatal transita por una crisis laboral. El sindicato del personal administrativo demanda resarcir las violaciones a su contrato colectivo. El rector contesta que no cuenta con el presupuesto suficiente. Con una peculiaridad inédita, estas autoridades fueron electas por la comunidad universitaria:  profesores, trabajadores administrativos y alumnos. Fórmula que, según los ideólogos de la “universidad superdemocrática”, resolvería todos los conflictos. No sólo no los resolvió, sino que los agravó. ¿Dónde están los arquitectos de tan sabias reformas a la ley orgánica de la UABCS? ¿Dónde aquellos diputados que levantaron sus deditos cuando el gobernador les tronó el látigo? ¿Dónde los estrategas de la revolución de escritorio, pseudo intelectuales, que increpan con la izquierda y cobran con la derecha? ¿Dónde? Mientras la universidad se debate entre ser y no ser.

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