lunes, 5 de septiembre de 2011

Menos Patria y más políticos.

                                                                             

                                                                                Por José Luis Vázquez Ceja

                                            Suave Patria…tu mutilado territorio se viste de                               
                                               Percal y abalorio…Ramón López  Velarde          

En este mes patrio, ante el espejismo del mercado globalizante,  del pragmatismo y la inmediatez, como formas de vida; ante esa especie de altzheimer cuajado de  pequeños y grandes intereses (nacionales y extranjeros),  que nos impide reconocer y defender lo propio  y,  ante esa abulia cívico social cada día más presente  y contagiosa, bien vale echar una mirada a nuestro pasado reciente a fin de intentar acercarnos un  poco a quienes nos legaron esta tierra, que todavía hoy seguimos disfrutando.

Cuando estuvimos a punto de perder la California peninsular.

Empecemos por recordar que en menos de 24 años,  después de la Independencia de nuestro país de la monarquía Española y, pasadas las  elecciones presidenciales en los Estados Unidos (1844),  James Polk,   candidato triunfador, entre otras de sus ambiciones de conquista, declaró y llevó a cabo, la ocupación de Oregón y Texas (en 1845 simple y sencillamente se la anexaron) y los demás territorios para salir hacia el Pacífico. En esta guerra injusta y desigual, México perdió la mitad de su territorio.

La Antigua California o la California peninsular siguió siendo nuestra, gracias a la defensa que de ella hicieron los tres comisionados de nuestro país, los embajadores Bernardo Couto, Miguel Atristain  y Luis González Cuevas.  Pues los  representantes de los Estados Unidos insistían  en que la cesión territorial no sólo era  Arizona, Nuevo México y la Alta California sino también la península de Baja California. Obviamente, por  razones geográficas, estratégicas,  dignidad y soberanía,  los comisionados  de México jamás cedieron a que nuestro país también perdiera   la península de Baja California  o su “brazo descarnado” como  cien años más tarde fuera bautizada por el célebre escritor y narrador Fernando Jordán.

Gracias a estos tres mexicanos, que entre paréntesis no han merecido ser sujetos del discurso oficial de políticos y gobernantes ni referencia histórica alguna   en los libros oficiales de las escuelas públicas y privadas,  podemos todavía seguir disfrutando de los abundantes bienes  de esta maravillosa  tierra.  La memoria y la herencia son la Patria-- la “grande y la chica”—Pues es  a través de los vínculos o arraigo con la tierra ancestral, sus hijos más preclaros—fieles e infieles--, los sucesos o acontecimientos, los espacios y bienes culturales y las tradiciones como la reconocemos y nos identificamos.

Patria: Ni avanzamos ni retrocedemos, seguimos en el “limbo”

Una mirada breve de los tres momentos históricos que debieron ser determinantes para tener un México mejor o diferente al que tenemos, sólo  llevan derivar que   faltó y falta visión de futuro y programas institucionales para alcanzar las aspiraciones de ese pueblo que participó en cada uno de esos momentos históricos.  Los postulados se proclamaron en cada uno de estos momentos históricos, algunos cumplidos  y otros hasta la fecha persisten y aumentan,  entre los primeros está la abolición de la esclavitud por el padre de la Patria, Miguel Hidalgo y Costilla,  reconocido como el primero en alolir tal aberración humana en toda América Pero, la proclama de “una Patria sin indigentes  ni privilegios” de José María Morelos y Pavón,  no sólo persiste y aumenta  sino la concentración económica y los privilegios en una cuantas familias nacionales y extranjeras  va mucho más allá de la previsión histórica del generalísimo Morelos.
  
Ni la Patria del Grito de Hidalgo ni la proclama en los Sentimientos de la Nación de Morelos, sirvieron a los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón para convocar al pueblo de México a la reflexión, el análisis, al estudio y a  la crítica para retomar el rumbo de la Nación, como la coyuntura excepcional y única antes de arrancar con las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana. No, inútiles fueron los llamados,  simplemente con “bombo y platillo” y todos los reflectores de los monopolios televisivos, las anunció como la “gran fiesta nacional” y nombró al ingeniero Cuahtemoc Cárdenas, como coordinador general, quien más pronto que tarde renunció al puesto, para  ser ocupado, también de manera temporal,  entre otros distinguidos personajes por Sergio Vela y Rafael Tovar y de Teresa,  hasta llegar a designar responsable a dependencias no como Conaculta  sino al Turissste, con la secuela de vicios y corruptelas dadas a conocer por la prensa nacional, como el famoso monumento , entre otros  en toda la República, “Estela de Luz” en la ciudad de México.     
 
Otro momento de nuestra historia fue la Patria de Benito Juárez, aquella que liberó batallas contra ejércitos napoleónicos invasores, aquella que también quedó libre de emperadores  en México de la realeza de los  Habsburgo,  de las  juntas de notables,  de arzobispos y cardenales. Todo ello  para llegar a tener una  Patria justa y libertaria. Una  Patria creadora de un Estado moderno y laico, al separar jurídicamente a la iglesia del Estado. Ninguna otra nación llevó a cabo un hecho político tan trascendente en el siglo XIX. La dignidad republicana era el signo distintivo de la Nación.  Al igual que el derecho y el respeto entre las naciones. Pero todos estos principios que  llevaron a la “Suave Patria” al altar de la dignidad, el prestigio y el respeto, después del nacionalismo revolucionario, llegó el liberalismo a ultranza del salinismo y el conservadurismo del panismo-- actualmente en el poder-- y acabaron con los  principios  republicanos que le dieron  prestigio y  respeto, tanto dentro como fuera del país.

Sólo cuatros “perlas” de estos desfiguros gubernamentales: Salinas de Gortari, después del fraude electoral del 1988 contra Cuahtemoc Cárdenas,  en su afán de legitimarse, no sólo echa por tierra el principio histórico de la separación del Estado y la Iglesia sino lo amarra a las sotanas de la jerarquía católica; inmediatamente después, la independencia y la soberanía del país las  encadena a los intereses transnacionales de la economía y  la política de los Estados Unidos con la firma del Tratado de Libre Comercio. Mientras que    Vicente Fox, tan ajeno a la ignorancia que lo caracteriza,  no solo tuvo la irreverencia de mochar la  heráldica identidad de la Patria, el Escudo Nacional, sino que ordenó retirar  de sus oficinas todas las  fotografías y óleos del Benemérito de las América, Don Benito Juárez.

El otro momento histórico es nada menos que la Revolución Mexicana. La primera  revolución social del siglo XX.  La que plasmó las aspiraciones políticas y de organización del pueblo en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos  y, promulgada en 1917. La primera en el mundo en reconocer el derecho de huelga de los trabajares, los tipos de propiedad de la tierra, entre otros derechos humanos, sociales, políticos y culturales, en la que fue pionera.

 La tierra en nuestros país era  un problema que venía desde la Conquista, cuya característica principal era la concentración de la tierra en unas cuantas manos. El grito de “Tierra y Libertad” de Emiliano Zapata, que fue plasmado en el 27 Constitucional, dio lugar al gran reparto nacional de tierras entre los dueños originales, particularmente  los campesinos. Sin embargo, esta conquista social y económica del pueblo de México vuelve a ser  devastada  por el neoliberalismo a ultranza de Carlos Salinas de Gortari. Las reformas del 27 Constitucional hechas en su gobierno  no sólo están dando lugar nuevamente a la concentración de la tierra, incluyendo las playas, sino que ya no producimos  ni el maíz para las tortillas que comemos. La meta ya no es tener tierra para producir alimentos sino para venderla.  Los antiguos propietarios o campesinos sólo  tienen tres caminos:  como peones o jardineros de quienes compararon sus  tierras-- los nuevos patrones o empresarios--; viajar a las grandes ciudades a buscar  trabajo y,  lo más común, engrosar las filas  de los miles de emigrantes que cada año salen hacia los Estados Unidos. No importa ni la muerte en el desierto de Arizona o en las aguas del  Colorado o el Bravo ni el trato inhumano de la Guardia Nacional o los caza-migrantes, nada de estas penalidades pasa por la mente de nuestros connacionales, lo que importa es cruzar y trabajar del “otro lado”.

La Patria soberana,  dueña de sus recursos estratégicos, de los “veneros del diablo” que nacionalizara para beneficio del pueblo el presidente Lázaro Cárdenas del Río, en 1938, ya están también bajo el mando y los intereses de los Estados Unidos. En 1995, Ernesto Zedillo para salvarse de la crisis económica  firma cuatro convenios con el Fondo Monetario Internacional (FMI).  El cuarto dice que los ingresos petroleros serán depositados en una cuenta bancaria de la Reserva Federal en Nueva York, desde donde se podrá enviar a México esos ingresos por ventas, previa autorización del Departamento del Tesoro…Etc., etc.  Vaya nacionalismo de estos tecnócratas,  que al dejar la presidencia de México o secretaría de Estado, son a cogidos como asesores por las trasnacionales que beneficiaron desde el poder.

Pero ¿Qué pasa en los estados o regiones de la República?  Bueno, las cosas se suceden con la misma parsimonia pero con consecuencias o resultados más perniciosos desde cualquier punto de vista. Veamos  nuestra Patria Chica: La Sudcalifornia.  Ante la desmemoria y la pérdida de identidad, ante la galopante pérdida de principios y valores patrios y pese a “gritos”, desfiles y discursos oficiales de  políticos y gobernantes, hoy, así como vamos hasta el nombre estamos perdiendo.  La Sucalifornia que esta abierta al turismo,  a la recreación y a la consecuente transculturización,  no sólo su naturaleza esta sufriendo daños irreparables sino que su nombre, como hilo que hilvana nuestra identidad,  como la Patria Chica, lo estamos sustituyendo por el despectivo mote de “Baja”. Este mote que cada día se impone más para nombrar a Baja California Sur no sólo por extranjeros sino por  sudcalifornianos y nacionales, es posible prever, así como van las cosas, que el día de mañana  nuestros hijos o nietos ya no serán sudcalifornianos sino “bajos” o “bajeños”. 


    
  

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