jueves, 24 de diciembre de 2009

JESÚS EN PERSPECTIVA EVOLUTIVA...

Ramón Cota Meza/ MILENIO DIARIO

Los cristianos que asumimos el darwinismo aceptamos la evolución como un hecho y rechazamos la Creación, la Revelación, la Providencia y los milagros, pero buscamos una explicación evolucionista para el amor y el perdón, abominamos de la competencia como ley social y deseamos superar el resentimiento y el espíritu de venganza. Destacados científicos darwinistas no ven contradicción entre ambas posturas, siempre que no se traslapen. Carpetazo. Por otro lado, los sentimientos nobles pueden ser vistos como estrategias de dominio. Inaceptable, aunque ocurre. Darwin vaciló al respecto y decidió no encarar el problema. “Siento como si hubiera asesinado a Dios”, escribió con pesar. Pero si la evolución es ley universal que atraviesa la cultura, el sentimiento cristiano debería ser explicado por ella.
Hasta donde sé, el único que ha propuesto una solución científica al dilema es René Girard, “el Darwin de las ciencias humanas”, porque “propone una dinámica, pone de manifiesto una evolución y suministra una explicación universal” (Michel Serres). Los libros de Girard (La violencia y lo sagrado, El chivo expiatorio y otros, todos en español por editorial Anagrama) exploran cómo pudo haber surgido la esfera de lo sagrado en la evolución de la especie humana. Un resumen de su teoría en Los orígenes de la cultura. René Girard, conversaciones con Pierpaolo Antonello y Joao Cezar de Castro Rocha (Trotta, 2006).
Girard se remonta a las crisis de violencia recurrentes de la horda primitiva por escasez de alimento, epidemias, plagas, invasiones violentas de otros grupos humanos y animales, desastres naturales, etcétera. La respuesta automática a tales crisis era culpar a un miembro o a una minoría de la horda, de preferencia los deformes, los gemelos, las mujeres atractivas o enigmáticas, los más fuertes, los más altos, los más bajos, los más dotados, los más bellos, en fin, aquellos distintos al común. Los individuos que reunían estos perfiles eran candidatos firmes a ser sacrificados en las crisis de violencia unánime. (Dicho sea de paso, este es el origen del igualitarismo).
Una vez descargada la pulsión homicida, la armonía del grupo se restablecía. Lo interesante en la visión de Girard es que los sacrificados resultaban divinizados porque se les atribuía la recuperación del equilibrio. Así surgió el panteón politeísta (dioses especializados para cada circunstancia), sucesión de chivos expiatorios cuyo sacrificio mantenía la cohesión del grupo mayoritario. El motor de este proceso es el deseo mimético. Todo empieza con el deseo de alguien por apropiarse o diferenciarse de los atributos de una persona o grupo (envidia). La horda lo sigue. Así se genera una escalada de violencia que culmina en la crisis sacrificial. En la edad de piedra los individuos sacrificados eran lapidados. El montón de piedras sacrificiales es el origen de las pirámides.
La expresión “chivo expiatorio” corresponde a un estadio superior al de la horda primitiva, uno donde los sacrificios humanos fueron sustituidos por sacrificios de animales, pero la pulsión es la misma. En la tradición bíblica esta pulsión se expresa en la parábola de Abraham, que se salvó de sacrificar a su propio hijo, obedeciendo hasta el último momento el mandato de Dios. Abraham representa la transición del sacrificio humano al sacrificio de animales. La trascendencia de la saga bíblica consiste en la superación del sacrificio sangriento por la reconciliación y el perdón. La eucaristía de la misa cristiana es un sacrificio incruento. Esto es lo que distingue al cristianismo de otras religiones. La religión musulmana sigue dominada por el espíritu de venganza. La religión budista no, pero disuelve la conciencia en la indiferencia del nirvana. Sólo el cristianismo se funde con el mundo, problemático pero abierto a la comprensión y sin violencia.
La trascendencia de Jesús es que rompe el círculo de violencia homicida, aceptando su sacrificio en conciencia. Antes de Jesús, los sacrificados eran considerados culpables de las crisis, pero luego se les divinizaba. A partir de Jesús, el sacrificio es libremente asumido por la persona. El sacrificado ya no es culpable, sólo es diferente. ¿Qué tiene que ver esto con la evolución natural? Tiene que ver con el hecho de que individuos de la especie, en ejercicio de su libertad, aceptan sacrificarse por la cohesión del resto. Llámalo fatalidad o amor fati. El darwinismo no tiene respuesta, pero no es hostil a este hecho.
En esta línea, la metafísica no es necesariamente falsa; es una estrategia de adaptación espiritual por la conciencia de la fragilidad y la fugacidad de la existencia. Los filósofos le llaman “consuelo metafísico” o “salto de la fe” pero, a diferencia del nihilismo, no es una postura perniciosa. La vocación filosófica o actitud intelectual ante el mundo es la instancia sacrificial por excelencia, pero no es la única. Todo lo bueno y duradero en la vida proviene del sacrificio. Para la conciencia hedonista y la pulsión adquisitiva de nuestra época, Jesús no ha de ser muy popular, aunque se le reverencie.blascota@prodigy.net.mx

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