miércoles, 17 de febrero de 2010

LA PRESENCIA DE ALBERTO


LA última vez que tuve oportunidad de saludarlo, fue a mediado de los 90 en la sede del PRI en Tijuana. “No te desarraigues, mi Mundo, tú tierra te necesita”, me dijo dándome un cálido, patriarcal abrazo, con esa voz que en la memoria afectiva resonaba como el nostálgico eco del bajo o sax tenor de la orquesta de los Hermanos González , o de Rafael Castro, en una de esas noches del Baile Blanco y Negro en El Perla.
Me calaron muy hondo sus palabras, pues estaban dirigidas sin el menor asomo de reproche, a uno de los más puntuales críticos de su mandato. Una crítica enfocada –ojo- al lenguaje político, a los excesos de la retórica regionalista en boga, y del priísmo del carro completo, sin dejar de reconocer su valiosa obra material.

Mis primeras imágenes de Alberto se remiten a la primera infancia (ando entrando apenas en la segunda), cuando en sus tiempos de Delegado de Gobierno de La Paz, pasaba a saludar a la(s) familia(s), y a preguntar qué se nos ofrecía.

Una mañana me tocó presenciar la llegada del Delegado en busca de mi abuelo, con una mala noticia: “No se preocupe por el Beto, don Federico- le dijo dándole un abrazo-, allá lo tenemos bien guardadito; no lo podemos liberar todavía porque los policías están muy lastimados.”.

Había sido otro de los constantes pleitos del problemático hijo consentido, y no había más que pagar la multa y los gastos correspondientes a los afectados. Mi abuelo se puso su camisa blanca abotonada hasta el cogote y su sombreo de fieltro gris, saltó al volante del Chevy 49, y allá vamos rumbo al Sobarzo con un estruendo ensordecedor por el pedazo de llanta que el bienamado Loco había colocado en la boca del mofle del pick up.

Cuando llegamos, el detenido no estaba tras las rejas, sino en la oficina del señor Delegado – quien le estaba dando una enérgica reprimenda que se escuchaba hasta la acera de la Altamirano- con esa carita de inocente evocadora del Pedro Infante hijo de Fernando Soler en la Oveja Negra
En la escuela 18 de Marzo, tuve como compañeros al Calín y al Nuny, los dos hijos varones mayores de Alberto, amigos de la misma calidad humana de su padre y de su madre. Nos volvimos a encontrar en el DF de los 70 y 80s, donde reafirmamos nuestra amistad y vivimos plenamente nuestro tiempo.
La familia Alvarado Soto vivía en la calle Aída, en San Ängel, en una casa de clase media alta, hasta donde llegábamos los amigos con cualquier pretexto, mientras el entonces Delegado de Tláhuac, Alvaro Obregón, y luego senador de la República se daba tiempo para compartir con los amigos de sus hijos, siempre interesado por saber cómo andaban las cosas en el terruño.
Algunos fines de semana nos íbamos a la casa campestre de Tláhuac, a sabrosos convivios que incluían cerrados duelos de volley ball entre la “palomilla” y un grupo parlamentario encabezado por Alberto.
Alguna vez- cómo olvidarlo-, en una de esas noches de juerga al lado del futuro cineasta todosanteño, JM Moreno, ya de retirada a bordo de mi vochito 74 de monumentales llantas y estéreo cuadrafónico, se me hizo fácil pasarme un alto en pleno cruce de Insurgentes y Reforma, como a eso de las 3 de la mañana.
Cuando pensamos que ya la habíamos librado, vislumbramos las inconfundibles luces giratorias de las sirenas policíacas, pero en vez de detenernos, emprendimos la fuga. Dimos vuelta en U y durante un buen rato jugamos al gato y el ratón con las patrullas, hasta que, ya en la del Valle, caímos en una calle cerrada. Y… Al tambo, a los separos que estaban cerca del parque del Seguro Social, por la Cuauhtémoc.

Como tenía examen oral de Teoría del Estado, con el ogro de Jorge Moreno Collado, a las ocho de la mañana, , no se me ocurrió otra cosa que la desfachatez de exigir el derecho de una llamada telefónica y marcar el número de…Alberto Alvarado Arámburo, con la esperanza de que me contestaran el Nuny o el Calín, para no molestar al senador.
Respondió el Nuny, quien una vez enterado de la situación me dijo sin admitir réplica: “Tranquilo, ahorita le aviso a mi papá”. Quince minutos después, ya estábamos fuera con una cruda moral de la chingada. Ese era Alberto, el sudcaliforniano solidario con su gente fuera de la tierra nativa.
En 1975, al concluir la carrera de Derecho, hicimos un viaje al Caribe en mi Opel 69, de cuatro gargantas y cinco velocidades. Mi compañeros de viaje eran mi condiscípulo en la facultad, Héctor Cortés Coronado(hijo de la entonces diputada mexicalense, Berta Coronado), y Juan Carlos Alvarado Soto…Jóvenes de nuestro tiempo, el Héctor traía una barba a la Charles Manson y una hippiosa cabellera que le llegaba hasta las rodillas, y así llegamos hasta la casa de Aída por el Nuny…Nos recibió Alberto con una sonrisa y la mirada clavada en la pelambre del Hectorín.
Pasamos a la sala, y mientras el Nuny se alistaba, el senador nos puso al tanto de las condiciones políticas, culturales, sociales, e incluso climáticas de los territorios nacionales que nos disponíamos a conquistar.
“Tengan mucho cuidado- nos dijo-, no lleven riesgos. El presidente Echeverría acaba de estar en Tabasco y Veracruz, y el boom petrolero ha generado algunos problemas de seguridad. Pública. Suerte”.
Y vaya que la tuvimos…En las playas de Cancún nos encontramos con una bellas italianitas, florentinas ellas, que nos llevaron hasta…. hasta…mmm… F(B)elice.
A 14 años de su asesinato en la esquina de Miguel Angel de Quevedo y Universidad, no muy lejos de su casa, la figura de Alberto se engrandece, en tremendo contraste con la miseria política y moral de los actuales depredadores de su amada tierra.
Quienes se asumen como herederos directos de su legado político, deben tener mucho cuidado de no transpolar literalmente sus palabras. ¿Cuál sería “nuestro futuro “en un mundo globalizado, regido por la inercia de los mercados, con una población mayoritariamente fuereña, y en plena crisis generalizada de valores? Por respeto a la memoria de Alberto, urgiría actualizar estos conceptos.
Porque Alberto NO era un hombre ignorantón como ciertos bultos. Y si no que lo diga el músico Daniel Tuchmann, a quien en una de esas reuniones de la sudcalifornidad en el DF, le espetó:” Mira Dany..!! la Historia no se escribe con un saxofón!!”


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