jueves, 14 de abril de 2011

JORGE CASTAÑEDA: San Fernando: migración y narco

REFORMA                                  Jueves 14 de abril de 2011

Jorge Castañeda

Un antecedente de la nueva tragedia de San Fernando se remonta a otra, la del 6 de abril de 1996 en Temecula, California. Ahí fallecieron siete indocumentados mexicanos, 18 más gravemente heridos al volcarse una camioneta en las montañas de Santa Rosa perseguida por la patrulla fronteriza. ¿Qué tiene que ver?, lo siguiente: esos migrantes mexicanos fallecieron porque intentaron entrar a Estados Unidos por una zona nueva y más inhóspita, pues el cañón Zapata, en Tijuana, fue cerrado progresivamente entre 1994 y 1996 por el muro que construyó Clinton desde playas de Tijuana hasta más allá de la mesa de Otay, así como por el fortalecimiento de la patrulla fronteriza en 1994 y por las reformas a las leyes de asistencia social en Estados Unidos en ese año, después de la derrota demócrata en las elecciones previas.
Después de varios accidentes en esa zona y al comprobar que no era un paso sencillo, polleros y "pollos" mexicanos y centroamericanos, buscaron otra entrada, y a partir de 1999, más o menos, lo encontraron en Sásabe, en la frontera de Sonora con Arizona, por donde desfilaron millones de ellos entre 2000-2007: un desierto más inhóspito y peligroso que Santa Rosa. Había víboras y tepocatas de verdad, un calor infernal de día y un frío intenso de noche; cientos de migrantes perdieron la vida, uno al día en 1999 y más de uno al día en el peor momento, en 2000. En otras palabras, al cerrarse el cañón Zapata el flujo migratorio se trasladó hasta el oriente, a Santa Rosa; al volverse más peligrosas, el flujo se volvió a desplazar, ahora al desierto de Sonora.
A partir de 2006 y 2007, con la derrota de los dos intentos de reforma migratoria, el nuevo fortalecimiento de la patrulla fronteriza y la construcción del muro de Bush en esa zona empezó a cerrarse el desierto de Sonora y el cruce por Sásabe. Al coincidir ese cierre con la recesión de Estados Unidos de 2008 y 2009, los flujos migratorios se desplazaron nuevamente hacia oriente, pero a menor velocidad que antes. A partir de la recuperación del 2010 empezaron a crecer los flujos y a correrse aún más hacia el este: el cruce por el Río Bravo y la entrada a Texas por Tamaulipas.
En teoría, el cruce por el río en esa zona y a un estado mucho menos resguardado que California y que Arizona, no debió haber implicado mayor riesgo ni mayores consecuencias para los migrantes. El problema es que ni los norteamericanos, ni los indocumentados, ni las autoridades mexicanas previeron que por esa zona se estaba desatando una guerra entre zetas, el cártel del Golfo, el gobierno mexicano y quién sabe quién más. Así, empezaron a sobreponerse las rutas migratorias y las del narco, y seguramente a encarecerse los precios que cobran los polleros. Eso volvió mucho más atractivo el negocio de los coyotes, por un lado, y por el otro la cercanía con las zonas de operación de los cárteles hizo que aumentara exponencialmente el riesgo de muerte para los migrantes.
Se podrá preguntar por qué no sucedió en Ciudad Juárez antes, que siempre había sido una ciudad de paso de droga muy importante hacia Estados Unidos. En efecto, pero no de migrantes. Los migrantes que iban a California, todavía el destino de casi la mitad de los indocumentados latinoamericanos, pasaban por Tijuana y Sásabe; los mexicanos que ahora tienden a irse hacia Georgia, Florida, Carolina del Sur y Norte, o Nueva York, e incluso Chicago, tratan de pasar por el río. Pero nunca nadie trató de cruzar por Ciudad Juárez porque no había a dónde ir del lado norteamericano.
 Si esto es así, comprobamos una vez más que las decisiones migratorias tomadas por Clinton, Bush e incluso por Obama tienen consecuencias perversas, imprevistas e involuntarias. Obviamente nadie en Estados Unidos ni en México buscó redirigir los flujos migratorios a la zona de guerra del narco para que los sicarios acabaran con los indocumentados. Pero eso es lo que está sucediendo y es la razón de las tragedias de San Fernando. O tal vez no.

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