Periodico A M 07 Abril 2012
JAIME SÁNCHEZ SUSARREY
1.- Miguel de la Madrid fue informado la noche del 31 de agosto de 1982 de la decisión del presidente López Portillo: la banca sería estatizada y se instauraría el control de cambios. Previamente, López Portillo había consultado al Presidente electo quien se había manifestado en contra. No importó. La mañana del primero de septiembre de 1982, durante el Sexto Informe de Gobierno, el Presidente de la República dio el albazo. Nadie lo esperaba.
De ese modo, López Portillo violaba una regla no escrita de la sucesión presidencial de aquellos años: la de tomar una decisión de esa magnitud e implicaciones al margen de la opinión de quien estaba a tres meses de convertirse en el próximo Presidente de la República. López Portillo fue incluso más lejos. Publicado el decreto, declaró que Miguel de la Madrid no era el hombre adecuado para esa medida. Y en efecto, el propio De la Madrid reconoció que él no era el hombre adecuado para esa estrategia.
2.- El 19 de septiembre de 1985, un sismo de 8.1 grados en la escala de Richter arrasó con el Centro y la Delegación Cuauhtémoc en la Ciudad de México. Fue un temblor oscilatorio y trepidatorio. De ahí su efecto devastador. El número exacto de víctimas no se conoce, pero el Gobierno estimó que fueron entre 7 y 8 mil personas. Lo cierto es que la ciudad se paralizó. Las comunicaciones se interrumpieron y el Distrito Federal quedó, prácticamente, incomunicado. La respuesta de la gente fue inmediata. Se movilizaron y organizaron para rescatar víctimas, auxiliar heridos y transportar cadáveres.
El Presidente de la República se apersonó en la zona afectada, pero no apareció en televisión sino hasta el día siguiente, después que en la tarde noche del 20 de septiembre se registró una réplica que hizo que el pánico cundiera como epidemia. A partir de ahí, quedó la impresión que el Gobierno de la República había sido rebasado por el desastre. Y en efecto, el propio Miguel de la Madrid reconoce en sus memorias, Cambio de Rumbo, que no había un plan ni estrategia a la altura de la tragedia.
3.- Las víctimas del temblor exigieron, inmediatamente, una respuesta del Gobierno de la República basada en tres exigencias: primero, no admitían ser reubicados, es decir, no querían abandonar la zona donde habían vivido. Segundo, demandaban la puesta en marcha de un programa de reconstrucción con recursos del Gobierno federal. Tercero, planteaban la necesidad de que se expropiaran los predios afectados para iniciar el programa de reconstrucción. Esas demandas se convirtieron en el eje de las movilizaciones y de la organización de los damnificados.
La respuesta del presidente De la Madrid no fue inmediata, pero sí muy rápida. Hacia el 12 de octubre recibió en Los Pinos a los representantes de los damnificados que exigían entrevistarse con él. Como resultado de ese primer encuentro se pondría progresivamente en marcha el programa de reconstrucción. El Presidente de la República publicó un decreto expropiatorio de los predios afectados, se creó un programa de reconstrucción habitacional y se reconoció a las organizaciones de las víctimas como el interlocutor. La reconstrucción fue, finalmente, un éxito.
4.- Miguel de la Madrid tomó posesión el 1º de diciembre de 1982 en medio de una crisis sin precedente: el País se encontraba al borde de la moratoria, las devaluaciones de 1982 llevaron el dólar de 20 pesos a mucho más de 70, la estatización de la banca dividió a la sociedad y se organizaron una serie de protestas, el desprestigio del presidente saliente, José López Portillo, estaba en su cenit. No sorprende, por lo mismo, que De la Madrid afirmara al asumir la Presidencia: no permitiré que el País se me deshaga en las manos.
La crisis de 1981-82, incluida la expropiación de la banca, no era un acontecimiento coyuntural que pudiera repararse con 2 ó 3 cambios menores. Era el fin de un modelo que Luis Echeverría (1970-1976) y López Portillo (1976-1982) habían llevado al límite. La estatización de la economía (más de mil empresas paraestatales, entre las que se encontraban restaurantes y fábricas de bicicletas), con el consecuente déficit fiscal, y el proteccionismo (una economía cerrada, sin competencia) eran las características dominantes.
5.- La receta del presidente De la Madrid fue simple, pero tocó el meollo de la cuestión: inició el proceso de liquidación de las empresas paraestatales que eran innecesarias y que grababan fuertemente el presupuesto federal y al mismo tiempo, promovió la entrada de México a la Organización Mundial de Comercio (entonces GATT) para abrir la economía e incrementar la productividad. Fue un giro de 180 grados respecto de las coordenadas fundamentales de Luis Echeverría y López Portillo. El proteccionismo y el estatismo recibirían cristiana sepultura.
La reacción de los priístas “ortodoxos” fue inmediata. Denunciaron una traición a los principios revolucionarios que atentaba contra la soberanía nacional. Fue, así, como nació la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo. Su exigencia era la corrección del rumbo o, en su caso, la apertura de la elección del candidato del PRI a la Presidencia de la República para impedir que llegara un continuista de las políticas de De la Madrid.
6.- A la distancia, es evidente que Miguel de la Madrid no se equivocó en el diagnóstico ni en la medicina aplicada. Con él iniciaron las reformas que introdujeron a México en el Siglo XXI. Su gestión puede resumirse en dos palabras: fue un Presidente responsable que ajustó sus decisiones al valor que él consideraba supremo en política: la eficacia.
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