Bobby García.
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La ciudad de Guerrero Negro se fundó el 7 de abril de 1954, es decir, el sábado pasado (7), cumplió 58 años. Está a 220 km . de Santa Rosalía hacia el norte. Hay que pasar por las cuestas del Infierno y Las Vírgenes, luego a San Ignacio y a Vizcaíno. De la “y” y de la gasolinera, hay 70 kilómetros más para llegar a mi ciudad impensada. Actualmente es una ciudad sui generis que impacta desde muchos kilómetros antes de llegar: la fila de postes de la luz, que corren paralelos a la carretera, adquieren un matiz plomizo y en la distancia se van perdiendo entre la niebla que poco a poco se traga el desierto, la arena, tu coche y tu alma. Cuando faltan unos 10 kilómetros , allá al fondo, y en línea con la carretera se dibujan caprichosas figuras -¿de arena?- que parecen una gran ciudad transparente. Luego tus ojos deletrean figuras que parecen pinos, montañas o nubes. Ya cerca, y a la derecha, observas retratada entre la niebla una silueta que parece una “z” gigante o una espada. Poco a poco la silueta se retrata en tus pupilas y caes en cuenta de que es “el águila granítica” que otea el horizonte desértico donde parece que no hay nada pero sí hay. El Paralelo 28 divide los dos estados: Baja California y Baja California Sur. Las siluetas vaporosas adquieren forma definida y ahora son pinos australianos y casas. ¡Y resulta
que muchos piensan que Guerrero Negro es un desierto! Es mi ciudad impensada que por la terquedad del doctor Julio César Peralta Gallegos me permitió hurgar en sus entrañas para mirar el alma cristalina de sus moradores… en Guerrero Negro puedes escuchar la experiencia del silencio y voltear al médano para transformarte en estatua de sal… las mujeres de la Ciudad del canal no paren hijos, paren voces preñadas de borrasca y sal. Esa, mi ciudad impensada, que me permitió llenarme de pesadas nostalgias, hartarme de abrazos y saludos, de sal, soledad y desierto. Esa, mi ciudad, que me permitió vibrar con Playa Malarrimo, hilvanada con leyendas y fantasmas: En Playa Malarrimo cada 7 de abril se levanta una densa niebla que dibuja caprichosas figuras de fantasmas, querubines, barcos piratas y el Black Warrior. Ya para llegar miras una lengüeta de concreto, de varios kilómetros y es el Boulevar Emiliano Zapata. Conserva su toque sui generis –como toda la ciudad- ya que parece emerger de la soledad; se antoja enorme en esa soledad aparente que te asalta por los cuatro costados. El Zapata está flanqueado por los comercios de los hijos de la sal, que en los días borrascosos, que son la mayoría, parece que venden mercancías a siluetas de arena, que no son, que son silencio y soledad. Y te adentras por sus callejuelas “medanescas”, caprichosamente zigzagueantes, para toparte con los fantasmas del desierto. ¡Los mirarás, como yo los miré! Recorrer el desierto en su tarea hedonista: va y viene empujando su carretilla llena. Un par de tenis viejos, un moledor de café, un guante de béisbol, un raspador de queso, tres playeras, un rollo de alambre de púas, un bat, zapatos y zapatillas, una lona enrollada, dos chamarras, una caja de bolero, una cobija, un acumulador, una boya de Playa Malarrimo, un pedazo de cabo amarillo fornicador de arenas, un Águila Pescadora disecada, un martillo, cinco kilos de esperanza envuelta en terciopelo verde y dos bolsas de papel llenas de viento del norte. Lo mirarás como yo lo vi, descargar su carretilla al pie de la barda del restaurante Malarrimo. Deja al último el terciopelo verde y las dos bolsas de papel. Lo mirarás hacer una reverencia y mirar al cielo. Poco a poco irá colocando todas las cosas en la carretilla dejando al último los cinco kilos de esperanza y el viento del norte. Cuando coloca el terciopelo y las bolsas, como estatua mira al cielo, abre sus brazos en cruz, se persigna… ¡y otra vez el regreso y así día con día va y viene con su esperanza y el viento del norte. Mi correo: raudel_tartaro@hotmail.com
PASEMOS EL RUBICÓN: Esa es mi ciudad impensada, la que me permitió platicar con las dunas, con los cabos amarillos fornicadores de arena. La que me permitió escribirle su novela llamada “La ciudad del canal”. La que me permitió acompañar a los Sísifos hedonistas en su tránsito llevando la esperanza y el viento del norte. La que me permitió escuchar los latidos del panteón clandestino y los niños que pasean por la fila de pinos y platicar con doña Cloty, que en el gimnasio miró una niña del panteón. Esa, mi ciudad impensada que me permitió conocer al Machote, amigo y sombra de mi compañero Paco Flores. Esa, mi ciudad impensada, que este siete de abril cumplió 58 años, la que ha sepultado a casi todos los pioneros pero que nunca sepultará sus huellas luminosas que siempre encontraron el mapa de sus pasos aunque el viento se lo escondiera ¡todos los días! Alea Jacta Est. 13-04-12
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