lunes, 23 de abril de 2012

NUESTROS CENTROS HISTÓRICOS Y LA PROPAGANDA POLÍTICA


                                   
                                                                          Por José Luis Vázquez Ceja

Sólo uno de los candidatos a senador de la República por el Partido de Acción Nacional ha colocado cuatro mantas en dos inmuebles del Centro Histórico de la ciudad de La Paz. Además, para hoy domingo 22, en la calle de Mutualismo, entre Ocampo y callejón Cabezud, aparecieron dos bardas pintadas con propaganda del candidato a senador y de la candidata a la presidencia de la República. Ello da lugar a tomar nota y a constatar de manera respetuosa que ninguno de los otros candidatos a senadores y diputados federales del resto de los partidos políticos nacionales han colocado propaganda política alguna ni en el Centro Histórico de La Paz ni en el resto de los Centros Históricos de las demás ciudades y pueblos de la Entidad.
De lo anterior se hace patente  que excepto uno y una de los contendientes políticos, todos los demás en espíritu y en los hechos no sólo están respetando  una legalidad, ganada por el uso y la costumbre, sino una legitimidad histórica del alma colectiva de toda una comunidad que es, en primera y última instancia, la dueña y la responsable de conservar de manera digna y responsable nuestros Centros  Históricos.
Por qué conservar los Centros Históricos?
Muchas razones existen para valorar, conservar y respetar los Centros  Históricos de nuestros pueblos y ciudades. Estas van desde las míticas, tradicionales, culturales e históricas hasta las de índole legal. Estas, generalmente, no son excluyentes sino complementarias, dependiendo de las circunstancias, para alcanzar y mantener un desarrollo armónico de los propios centros históricos que, metafóricamente hablando, son  las arcas donde se guarda la memoria, la identidad y la pertenencia de sus pobladores, pero también espacios de encuentro para quienes los visitan.
El nombre de la mítica California
Entre las míticas o mágicas está el nombre mismo de la California, en ella está el origen ancestral de nuestra identidad  y  pertenencia. Como Californe su nacimiento viene desde  el  778,  año en que Carlomagno pierde a su fiel escudero Rolando, que tiempo después Garci Ordoñez de Montalvo, en su popular novela de caballería Las Sergas de Esplandían (Amadís de Gaula), recoge el nombre de Californe como uno de los países que se sublevaron contra Rolando.
Como bien lo resume Fernando Jordán, en su clásico libro, el Otro México, supieron de la mítica California Hernán Cortés y Nuño de Guzmán, después el capitán rebelde Fortún Jiménez la descubre y un burlón enemigo de Hernán Cortés, a quien un escritor de la época cita como Alarcón, la bautiza con el nombre de la legendaria California para ridiculizar a Hernán Cortés cuando éste pretendió conquistarla en 1535. Así fue, al decir del historiador Miguel León Portilla, como la California hizo su aparición en la primigenia frontera entre la leyenda y la realidad.
Intentos y fracasos por  conquistar la California
Después vendría otra serie de fracasos de quienes a lo largo de más de siglo y medio (1535-1697) intentarían establecerse en la California. La permanencia llegaría con la función de la Misión de Nuestra Señora de Loreto por el jesuita Juan María de Salvatierra, que de un modo u otro trajo consigo una irradiación cultural no sólo contrastante con la de los  pueblos originarios,  los Californios,  sino influyente en la fundación de más cuarenta misiones, tanto en la Baja como en la Alta California.
Un ejemplo que ilustra la serie de intentos y fracasos para establecerse en la enigmática y atrayente California, lo tenemos en la ciudad de La Paz, antes de su fundación definitiva en 1830. Mínimo fueron cinco intentos en un lapso de casi tres siglos (1535-1830), según lo relata el emérito historiador Pablo L. Martínez.
Todo empezó con el  propio Hernán Cortés (1535); después Sebastián Vizcaíno (1596); luego Isidro de Atondo y Antillón, acompañado del jesuita Francisco Eusebio Kino (1683); llegarían después los jesuitas Juan de Ugarte y Jaime Bravo a fundar la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz, misma que en 1748 fue trasladada a Todos Santos con el nombre de Nuestra Señora del Pilar de Todos Santos, y fue hasta 1830, gracias a  temblores y “chubascos” que sufrió Loreto,  que La Paz, de simple alcaldía, con unos cuantos habitantes, pasó a ser la Capital de la Antigua o Baja California.
Sudcalifornia y la cultura universal
Quizá no haya en la República un estado como Sudcalifornia donde la unión de la geografía, la naturaleza  y la  historia sea tan determinante en la identidad y pertenencia de sus gentes y de su propia evolución social. Desde siempre, las mentes más brillantes del mundo han abordado temas relacionados a los diferentes y diversos aspectos de la California peninsular.  El doctor Miguel  León Portilla nos dice que sólo entre los años que van del 1535 a 1964, Ellen Catherine Barret (EU) reunió y publicó 5 mil títulos referentes a su historia, geografía, arqueología, flora y fauna, en fin toda suerte de publicaciones sobre el pasado y presente de la Baja California.
Seguramente, después de casi medio siglo, dicha cantidad se ha  duplicado. Sólo en el tema de las pinturas rupestres, la arqueóloga María del Carmen Casado compiló un millar de títulos y la región sobre la que más se ha escrito y publicado es la de Baja California Sur. Las referencias son más que sorprendentes, pero lo más satisfactorio también es que desde sus origines la Antigua o Baja California  ha estado ligada al conocimiento y a la cultura universal.
Los Centros Históricos, arraigo e identidad
Después de expulsados los jesuitas de todos los dominios españoles por órdenes del rey Carlos III, en 1768, pero sobre todo, después que los Estados Unidos nos arrebataran la mitad del territorio en un guerra injusta y desigual (1848), la política de los sucesivos gobiernos fue  poblar y fundar pueblos en la California. Fue así como nuestros pueblos y ciudades, exceptuando los pueblos mineros, no misionales sino seculares,  de real de Santa Ana, El Triunfo  y real de San Antonio, y  siguiendo la ruta de las misiones desde San Ignacio hasta San José del Cabo, tienen su origen y traza urbana en el lugar o en el entorno donde fueron construidas las 17 misiones por los misioneros jesuitas, catorce todavía en pié antes de ser expulsados.
Estos Centros Fundacionales o Históricos son nuestra herencia, nuestro arraigo e identidad, en ellos  se en encuentra el mayor número de bienes culturales (300 inmuebles inscritos en el Catálogo de Monumentos Históricos, construidos entre los siglos XVII y principios del XX,  incluido el paisaje natural y urbano), además de todos aquellos inmuebles que por su arquitectura tradicional o vernácula se encuentra ubicados en estos espacios. Sin dejar de considerar nuestros malecones, los cuales  no sólo fueron la única puerta de entrada a nuestros pueblos y ciudades sino lugares y paisajes de encuentro por donde a diario la vida pasa. Todos ellos  representan los nexos que nos unen a nuestro pasado, y nos permiten comprender nuestro presente y enfrentar el futuro.
Las nuevas ciudades
Tanto Santa Rosalía y Guerrero Negro como Ciudad Constitución e Insurgentes, aún cuando son ciudades mucho más recientes, cuentan igualmente con un patrimonio histórico y cultural moderno o contemporáneo, pero igualmente valioso. De éstas sólo haremos mención a la más antigua, que es Santa Rosalía. Esta nace después del contrato firmado por el gobierno de México y la Casa Rothschild y el banco Mirabean en 1895 para la explotación del cobre a cargo de la compañía “El Boleo”.  Desde entonces se fue conformando  una ciudad con una traza urbana y una arquitectura diferente a la mayoría de los pueblos y ciudades no sólo de Sudcalifornia sino de México.
Declaratorias: una sí y 16 pendientes
Hasta la fecha, sólo el Centro Histórico más joven, con un poco más de un siglo, que es el de Santa Rosalía, cuenta con declaratoria de Zona de Monumentos Históricos, según decreto presidencial del 24 de noviembre de 1986, mediante la cual se inhibe no sólo la colocación de propaganda política durante los  procesos electorales sino cualquier otro tipo de publicidad que vaya en contra de la imagen urbana de la zona declarada histórica. Tal declaratoria constituye, obviamente, el andamiaje indispensable para la protección y conservación del patrimonio cultural de Santa Rosalía. ¿Pero que pasa con los 16 centros históricos que, exceptuando Santa Agueda, rondan en promedio con más 300 años de antigüedad, mismos que hasta están pendientes de tales declaratorias?
Podríamos intuir que nuestras autoridades de los cinco municipios están conscientes de que ésta es una tarea pendiente y que seguramente, apoyadas y/o asesoradas por el Centro INAH de Baja California Sur, se avocarán a conformar un programa de trabajo que tenga como objetivo realizar los estudios de cada uno de los 16 centros históricos para  obtener las declaratorias de Zona de Monumentos Históricos.  Incluso, nuestras autoridades municipales pueden estar seguras que tales declaratorias son mucho más redituables desde una perspectiva histórica, cultural y turística  que los programas de moda como “pueblos mágicos” o “ciudades emergentes”. En tal caso, los primeros allanan el camino a los segundos.  
Esta es la relación de centros históricos pendientes de declaratorias de Zonas de Monumentos Históricos.  En el municipio de Mulegé:  Centro Histórico de Santa Agueda, Centro Histórico  de San Ignacio y el Centro Histórico de Mulegé; en el municipio de Loreto: Centro Histórico de Loreto y el Centro Histórico de San Javier; en el municipio de Comondú: Centro Histórico de San Luis Gonzaga, Centro Histórico de San José de Comondú, Centro Histórico de San Miguel de Comondú y el Centro Histórico de La Purísima; municipio de La Paz: Centro Histórico de La Paz, Centro Histórico de San Antonio, Centro Histórico de El Triunfo, Centro Histórico de El Rosario y el Centro Histórico de Todos Santos; y en el municipio de Los Cabos: Centro Histórico de San José del Cabo y el Centro Histórico de Santiago.
Conclusión
Sólo esperemos que en Sudcalifornia la prudencia y el respecto imperen sobre imposición y la sanción en nuestros Centros Históricos para que éstos sigan siendo espacio de todos, pero sobre todo de historiadores, cronistas, poetas,  escritores, artistas, académicos e investigadores, artesanos y albañiles, arquitectos y restauradores. Cada año surgen libros que hablan de esta tierra  y nos descubren nuevos horizontes o reviven historias o leyendas olvidadas. Son libros que nos guían por calles y  banquetas, palmeras y laureles, pozos, piletas y molinos, inmuebles y monumentos. Libros que nos regalan  relatos e historias de casas,  plazas, jardines y bancas,  esquinas y  muros de piedra, de  personajes y  espacios tan propios de cada uno de estos 17 Centros Históricos, que invitan a la creación, a la reflexión y a la lucha por preservarlos.  En suma, cabe decir que en nuestros Centros Históricos se entrelaza la  historia, la cultura y la naturaleza no sólo para el placer y disfrute de quienes en ellos vivimos sino de quienes los visitan.           





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