Por José Luis Vázquez Ceja
Sólo
uno de los candidatos a senador de la República por el Partido de Acción Nacional
ha colocado cuatro mantas en dos inmuebles del Centro Histórico de la ciudad de
La Paz. Además, para hoy domingo 22, en la calle de Mutualismo, entre Ocampo y
callejón Cabezud, aparecieron dos bardas pintadas con propaganda del candidato
a senador y de la candidata a la presidencia de la República. Ello da lugar a
tomar nota y a constatar de manera respetuosa que ninguno de los otros
candidatos a senadores y diputados federales del resto de los partidos
políticos nacionales han colocado propaganda política alguna ni en el Centro Histórico
de La Paz ni en el resto de los Centros Históricos de las demás ciudades y
pueblos de la Entidad.
De
lo anterior se hace patente que excepto
uno y una de los contendientes políticos, todos los demás en espíritu y en los
hechos no sólo están respetando una
legalidad, ganada por el uso y la costumbre, sino una legitimidad histórica del
alma colectiva de toda una comunidad que es, en primera y última instancia, la
dueña y la responsable de conservar de manera digna y responsable nuestros
Centros Históricos.
Por
qué conservar los Centros Históricos?
Muchas
razones existen para valorar, conservar y respetar los Centros Históricos de nuestros pueblos y ciudades.
Estas van desde las míticas, tradicionales, culturales e históricas hasta las
de índole legal. Estas, generalmente, no son excluyentes sino complementarias,
dependiendo de las circunstancias, para alcanzar y mantener un desarrollo armónico
de los propios centros históricos que, metafóricamente hablando, son las arcas donde se guarda la memoria, la identidad
y la pertenencia de sus pobladores, pero también espacios de encuentro para
quienes los visitan.
El
nombre de la mítica California
Entre
las míticas o mágicas está el nombre mismo de la California, en ella está el
origen ancestral de nuestra identidad
y pertenencia. Como Californe su
nacimiento viene desde el 778,
año en que Carlomagno pierde a su fiel escudero Rolando, que tiempo después
Garci Ordoñez de Montalvo, en su popular novela de caballería Las Sergas de
Esplandían (Amadís de Gaula), recoge el nombre de Californe como uno de los
países que se sublevaron contra Rolando.
Como
bien lo resume Fernando Jordán, en su clásico libro, el Otro México, supieron
de la mítica California Hernán Cortés y Nuño de Guzmán, después el capitán
rebelde Fortún Jiménez la descubre y un burlón enemigo de Hernán Cortés, a
quien un escritor de la época cita como Alarcón, la bautiza con el nombre de la
legendaria California para ridiculizar a Hernán Cortés cuando éste pretendió
conquistarla en 1535. Así fue, al decir del historiador Miguel León Portilla, como
la California hizo su aparición en la primigenia frontera entre la leyenda y la
realidad.
Intentos
y fracasos por conquistar la California
Después
vendría otra serie de fracasos de quienes a lo largo de más de siglo y medio (1535-1697)
intentarían establecerse en la California. La permanencia llegaría con la
función de la Misión de Nuestra Señora de Loreto por el jesuita Juan María de
Salvatierra, que de un modo u otro trajo consigo una irradiación cultural no
sólo contrastante con la de los pueblos
originarios, los Californios, sino influyente en la fundación de más
cuarenta misiones, tanto en la Baja como en la Alta California.
Un
ejemplo que ilustra la serie de intentos y fracasos para establecerse en la
enigmática y atrayente California, lo tenemos en la ciudad de La Paz, antes de
su fundación definitiva en 1830. Mínimo fueron cinco intentos en un lapso de
casi tres siglos (1535-1830), según lo relata el emérito historiador Pablo L.
Martínez.
Todo
empezó con el propio Hernán Cortés
(1535); después Sebastián Vizcaíno (1596); luego Isidro de Atondo y Antillón,
acompañado del jesuita Francisco Eusebio Kino (1683); llegarían después los
jesuitas Juan de Ugarte y Jaime Bravo a fundar la misión de Nuestra Señora del Pilar
de La Paz, misma que en 1748 fue trasladada a Todos Santos con el nombre de
Nuestra Señora del Pilar de Todos Santos, y fue hasta 1830, gracias a temblores y “chubascos” que sufrió Loreto, que La Paz, de simple alcaldía, con unos
cuantos habitantes, pasó a ser la Capital de la Antigua o Baja California.
Sudcalifornia
y la cultura universal
Quizá
no haya en la República un estado como Sudcalifornia donde la unión de la
geografía, la naturaleza y la historia sea tan determinante en la identidad
y pertenencia de sus gentes y de su propia evolución social. Desde siempre, las
mentes más brillantes del mundo han abordado temas relacionados a los
diferentes y diversos aspectos de la California peninsular. El doctor Miguel León Portilla nos dice que sólo entre los
años que van del 1535 a 1964, Ellen Catherine Barret (EU) reunió y publicó 5
mil títulos referentes a su historia, geografía, arqueología, flora y fauna, en
fin toda suerte de publicaciones sobre el pasado y presente de la Baja
California.
Seguramente,
después de casi medio siglo, dicha cantidad se ha duplicado. Sólo en el tema de las pinturas
rupestres, la arqueóloga María del Carmen Casado compiló un millar de títulos y
la región sobre la que más se ha escrito y publicado es la de Baja California
Sur. Las referencias son más que sorprendentes, pero lo más satisfactorio
también es que desde sus origines la Antigua o Baja California ha estado ligada al conocimiento y a la
cultura universal.
Los
Centros Históricos, arraigo e identidad
Después
de expulsados los jesuitas de todos los dominios españoles por órdenes del rey
Carlos III, en 1768, pero sobre todo, después que los Estados Unidos nos
arrebataran la mitad del territorio en un guerra injusta y desigual (1848), la
política de los sucesivos gobiernos fue poblar y fundar pueblos en la California. Fue
así como nuestros pueblos y ciudades, exceptuando los pueblos mineros, no
misionales sino seculares, de real de
Santa Ana, El Triunfo y real de San
Antonio, y siguiendo la ruta de las
misiones desde San Ignacio hasta San José del Cabo, tienen su origen y traza
urbana en el lugar o en el entorno donde fueron construidas las 17 misiones por
los misioneros jesuitas, catorce todavía en pié antes de ser expulsados.
Estos
Centros Fundacionales o Históricos son nuestra herencia, nuestro arraigo e
identidad, en ellos se en encuentra el
mayor número de bienes culturales (300 inmuebles inscritos en el Catálogo de
Monumentos Históricos, construidos entre los siglos XVII y principios del XX, incluido el paisaje natural y urbano), además
de todos aquellos inmuebles que por su arquitectura tradicional o vernácula se
encuentra ubicados en estos espacios. Sin dejar de considerar nuestros
malecones, los cuales no sólo fueron la
única puerta de entrada a nuestros pueblos y ciudades sino lugares y paisajes
de encuentro por donde a diario la vida pasa. Todos ellos representan los nexos que nos unen a nuestro
pasado, y nos permiten comprender nuestro presente y enfrentar el futuro.
Las
nuevas ciudades
Tanto
Santa Rosalía y Guerrero Negro como Ciudad Constitución e Insurgentes, aún
cuando son ciudades mucho más recientes, cuentan igualmente con un patrimonio histórico
y cultural moderno o contemporáneo, pero igualmente valioso. De éstas sólo
haremos mención a la más antigua, que es Santa Rosalía. Esta nace después del
contrato firmado por el gobierno de México y la Casa Rothschild y el banco
Mirabean en 1895 para la explotación del cobre a cargo de la compañía “El
Boleo”. Desde entonces se fue
conformando una ciudad con una traza urbana
y una arquitectura diferente a la mayoría de los pueblos y ciudades no sólo de
Sudcalifornia sino de México.
Declaratorias:
una sí y 16 pendientes
Hasta
la fecha, sólo el Centro Histórico más joven, con un poco más de un siglo, que
es el de Santa Rosalía, cuenta con declaratoria de Zona de Monumentos
Históricos, según decreto presidencial del 24 de noviembre de 1986, mediante la
cual se inhibe no sólo la colocación de propaganda política durante los procesos electorales sino cualquier otro tipo
de publicidad que vaya en contra de la imagen urbana de la zona declarada
histórica. Tal declaratoria constituye, obviamente, el andamiaje indispensable
para la protección y conservación del patrimonio cultural de Santa Rosalía. ¿Pero
que pasa con los 16 centros históricos que, exceptuando Santa Agueda, rondan en
promedio con más 300 años de antigüedad, mismos que hasta están pendientes de
tales declaratorias?
Podríamos
intuir que nuestras autoridades de los cinco municipios están conscientes de que
ésta es una tarea pendiente y que seguramente, apoyadas y/o asesoradas por el
Centro INAH de Baja California Sur, se avocarán a conformar un programa de
trabajo que tenga como objetivo realizar los estudios de cada uno de los 16
centros históricos para obtener las
declaratorias de Zona de Monumentos Históricos. Incluso, nuestras autoridades municipales pueden
estar seguras que tales declaratorias son mucho más redituables desde una perspectiva
histórica, cultural y turística que los
programas de moda como “pueblos mágicos” o “ciudades emergentes”. En tal caso,
los primeros allanan el camino a los segundos.
Esta
es la relación de centros históricos pendientes de declaratorias de Zonas de
Monumentos Históricos. En el municipio
de Mulegé: Centro Histórico de Santa
Agueda, Centro Histórico de San Ignacio
y el Centro Histórico de Mulegé; en el municipio de Loreto: Centro Histórico de
Loreto y el Centro Histórico de San Javier; en el municipio de Comondú: Centro
Histórico de San Luis Gonzaga, Centro Histórico de San José de Comondú, Centro
Histórico de San Miguel de Comondú y el Centro Histórico de La Purísima; municipio
de La Paz: Centro Histórico de La Paz, Centro Histórico de San Antonio, Centro
Histórico de El Triunfo, Centro Histórico de El Rosario y el Centro Histórico
de Todos Santos; y en el municipio de Los Cabos: Centro Histórico de San José
del Cabo y el Centro Histórico de Santiago.
Conclusión
Sólo
esperemos que en Sudcalifornia la prudencia y el respecto imperen sobre imposición
y la sanción en nuestros Centros Históricos para que éstos sigan siendo espacio
de todos, pero sobre todo de historiadores, cronistas, poetas, escritores, artistas, académicos e investigadores,
artesanos y albañiles, arquitectos y restauradores. Cada año surgen libros que
hablan de esta tierra y nos descubren
nuevos horizontes o reviven historias o leyendas olvidadas. Son libros que nos
guían por calles y banquetas, palmeras y
laureles, pozos, piletas y molinos, inmuebles y monumentos. Libros que nos
regalan relatos e historias de
casas, plazas, jardines y bancas, esquinas y muros de piedra, de personajes y
espacios tan propios de cada uno de estos 17 Centros Históricos, que
invitan a la creación, a la reflexión y a la lucha por preservarlos. En suma, cabe decir que en nuestros Centros Históricos
se entrelaza la historia, la cultura y la
naturaleza no sólo para el placer y disfrute de quienes en ellos vivimos sino
de quienes los visitan.
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