Archivo hache
2009-07-11•Artes plásticas
Irma Serrano. Foto: Especial
Ni cultura ni contemporánea, esto se llama La regresión de los Hasbeens. Obama —cuyo futuro pinta blanco— morirá como Jackson, oportunidad perdida y… hasbeen.
Así se denomina en inglés al que tuvo éxito, pero después perdió su aura, sin tener la suerte de ser olvidado. Momia mediática, el hasbeen, referencia que devino patética.
El hasbeen no desaparece. “Ahí anda”. Pero las causas de su estrellato están a años luz de distancia. ¿Qué pasó? ¿Por qué todo paró? Preguntas que definen al figurón que ya sólo hace desfiguros. Se le fue el tren.
El hasbeen fue famoso, a diferencia del wanna be, que sólo cree que lo es o lo será pronto. Pero el wanna be es más feliz: su autoengaño es hondo y, ergo, tiene la fortuna de no haber perdido nada: nunca fue célebre. El hasbeen, en cambio, es desdichado. Ajado, perdió Tocho.
Al haber probado miel de cima, y llevar años sin fama neta, no descansa hasta reinstalarse. Pero, depre, no le sale. Anacrónico, da lástima.
No hay términos equivalentes en español: la idea pertenece a una cultura que cree en la ilusión del futuro; mientras que la cultura mexicana no cree más que en la ilusión del pasado. La categoría de hasbeen no puede aquí existir.
En Estados Unidos, Alí Chumacero sería un hasbeen. En México, es una leyenda.
El hasbeen en México es entrañable, como Cepillín; aunque, estrictamente, la obra que hizo un hasbeen —un hasbeen de verdad— tiene que haber perdido vigencia. Y, en cambio, aquí nada caduca —desde las manzanas encarameladas hasta el PRI— lo que llega se queda. (Gloria Trevi debió ser una hasbeen. Pero travolteó. Sólo que sin jamás haber sido cool).
Todo lo pasado de moda será nuestra moda pasado mañana.
“Pasado mañana”, compatriota contradicción, que indica que en castellano el mañana es determinado por el pasado. Presente rete-retro.
El hasbeen real es de sumo peligro; está dispuesto a hacer todo para retornar a la cúspide. No soporta haberse vuelto un loser, otra categoría que en México no existe, porque aquí los vencidos son Los Buenazos.
En México, el ganador es el enemigo público # 1. Los perdedores, todos nosotros, los malqueridos que nos queremos mucho. La derrota en México se llama “injusticia”.
Pero hay algo peor que un hasbeen: ¡el wanna be hasbeen! Aquel que nunca ha contribuido nada pero quiere que le reconozcan Lo Que Hizo (¡NADA!) (…pero él no lo sabe). El wanna be hasbeen ni siquiera es hasbeen.
Hasbeen, La Tigresa; Wanna be hasbeen, el Pato Zambrano.
Aunque, más bien, wanna-be-hasbeen-casi-casi, categoría aparte.
En México no hay hasbeen puros: la dimensión del futuro no existe y el avance es impensable. Si no fuese nacional, casi toda nuestra literatura sería considerada jasbín.
Si los rusos fuesen mexicanos, este siglo no volverían al comunismo. Volverían a los zares.Heriberto Yépez • heribertoyepez@gmail.com
Irma Serrano. Foto: Especial
Ni cultura ni contemporánea, esto se llama La regresión de los Hasbeens. Obama —cuyo futuro pinta blanco— morirá como Jackson, oportunidad perdida y… hasbeen.
Así se denomina en inglés al que tuvo éxito, pero después perdió su aura, sin tener la suerte de ser olvidado. Momia mediática, el hasbeen, referencia que devino patética.
El hasbeen no desaparece. “Ahí anda”. Pero las causas de su estrellato están a años luz de distancia. ¿Qué pasó? ¿Por qué todo paró? Preguntas que definen al figurón que ya sólo hace desfiguros. Se le fue el tren.
El hasbeen fue famoso, a diferencia del wanna be, que sólo cree que lo es o lo será pronto. Pero el wanna be es más feliz: su autoengaño es hondo y, ergo, tiene la fortuna de no haber perdido nada: nunca fue célebre. El hasbeen, en cambio, es desdichado. Ajado, perdió Tocho.
Al haber probado miel de cima, y llevar años sin fama neta, no descansa hasta reinstalarse. Pero, depre, no le sale. Anacrónico, da lástima.
No hay términos equivalentes en español: la idea pertenece a una cultura que cree en la ilusión del futuro; mientras que la cultura mexicana no cree más que en la ilusión del pasado. La categoría de hasbeen no puede aquí existir.
En Estados Unidos, Alí Chumacero sería un hasbeen. En México, es una leyenda.
El hasbeen en México es entrañable, como Cepillín; aunque, estrictamente, la obra que hizo un hasbeen —un hasbeen de verdad— tiene que haber perdido vigencia. Y, en cambio, aquí nada caduca —desde las manzanas encarameladas hasta el PRI— lo que llega se queda. (Gloria Trevi debió ser una hasbeen. Pero travolteó. Sólo que sin jamás haber sido cool).
Todo lo pasado de moda será nuestra moda pasado mañana.
“Pasado mañana”, compatriota contradicción, que indica que en castellano el mañana es determinado por el pasado. Presente rete-retro.
El hasbeen real es de sumo peligro; está dispuesto a hacer todo para retornar a la cúspide. No soporta haberse vuelto un loser, otra categoría que en México no existe, porque aquí los vencidos son Los Buenazos.
En México, el ganador es el enemigo público # 1. Los perdedores, todos nosotros, los malqueridos que nos queremos mucho. La derrota en México se llama “injusticia”.
Pero hay algo peor que un hasbeen: ¡el wanna be hasbeen! Aquel que nunca ha contribuido nada pero quiere que le reconozcan Lo Que Hizo (¡NADA!) (…pero él no lo sabe). El wanna be hasbeen ni siquiera es hasbeen.
Hasbeen, La Tigresa; Wanna be hasbeen, el Pato Zambrano.
Aunque, más bien, wanna-be-hasbeen-casi-casi, categoría aparte.
En México no hay hasbeen puros: la dimensión del futuro no existe y el avance es impensable. Si no fuese nacional, casi toda nuestra literatura sería considerada jasbín.
Si los rusos fuesen mexicanos, este siglo no volverían al comunismo. Volverían a los zares.Heriberto Yépez • heribertoyepez@gmail.com
1 comentario:
Divertido texto. Nos hace comprender algunos conceptos necesarios. Salu2
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