jueves, 23 de julio de 2009

TIJUANA 120...



TIJUANA.- Los fuegos artificiales que iluminaron la noche de julio para celebrar los 120 años de la fundación de esta intensa urbe fronteriza, no lograron inhibir el fuego real del malandrinaje desatado que organizó su propio “festejo” retomando la cacería de inermes policías municipales.
Mientras el ex junior con tendencias pandilleriles, Jorge Ramos, actual alcalde tijuanense, atendía a sus selectos invitados en la Cena de Gala en la explanada de Palacio Municipal, en los alrededores del recinto edilicio las viudas de los policías asesinados, contenidas por ex compañeros de sus maridos, reclamaban justicia ante las promesas incumplidas de las autoridades.
El presidente municipal les había prometido indemnización y becas para los hijos de los caídos, pero eso sí, nadamás para los hijos del primer matrimonio. ¿Qué culpa tienen los hijos de las ulteriores relaciones conyugales? La moralina y la mochería panista, tan golpeada por los resultados electorales del 5J, no tienen respuesta; no podrían tenerla cuando no han empezado por cumplirles a quienes ellos mismos designaron como deudos legítimos.
Y en medio de la fiesta y la tragedia, el presidente Calderón no tuvo empacho en atender una invitación del diputado federal Carlos Torres, para asistir en compañía de su esposa en calidad de testigos a la fastuosa boda del legislador, su amigo personal, celebrada en un resort del corredor turístico Rosarito- Ensenada, una de las zonas más calientes del país en esta “guerra” calderoniana perdida de antemano.
La entrada a Ensenada por la Escénica(Sí, Ñero Chicho, de CUATRO CARRILES), no es precisamente la que se podría esperar de un puerto que en buena medida vive del turismo.
A unos cuantos metros de la garita de cobro de San Miguel, una tanqueta militar apostada en el centro de la autopista apunta sus mortíferas baterías hacia el flujo vehicular en una singular “bienvenida”. Y en el Paseo Costero de la Bella Cenicienta del Pacífico- como la bautizara el poeta cachania, Jesús López Gastélum- ,la marcha militar es ya parte del paisaje cotidiano.
LA misma escena se repite en el acceso a Rosarito, ya dentro del área metropolitana tijuanense, a la altura del retén de la carretera libre, así como en las principales arterias citadinas como el Paseo de los Héroes. Hace unos días, en uno de mis constantes viajes de Ensenada a Tijuana, llegando a la garita de cobro de Playas de Tijuana, uno de esos vehículos que parecen naves espaciales de tan sofisticados, por poco se estrella con la retaguardia de mi heroica Toyotita en su loca carrera que puso en movimiento a las fuerzas del orden destacadas en ese crucial punto y provocó el pánico en la cola vehicular.
La “nave espacial” con vidrio polarizados zigzagueo entre las filas y se detuvo abruptamente justo frente a la valla de uno de los accesos especiales. Los tripulantes se bajaron y corrieron gritando que los habían emboscado y los venían persiguiendo a punta de balazos, lo cual podía verificarse por los impactos en láminas y cristales perfectamente visibles desde nuestra nada privilegiada ubicación.
En otra ocasión, en un viaje nocturno de regreso a Ensenada, a la altura de la Salina, la apacible travesía con el fondo musical de la estación sandieguina de rock clásico, THE WALRUS(107. FM), fue interrumpida por otra escena bélica. Lo que a la distancia parecían los destellos lumínicos de otra de las eternas desviaciones de una de las rutas terrestres más espectaculares de México, fueron cobrando forma conforme nos acercábamos. Seguramente por la discreción que la operación militar implicaba, no pude distinguir a los soldados que desviaban el tráfico apuntando con sus fusiles, hasta que los tuve a unos cuantos metros de mi parabrisas. Tras de ellos, un impresionante despliegue de vehículos militares que venían en sentido contario pues al parecer se habían pasado de la salida hacia el complejo residencial donde habían ubicado su objetivo.
Fueron minutos paniqueantes por la certidumbre de estar cruzando por el momento equivocado en el lugar equivocado; un trance, que es parte de la experiencia cotidiana del residente fronterizo, y que traté de solventar subiéndole el volumen a THE WALRUS que se dejaba querer con la versión original CALIFORNIA DREAMING de THE MAMAS AND THE PAPAS…
Pero esos rostros de soldados apuntándome en la oscuridad, embarcados en una guerra cuya causa no acaban de entender del todo; esos rostros petrificados en su propio miedo de estos mexicanos del sur, morenos y pequeños, extranjeros en el norte CRIOLLO con visos primermundistas de su propia patria, ahí quedan como una lección indeleble del actual CALDERÓN mexicano.
Rostros que parecen clonados de los otros compañeros de armas apostados en los multiplicados retenes de los “michoacanizados” caminos nacionales, con los que no pierdo oportunidad de platicar y dejarles algunos obsequios que para ellos son un verdadero tesoro, como es el caso de los periódicos, revistas, LIBROS que ya son parte integral de la decoración interior de mi vehículo.
Rostros- máscaras, diría OP- como el de aquel soldado que en el retén de San Ignacio, al darme el pase, y al recibir la gracias, dijo con una voz que no era la suya y con la mirada perdida en un horizonte también ajeno :”Aquí seguimos en la lucha”.
O como aquel otro que en el puesto del Zorrillo, al saber que su interrogado era escritor y se dirigía a la biblioteca de San Vicente a dar un curso taller de POESÍA…el pan nuestro de cada día, remató su inspección con una pregunta desconcertante, que me hizo recordar los retenes policiacos de los universitarios años setenta de la guerra sucia, que nos encontrábamos en la ruta carretera al DF:



-¿Y usted qué FILOSOFíA TIENE?
-¿Tienen órdenes de hacer esa clase de preguntas?
-No, se la hago yo…
-La misma que la suya: VIVA MÉXICO.



ESTALLIDO CULTURAL CONTRA LA VIOLENCIA


Y más allá de los fuegos fatuos de la demagogia oficial, de los manteles largos de la cena de gala y la cursilería de los discursos en el parque Teniente Guerrero, de la ausencia del gobernador Osuna en los actos conmemorativos de la ciudad que gobernó como primer edil, de los 40 mil empleos perdidos, las celebraciones por los 120 años de la fundación de mi coqueta Tijuana fueron también un estallido de eventos culturales para todos los gustos.
Desde el estreno de la OPERA dedicada a Tijuana, hasta los espectáculos musicales para el populacho grupero y tamborero; exposiciones plásticas, muestras cinematográficas, expresiones de arte alternativo, lecturas literarias, presentaciones de libros, y desde luego, el homenaje de la ciudad a sus HIJOS PRÓDIGOS, como el periodista Oscar Genel, y el escritor Federico Campbell.
En el caso de Federico, aunque por razones de trabajo que me remitieron a la zona pai pai, en el ejido Independencia, allá por OJOS NEGROS, no pude asistir a homenaje que le recetaron en la sede del ICBC en Tijuana, sí pude saludarlo en la librería EL DÍA, en la sobremesa de la presentación del libro TERRITORIO DE LA BAJA CALIFORNIA. RESEÑA GEOGRÁFICA Y ESTADÍSTICA, de LEON DIGUIT, publicado dentro de la novísima colección ESTADO 29.
Se trata de una edición facsimilar, prologado por Campbell y con un estudio introductorio de Miguel Olmos, editado por el gobierno de BC a través del ICBC, y un consejo editorial integrado por la UABC, el Colegio de la Frontera Norte, el Instituto Municipal de Arte y Cultura de TJ y Mexicali, y el Centro Cultural Tijuana.
Campbell se regodeó con un tema que le fascina, reproduciendo verbalmente el contenido del prólogo:”Tanto los bajacalifornianos del norte como lo del sur compartimos la misma identidad en todo lo que tiene que ver con la geografía y la historia de la península. No reconocemos el paralelo 28 que separa los estados de Baja California y Baja California Sur. Siempre ha habido entre nosotros un sentimiento regional común, una complicidad cultural, más allá de los artificios de la demarcación política.
“(…) Hacia mediados de los años cincuenta, en Tijuana , oíamos que un vecino o un compañero de la escuela eran de La Paz o de Comondú. Sabíamos que acababan de llegar unos niños de Santa Rosalía, cuando se dio la diáspora cachaniense en 1945. Las referencias al sur peninsular eran muy vagas. No había carretera más allá de Ensenada. Algunos fayuqueros se aventuraban en sus trocas por las brechas vendiendo sus mercancías al sur de San Quintín y se perdían meses enteros en aquel territorio desconocido que, nos decían, se cortaba de tajo en los peñascos de Cabo San Lucas, el final de la tierra.
“En nuestro mapa mental las salidas eran más bien hacia Sonora por autobús o por la vía del tren San Diego-Arizona que se adentraba por Tijuana y La Rumorosa hacia Yuma o bien rumbo al Norte, por la carretera 101 de San Ysidro a Los Angeles. Pero cuando alrededor de 1955 y en la curva de los quince años, al terminar la secundaria, empezamos a saber que un periodista mexicano se había comprado un jeep militar en San diego-de esos que vendían por 150 dólares, desechos de la guerra del Pacífico- y había recorrido la península de punta a cola y escrito un libro maravilloso, se nos reveló un mundo fascinante, un escenario digno de las mejores novelas de aventuras, que además era nuestro; algo así como el otro lado de la luna que siempre habíamos tenido, en cierto modo, a la mano.”


CASA DE CITAS.”Desde la perspectiva de la investigación, se puede clasificar a León Diguet como heredero directo de los pensadores de la ilustración, preocupado por tener una visión integral de los pueblos, ya que a pesar de sus estudios académicos se circunscribían a la química industrial, éste poseía, al igual que muchos intelectuales de su época, una vasta erudición para investigar tanto las culturas indígenas, como la arqueología, el arte rupestre, la geografía, la botánica o la zoología.” Miguel Olmos Aguilera, antopólogo social, autor del estudio introductorio al libro Territorio de la BC, de León Diguet

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