martes, 31 de enero de 2012

EXCELSIOR: Peña Nieto y Periodistas

Martín Moreno



Un fenómeno político-periodístico tan curioso como evidente ha surgido paralelo a las aspiraciones presidenciales de Enrique Peña Nieto: el alineamiento de medios y periodistas que, motu proprio —por convicción, interés o costumbre—, se han convertido en voceros del mexiquense o del PRI. Una especie de “cuarto sector” priista. Ariete de papel.

Lo que voceros del PRI o del equipo de campaña de Peña no han sabido o podido hacer, las plumas y voces “peñanietistas” se han encargado de suplirlos de manera eficaz, al grado de explicar, atenuar y hasta disculpar los yerros del precandidato presidencial. Ayer, plumas críticas. Hoy, voceros del político que puntea en las encuestas. Qué pena.

Hay, a la vista, y de cara a la elección presidencial, tres categorías periodísticas:

1) Conversos. Quienes ayer se caracterizaron por ser plumas críticas contra poderosos, sin importar partidos, colores o ideologías, y hoy se han alineado y convertido en voceros de Peña Nieto. Lástima, porque algunos tenían talento.

2) Oficiosos. Los que siempre están a la caza del guiño del poder priista y se ofrecen —prostitutas intelectuales con pluma y micrófono— al mejor cliente. O al político más dadivoso. Hasta con un desayunito se conforman. “Nomás no me olviden…”

3) Costumbristas. Son quienes, por costumbre, ejercieron el periodismo para agradar al poder. Así como los priistas no fueron diseñados para la democracia, hay periodistas que no fueron formados para el periodismo de investigación, abierto, crítico, ético. Por costumbre se plegaron al poder priista. Por costumbre halagan. Por costumbre cobran. Cada quién a su manera.

Junto a estos fenómenos se encuentran aquellos medios o periodistas que, cuando el PRI perdió la Presidencia, también ellos perdieron su capacidad periodística. Los unía un cordón umbilical que durante décadas logró la sobrevivencia periodística —y, en no pocas ocasiones, financiera— de medios y periodistas.

¿Cómo sobrevivir sin el priato en el poder, sin las filtraciones informativas de Los Pinos, de secretarios, de gobernadores, de políticos interesados en algún tema o de jefes de prensa siempre melifluos con el amigo reportero? ¿Cómo sobrevivir sin el tradicional trato acomedido para el reportero? ¿Investigar? ¡Qué horror! ¿Cómo? ¿Para qué?

Por eso, muchos periodistas añoran el regreso del PRI y fungen de voceros para aplaudir “la esperanza” que despierta su candidato. Creen que de esa forma los periodistas siempre al servicio del priismo también podrán resurgir, llevados de la mano de la nomenclatura político-periodística de ese partido. Renacer al amparo del PRI que viene.

No se dan cuenta —o no pretenden darse cuenta— de que, en el fondo, sus dotes periodísticas dependían más del reconocimiento del poder que del servicio a una sociedad arrodillada por la dictadura política priista. ¿Para qué darle voz a las víctimas del abuso del poder priista, si era más jugoso alabar a un Presidente, secretario de Estado, gobernador, alcalde o político interesado en destacar en los medios?

Y ocioso sería citar a publicaciones que, en ofertas y gran barata periodísticas —modelos temporada electoral 2012—, ofrecen portadas al gusto del poder político. “Ojalá le guste al señor candidato… al gobernador… al jefe”. De baratijas mediáticas, mejor ni hablemos.

Muchas plumas murieron cuando el PRI perdió la Presidencia. Pero equivocan el diagnóstico: realmente estaban muertas desde mucho antes, cuando decidieron convertirse en palabras y voz al servicio del poder, en lugar de ser vínculo eficaz con la sociedad para denunciar impunidad, injusticias o abusos del poder mismo.

Para qué apoyar al ciudadano, si siempre habrá un candidato, secretario o gobernador que, a la vieja usanza priista, de la palmada en la espalda o la dádiva ensobretada en agradecimiento por los favores recibidos. “Ahi como cosa tuya, hermano…”

Lo alentador es que los periodistas-voceros del poder priista-peñista no son la regla generalizada. Hay otros medios, plumas y voces dispuestos a tener la apertura para que mexicanos agraviados por el poder denuncien los abusos. Y cada vez son más. Eso reconforta.

Ellos, los priistas. Nosotros, los periodistas.

MILLONES VERACRUZANOS. No seamos malpensados: si dos empleados del gobernador de Veracruz, Javier Duarte, llevaban 25 millones de pesos en efectivo para “eventos culturales y turísticos”, posiblemente no sabían que para este tipo de transacciones hay cheques o transferencias electrónicas bancarias o ignoraban que la ley prohíbe llevar esa fortuna en los bolsillos o simplemente lo hicieron de buena fe para el desarrollo de su estado. ¿Apoyo financiero para alguna causa política en año de elecciones presidenciales? ¡No, hombre! ¿Lavado de dinero? ¡Por favor! Devuelvan esos milloncitos, que son para el progreso del país.

                Twitter: martinmoreno

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