sábado, 23 de noviembre de 2013

Surfing: la universidad del oleaje


Cabrilleos del II Torneo de Surf Luis Aldaco Clásico

G .B. ALDACO

El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
Pablo Neruda


Es un deporte poético porque se ejerce sobre las olas; portan ellas todos los atributos de la poesía pero suelen concentrar el ritmo y la rima, porque del verso y su conjunto, la estrofa, se encargan los surfistas con esas coreografías sobre superficie animada que van con su silueta dibujando, equivalentes a la escritura del poeta y al trazo del pintor.
Caligrafía marina en sentido literal.
Inquieren ellos, en esas ráfagas de agua salada, los elementos poéticos. Cada ascenso en la tabla significa el inicio de su búsqueda: mientras más y mejor descubren y luego se apegan, con su dominio de aquélla y de su propia corporeidad, al ritmo y a la rima que el oleaje porta intrínsecos, más próxima al arte es su ejecución.
La marea y sus ondas son la materia a la que el jinete de las aguas busca encontrar formas, coherencia, dotar de orden, pero como expresar fondo y forma es falacia pues ambos componentes configuran binomio natural, plena unidad y por lo tanto inseparable, se ostenta aquél, cabalgador por excelencia de las olas, como elemento síntesis, metáfora de la fusión entre el caos y la cadena de mensajes marinos subrepticios, esa rima y esos ritmos que el surfista descubre, incorpora y después dibuja, emulador de ellos en la superficie, con su figura en contorsión.
Los movimientos del surfer son entonces los correspondientes marinos del verso, y esos mismos movimientos multiplicados durante el lapso en que transcurre su actuación, un símil del conjunto de estrofas integrantes del poema.
Si queremos asomarnos al proceso, al cómo llega el danzante marino a, digamos que se debate entre su propia pericia y los azares que a esa multitud de valles y crestas infringen los vientos, la brisa, las corrientes profundas y las misteriosas labores de Amfítitre; entre sus capacidades de intervención en los lares de Poseidón y los movimientos indómitos e impredecibles del oleaje. La cualidad suprema del surfista es, entonces, el justo equilibrio de su contoneo.
“Los surfers no se van al cielo, se quedan en el mar”, y suele entonces suceder que un poeta de las aguas que ha adquirido ese estatus para siempre pues ya no habita más este perímetro terrenal y finito que nos recoge, convoca desde las propias entrañas marinas a sus pares de acá de este lado, y éstos, solidarios, se reúnen en tributo a su memoria y crean una obra teatral sobre las aguas, que dura más de las 48 horas previstas al inicio, tal es su capacidad de llamamiento.
Le llaman torneo a esa lid sobre mareas y la han bautizado con el nombre de Luis Aldaco, quien desde hace dos años nutre con la savia de sus cenizas ese mar, que para gracia de su deporte predilecto quiere dejar de hacer un poco menos honor a su nombre, aunque no a sus cualidades: Pacífico.
La congregación fue de más de 140 participantes, más de 140 figuras que uno vio por tres días deambular por aquí y por allá, pululando, entrando y saliendo, subiendo y bajando, humedeciéndose y secándose, contoneándose y apaciguándose, estilando y destilando, enfundados todos en sus segundas pieles brunas, siluetas en forma de cruz porque llevan invariablemente consigo, en sentido perpendicular a su esbeltez, adheridas impecablemente a ellos, sus tablas, especie de extensiones de sus fisonomías.
Este año, el segundo en que se lleva a cabo el memorial, las olas se presentaron más grandes que el anterior. El torneo coincidió, como mandamiento divino, con un “swell”, bandadas de olas frecuentes y de excelente tamaño procedentes de altamar, que van cortando el agua como en secuencia de tren y arriban a la orilla como obsequio de las Grayas a los surfeadores.
Swell, rima y ritmo marinos en amalgama y por naturaleza fusionados, ofrenda poética del mar a los jinetes de las aguas.


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