miércoles, 27 de mayo de 2020

Búnker con vista al mar (notas del exilio involuntario)


Comenzamos la cuarentena el 19 de marzo, la noche que murió mi amiga Moramay, “la pintora de ángeles”. Apenas unos días antes el movimiento civil de mujeres había tomado las calles y habían suspendido un día de actividades a nivel internacional, acciones que habían puesto a temblar al sistema, las instituciones y empresas del mundo.
     Con el arribo de la pandemia del covid-19 o coronavirus (y las diversas hipótesis de su origen), ahora los estados al servicio del neoliberalismo y los empresarios iniciaron la peste del temor y recluyeron los movimientos sociales al “arresto domiciliario” mientras permiten que los grupos más pobres sigan laborando sin ninguna protección laboral ni económica ni de salud.
     Parafraseando al historiador Yuval Noah Harari, durante la pandemia los beneficiarios son los ávidos comerciantes farmacéuticos y los empresarios de todo lo innecesario, los laboratorios mundiales del miedo y los creadores de nuevas formas de control, las corporaciones de la vigilancia mundial y la siempre insaciable industria de la fe que oficia misas desde las redes sociales.
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A través de feisbuc vamos conociendo el humor y la angustia de los usuarios, el pánico con tapabocas y los opinólogos de todo, la recreación de la vida y las cifras de mortandad en el mundo. Feisbuc como un termómetro monitoreado por ‘Big Data’, el supervisor ‘Big Brother’ que parece salido de la novela ‘1984’ de George Orwell, y elabora los algoritmos para los propósitos de control social.
     Mientras tanto la prensa, la radio y la televisión te convencen para que aceptes como normalidad el "encierro involuntario", el "toque de queda", el "arresto domiciliario", la "cuarentena obligatoria", el "estado de sitio", el "enclaustramiento obligado", el "confinamiento forzado” y otros conceptos que nunca creíste serían parte de tu vida.
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El encierro involuntario ha provocado una diversidad de situaciones: en algunos casos aumento de violencia intrafamiliar así como nuevos embarazos; reforzamiento de lazos de amistad y familiares y, para otros, fuertes depresiones y largas tristezas; momentos de reflexión y repaso de recuerdos así como también ansiedades claustrofóbicas. algunos recurren a la yoga y la meditación, otros a destapar botellas de licor. Otros descubren que no se soportan a sí mismos mientras otros se han vuelto pintores de acuarela y acrílico, escritores diletantes, ‘chefs’ improvisados, lectores ávidos de aventuras verbales, jardineros de miniaturas, escuchas de largas sesiones musicales, fotógrafos novatos, extensas conversaciones entre familiares, amigos y amantes por celular, messenger y whatsapp, etcétera, etcétera.

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El encierro obligado también ha provocado recorrer, y reconocer, cada rincón del lugar que habitamos, como la novelita ‘Viaje alrededor de mi habitación’ del francés Xavier de Maistre, publicada en 1794, y que es, finalmente, un viaje hacia dentro de uno mismo.
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IV

Hoy fui a Telecomm a cobrar mi pensión para el bienestar de los adultos mayores. La fila era larga, como si fuéramos a comprar el boleto para un concierto de Grateful Dead: hombres y mujeres con tapabocas, bastones, andaderas, muletas; caminando paso a pasito, como si jugáramos a la rayuela o al bebeleche en cámara lenta. Después de casi dos horas me entregaron mi dinerito y fui a la tienda de la esquina a comprar mi dosis de cigarrillos y unas botellas de vino antiviral.

VII

Leyendo, comiendo, escribiendo, comiendo, pintando, comiendo, pensando, comiendo, reflexionando, comiendo. Desde el encierro el gerundio en acción.

XIV
Unas semanas atrás hubiera sido inconcebible entrar a un banco o un OXXO llevando un cubrebocas. Ahora es parte de la normalidad pero, a diferencia de cualesquier película vieja, en blanco y negro, de ladrones y detectives con Humphrey Bogart o Juan Orol, los personajes con cubrebocas de hoy me recuerdan más a Ruperto Tacuche (¿Lo recuerdan? ¿El antiguo ladrón que siempre traía cubierto el rostro por una bufanda? ¿Hermano de la Borola Tacuche de Burrón, esposa de don Regino Burrón, peluquero y dueño de la peluquería ‘El Rizo de Oro’, fabulosos personajes del cómic “La Familia  Burrón” que inició don Gabriel Vargas a finales de los años 40?).


XVIII
La cuarentena ha intensificado la comunicación. Todos los días hablamos por teléfono con Nachita, mi madre, que vive sola en Tecate, a unos 50 kilómetros de aquí. Vía messenger y whatsapp con mis hijas Niela y Trilce, mi hermana Ana Lilia, comadres, compadres, amigas y amigos que viven en Tijuana, Mexicali, Tecate, Ensenada, San Quintín, Rosarito y otros lugares del país como Chihuahua, Ciudad Juárez, Cuauhtémoc, Monterrey, Ciudad de México, Hermosillo, La Paz, Saltillo, Zacatecas, pero también con amistades de San Diego y Los Ángeles (California), Huelva, Bilbao y Madrid (España), Medellín (Colombia), Amsterdan (Países Bajos) y Alemania.
     El sábado en la noche, como en algunas ocasiones, mi compadre Tomás Di Bella y yo nos emborrachamos vía messenger, él con güisqui en el desierto de Mexicali y io con vino tinto en Playas de Tijuana.
     Dialogamos en silencios cada vez más atrabancados y nos mandamos rolitas de Canned Heat con John Lee Hooker, Eric Burdon & The Animals, Calamaro, The Youngbloods, Los Rodríguez, Lighthouse, Fever Tree, Al Kooper, Annette Peacock y otros, y terminamos horas después, como muchas veces, escuchando el pensamiento y la música de Frank Zappa.


XIX
Tijuana connection
Llegamos 10 minutos antes de la hora acordada. Nos estacionamos frente a la tienda Waldos bajo un arbolito mientras escuchábamos un cidí de Fiona Apple. Un policía dentro de su patrulla, a unos 100 metros, multaba a una mujer. Nosotros volteábamos un tanto nerviosos esperando la llegada de un carro que traía la mercancía.
     A las 11 en punto llegó la camioneta blanca y bajó una mujer y se acercó a la ventana. Le dí el dinero y me entregó dos bolsitas "ziploc" transparentes y se fue en friega. Prendí el carro y salimos de prisa del centro comercial. Le pedí a mi copiloto que checara la mercancía. Ah! Justo lo que pedimos! 20 cubrebocas lavables.
XXIII

Después de varias semanas de encierro hoy fuimos a dos mercados, mija Trilce y io, y lo que más extrañé fueron los precios de hace dos semanas y a los ‘cerillos’, mis compas de la tercera edad que te llenaban las bolsas de mandado y a quienes han despachado a sus casas sin ninguna garantía.
     Las escenas de enmascaradas y enmascarados en los mercados parecen filmadas para una película de Quentin Quarantine.


XXVIII

Alguien escribió en feisbuc que este confinamiento es como estar en la cárcel, una declaración tan  lejana de la realidad. Si bien hemos pasado ya los cincuenta días de encierro involuntario con televisión, radio, internet, celular, libros, etcétera, recordé la cárcel de menores de Tijuana donde, entre el 2015 al 2019, impartí varios talleres de lectura y composición escrita a las internas -muchachitas entre 14 y 20 años de edad encarceladas por diversos delitos- quienes sin celular, radio, televisión, internet y otras privaciones, tienen que  hacer menos tedioso y desesperante el confinamiento involuntario que van de uno hasta cinco años de duración.
No me gustan las rejas ni el uniforme gris; no me gusta caminar siempre con las manos atrás ni las revisiones o algunas comidas. No me gustan el ruido de las rejas, de los candados ni de las llaves; el hablar bien poquito por teléfono ni estar lejos de la familia. El encierro no me gusta.”
(Fragmento del escrito por la Barbie, una de las internas que aparece en el libro ‘Palabras mayores de las seis menores’, publicado por Casa de las Ideas y Tijuana Innovadora en 2016; página 32)

XXX

“Te reconocí por el cubrebocas”-dijo.

XXXIII

66 días de confinamiento. Hemos superado a Xavier de Maistre con 24 días.
“Estoy seguro de que querrían saber por qué mi viaje alrededor de mi habitación ha durado cuarenta y dos días en lugar de cuarenta y tres o cualquier otro espacio de tiempo. Estaba, es cierto, en mi habitación con todo el placer y el agrado posible; pero ¡ay!, no podía salir de ella a voluntad.”
(Fragmento del libro ‘Viaje alrededor de mi habitación’, publicado en 1794, del escritor francés Xavier de Maistre. Capítulo III, página 15.)

XXXIV

70 días de encierro involuntario. Durante la cuarentena han muerto algunos compas de cáncer y otros por el coronavirus: Moramay, la pintora; David, el escritor; Hebert, el dramaturgo; Carlos, excompañero de secundaria; Delia, la poeta y activista; y otros están entubados o en aislamiento total.

XXXIX

Mi madre no tiene féisbuc ni tiene doctorados;
nunca ha manejado un carro y viaja muy poco;
todos los días lee el periódico, escucha noticias
de la radio en a. m.  y de la televisión por cable;
sabe de cultura regional y los chismes del mundo,
de conflictos de guerra y la violencia cotidiana,
de la política internacional y del estado del clima,
de próximos eclipses y conjunciones planetarias
así como recetas de cocina y  remedios caseros;
vive sola y les da de comer a los gatos del barrio
y tiene comentarios más lúcidos y más críticos
que muchos de los opinólogos en redes sociales.

Mi madre dice que saldremos de esta pandemia.

A mi madre no le preocupan los “laics” ni la muerte.


(Roberto Castillo Udiarte
Playas de Tijuana
Cuarentena del 2020)













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