El lector ideal, el ritmo, su estilo y la poesía son algunos de los temas que el reciente ganador del Premio Herralde de Novela toca en la siguiente charlareales.
2008-12-20•Reportaje
Nunca está demás echarse un volado”, dice Daniel Sada (Mexicali, 1953) al referirse al impulso que lo llevó a inscribir Casi nunca al Premio Herralde que entrega la editorial Anagrama. Lo cierto es que esa moneda al aire favoreció al narrador mexicano.
“Los premios siempre se agradecen. En realidad soy poco afecto a los concursos, éste es el primero internacional. He ganado otros a nivel nacional, pero son de reconocimiento, no de concurso”, dice este narrador que confiesa haberse mudado apenas de la máquina de escribir a la computadora.
De alguna manera este premio también es un reconocimiento al tipo de prosa que usted practica, que es muy pulcra y cuidada…
Sí, soy demasiado analítico. Tanto críticos como lectores me han dicho que mi prosa puede asfixiar de tan pulida que está, pero así soy, mi mundo es verbal. No puede ser de otra manera. Voy a triunfar o fracasar con lo mío, no con ideas prestadas.
Usted empezó como poeta, ¿eso influyó en su estilo?
De alguna manera sí. Desde muy joven escribía poesía, y como estaba acostumbrado a leer a los clásicos, veía que poetas como Dante, Homero o Virgilio contaban historias, entonces yo quería hacer lo mismo y hacer poesía. Pero sentía que era muy difícil que me publicaran poesía dispuesta en versos, así que busqué una técnica de prosa con métrica y poco a poco la fui puliendo. A veces la aligero y en otras la adenso. Lo primero en que pienso es en el narrador. Me lo imagino como un narrador indiscreto y metiche, que hace conjeturas. Que a cosas superficiales les imprime cierta hondura y a otras más profundas les da ligereza, es un narrador juguetón, lleno de puntos de vista y estados de ánimo.
Si partimos del hecho que Casi nunca es una historia basada en hechos reales, imagino que la búsqueda de ese narrador habrá sido diferente…
Ésta es una novela que traía girando desde que tenía 25 años. Digamos que la mitad está basada en hechos reales, por lo mismo tenía miedo de que los personajes reales me recriminaran. Hice un primer tratamiento en 1984, escribí unas 50 páginas y no me gustaron. No encontraba el punto de vista, que para mí es importantísimo, si no lo tengo no puedo afinar el tema ni la estructura de la novela. A veces tardo seis o siete meses en encontrarlo. En total hice como cuatro tratamientos hasta encontrar el punto adecuado y después me fui de corrido. Digamos que las primeras 50 páginas me costaron muchísimo trabajo, pero luego me desplacé con seguridad y certidumbre.
Es un principio de novela muy intenso…
Sí, porque de inmediato arremeto contra la perversión. Hago un desplazamiento de la perversión a la santidad, que irrumpe de una manera brutal y quizá demasiado despiadada en cuanto a intenciones y exhibición de los personajes se refiere.
De hecho, a lo largo de la novela se contrapuntea la perversión con la santidad…
Cierto, el personaje trata de purificarse y huir de sus apetitos carnales. No lo logra del todo, pero en realidad quiere un amor genuino, no sexual. En esa confusión surgen una serie de arreciamientos, se convence de que necesita una compañía para toda la vida y no nada más cargar toda su energía en el sexo.Finalmente no hay amor sin perversión…
Es un batiburrillo de todo. Él quiere ser perverso, santo, tener una compañera, hacer una unidad. Pero en esta suerte de intentos y renuncias, de desajustes emocionales y psíquicos, descubre la claridad. Con el amor verdadero se da cuenta de que lo que debe pervivir es el deseo. Desear mucho a la mujer, para que cuando llegue la consumación sea absolutamente alucinante. Son ideas muy elementales. No hay una elaboración confusa, es como una lógica ranchera de afinar o depurar las convicciones.
Es un batiburrillo de todo. Él quiere ser perverso, santo, tener una compañera, hacer una unidad. Pero en esta suerte de intentos y renuncias, de desajustes emocionales y psíquicos, descubre la claridad. Con el amor verdadero se da cuenta de que lo que debe pervivir es el deseo. Desear mucho a la mujer, para que cuando llegue la consumación sea absolutamente alucinante. Son ideas muy elementales. No hay una elaboración confusa, es como una lógica ranchera de afinar o depurar las convicciones.
Sin embargo en sus libros, tan importante como la historia es el desarrollo del lenguaje. Pienso en Albedrío o Una de dos, por poner dos ejemplos, donde incluso usó ritmos y métricas propias de la poesía…
Entre ambas cosas hay una especie de pugna. Para mí son muy importantes los ritmos en la prosa. Es una aspiración de todas las artes, incluso en la pintura y escultura hay que buscar una cadencia rítmica. Me interesa que la lengua que hablamos revele otros hallazgos. Si yo sólo me supedito al sujeto, verbo y complemento, lo más seguro es que no vaya a descubrir nada. Generalmente uso frases cortas. Muchos dicen que es el octosílabo —yo también creo— o el eneasílabo; éste es el basamento, pero de repente alargo las frases con elementos expletivos, que consisten en darle más énfasis a la lengua. El español es una lengua enfática, y hay que aprovecharlo. Como verás, la musicalidad depende de varias cosas. Por ejemplo, puedo escribir tres frases largas, pero la cuarta tiene que ser muy corta a lo mejor de una palabra, para darle armonía musical al texto. Trabajo como un artesano, me puedo pasar todo un día en una página.
No sé si eso tenga que ver con la apreciación de los lectores, pero así me gusta trabajar.Sus críticos no entienden este formalismo…
Sí, en algún momento me lo reprocharon y preguntaron si era necesario todo eso, la gente no escribe así, decías. Pero bueno, a mí me gusta trabajar así. Yo escribo por entusiasmo más que por angustia o cualquier otro estado de ánimo. De ahí que yo sea un escritor minoritario. No soy un best seller, pero con este premio creo que hay la posibilidad de abrir el círculo.
¿Sería válido pensar en que a partir de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, su escritura ha tendido hacia la sencillez, sin confundir el término con ligereza?
Podría ser, aunque Casi nunca es un libro más ligero. Con esta novela aposté por la velocidad y por mantener un nivel de intriga a lo largo de todas las páginas. Es la primera novela que escribo enteramente en computadora, las anteriores han sido con máquina mecánica para, justamente, con el golpeteo de las teclas, seguir el ritmo de la prosa. En esta ocasión no tuve este golpeteo, sin embargo con la computadora hice un hallazgo maravilloso: la función para borrar. Me ahorra mucho trabajo. Siempre he apostado por la musicalidad; evidentemente la mayoría de la gente no puede acceder a estas cadencias. La mayoría de los críticos y lectores reconocen el reto que planteo. El problema es establecer ese pacto con el lector; hay quien no está dispuesto a jugar y renuncia. Mi literatura puede causar puntos de vista muy extremos: irritar o seducir. A estas alturas no estoy dispuesto a experimentar con otras cosas.
Podría ser, aunque Casi nunca es un libro más ligero. Con esta novela aposté por la velocidad y por mantener un nivel de intriga a lo largo de todas las páginas. Es la primera novela que escribo enteramente en computadora, las anteriores han sido con máquina mecánica para, justamente, con el golpeteo de las teclas, seguir el ritmo de la prosa. En esta ocasión no tuve este golpeteo, sin embargo con la computadora hice un hallazgo maravilloso: la función para borrar. Me ahorra mucho trabajo. Siempre he apostado por la musicalidad; evidentemente la mayoría de la gente no puede acceder a estas cadencias. La mayoría de los críticos y lectores reconocen el reto que planteo. El problema es establecer ese pacto con el lector; hay quien no está dispuesto a jugar y renuncia. Mi literatura puede causar puntos de vista muy extremos: irritar o seducir. A estas alturas no estoy dispuesto a experimentar con otras cosas.
Ahora que menciona la intriga, ha sido un rasgo presente en sus novelas recientes, pienso sobre todo en la reflexiva Ritmo delta…
Sí, pero a diferencia de la novela que menciona, aquí hay más ligereza y velocidad. La reflexión es un ingrediente constante pero no me instalo en ella. En ese sentido uso recursos de composición dramática inventados por Jean Genet: la analepsis y la prolepsis. En la primera, uno va escribiendo, y después de ciertas páginas recomienda hacer un alto y revisar lo escrito para percatarse de a qué asunto se le ha dado más importancia. Es de alguna manera volver a lo pasado, pero recuperando ciertos momentos. La segunda consiste en adelantarse en cosas hipotéticas que pueden o no suceder, aquí empleo los verbos condicionales, “habría”, “hubiera”, etc.
Al escucharle sus reflexiones sobre la métrica o el ritmo, me imagino que usted tiene una especie de oído absoluto, pero literario…
Casualmente empecé a leer poesía desde niño, así que me acostumbré a los ritmos desde pequeño. No sé si mi cabeza es una caja de resonancia, pero tengo ritmos metidos y sé discernir la métrica de los versos, guiado por la acentuación. Si tengo un acento fuerte en las tres primeras sílabas, tengo resuelto el ritmo, pero si lo tengo a la mitad tengo que buscar otro acento. Son cosas técnicas, pero que trabajo con pura intuición.
¿Sufre o disfruta ser un escritor minoritario?
Uno siempre quisiera que lo leyera todo el mundo, pero es un equívoco. Uno realmente escribe para lectores ideales e hipotéticos. A lo mejor nunca existirá al lector al que quiero llegar, pero me lo imagino como un lector propenso a la emoción, la reflexión y el rigor. Tengo que reconocer que al paso de los años me he alejado de la rigidez y he flexibilizado mi prosa, en aras de que discurra de una manera más rápida, pero sin sacrificar nada. No son frases telegráficas ni mucho menos.
¿De sus libros en cuál se reconoce menos?
Escribí dos libros sobre la Ciudad de México y creo que no entendí que la ciudad no me da ese punto de contemplación y de inanidad absoluta, algo que sí encuentro en el campo o los grandes espacios. No soy un escritor realista, no quiero serlo. Siento que el escritor realista es el más conservador y reaccionario. Se irrita muchísimo, no permite que uno pueda fantasear en lo más mínimo.
Entre los escritores jóvenes parece que están quienes cuidan demasiado la pulcritud y quienes dan prioridad a la historia, ¿qué piensa de esto?
Un autor debe ser sincero con su percepción y expresión. Tengo 25 años dando talleres y hay escritores que son depuradísimos, pero no tienen fuerza sus personajes. Su percepción de la realidad es muy limitada. En cambio, conozco otros que no son tan pulcros pero sí construyen personajes desmañados y con historias increíbles. No es que prefiera a unos o a otros. La calidad literaria no depende exclusivamente de que si está o no depurado el texto. Pienso que es un acto de sinceridad y honestidad. Para un actor es muy importante detectar sus límites; entre más pronto los descubra, más oportunidad tiene de conocer sus posibilidades.
Héctor González
1 comentario:
BUEN BLOG, E INTERESANTES APORTACIONES, CUANDO VI LA RESEñA DE LAS LUNAS, TE FALTO RESEñAR A FIDELIA, (?) A EXCEPCION DE LA FOTO.
SALUDOS SONORENSES
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