sábado, 6 de noviembre de 2010

DIARIO VANGUARDIA, DE SALTILLO: LUNAS EN CABO...CRÒNICA DE ALFREDO GARCÍA

ALFREDO GARCÍA

Edmundo Lizardi fue el alma del encuentro de escritores Lunas de Octubre. Espíritu ochenteno, es una reliquia viva de aquella bohemia nihilista y corrosiva que consiguió deconstruir este país, con sus mitos, manías y pesadillas, en la atmósfera de las cervecerías, los cuartos de azotea y los picaderos de heroína de aquella sórdida y gloriosa década. Lo conocí en La Paz, en 1984, durante el primer encuentro de Escritores de la Frontera Norte, uno de los primeros foros de su tipo que se organizaban en el país. Lo reencontré en la Ciudad de México, dos años después: él vivía en la colonia Narvarte, yo en la Roma. Un cuarto de siglo después, en el hotel de Los Cabos, Edmundo se mostraba íntegro para el ejercicio de los menesteres del nihilismo. El tabaco, el alcohol y el insomnio lo han encontrado igual de robusto, a sus 55 años de edad, que en la mítica década de los 80. Su capacidad para la anécdota y la conversación, a las que se entregaba casi sin frecuentar el sueño, lo volvieron una leyenda, entre quienes no lo conocían, durante los cuatro días que duró el encuentro de Los Cabos.
Dentro de nuestras actividades se incluyó, como decíamos, una visita a Todos Santos, tradicional enclave del hotel California. Un pueblecillo tradicional, tanto como puede serlo un caserío de la costa, que el mar destruye y reconstruye cada noche. La soberbia cantina, situada a la entrada del hotel, es el paraíso fúnebre con el que sueñan todos los bebedores. Pues los alcohólicos, como los elefantes, buscan discretamente un lugar para morir, donde ajustar cuentas con su turbulento pasado y preparar sus almas para el círculo dantesco del alcohol, al que pueden ser trasladados de un momento a otro, para curarse la resaca de la existencia. Esa cantina es el monumento más antiguo y señorial del pueblo, toda ella labrada en piedra, madera y cristal, anterior en su espíritu a esa manía que tienen las oficinas mexicanas de turismo y cultura, de reconstruir edificios y aun poblados enteros como sets para películas gringas.
En su sombra lustral, Ignacio Trejo Fuentes y yo conversamos sobre la posibilidad de que nuestras autoridades culturales bequen a escritores con residencias de hotel, con bar incluido, aunque no fuere en este espléndido edificio. Partíamos del hecho de que todos los hoteles del país tienen temporadas bajas, durante las cuales un tercio y hasta la mitad de sus habitaciones quedan desocupadas. Encerrar a un escritor en un hotel durante un año es garantía segura de productividad literaria: por más perezoso que sea, fácilmente concluiría una novela corta, un libro de poema o de ensayos en ese ambiente de clausura, de higiénica soledad, donde sólo lo distraería la televisión, a lo sumo, o la figura de una hermosa turista que viaja sola mientras transcurren los trámites de su divorcio.
Como era de esperarse, el encuentro concluyó antes de tiempo, en el momento en que empezaban a trabarse las más cordiales conversaciones y a esbozarse las más prometedoras amistades.. Los cincuenta escritores nos despedimos a la manera judía, repitiendo por los corredores del hotel, mientras sacábamos las maletas, una frase mezcla de nostalgia y de ilusión: “El año próximo, en Los Cabos”… Con pareja emoción, aún cuando cada uno de nosotros supiéramos que bien puede no llegar ese próximo año.

1 comentario:

Gema López Gorosave dijo...

Además de la breve crónica cargada de alegría y nostalgia, pude leer la excelente reseña de tu obra y vida en el libro que presenta este autor a quien desconozco pero se nota que te conoce bien. Me gustó mucho lo que escribre y cómo lo escribe.

La prueba del poder

  Que Milei es un "facho", dice nuestro pròcer. ESO estaría por verse una vez sometido a la prueba del poder. Hasta donde sabemo...