domingo, 5 de mayo de 2013

NOSTALGIA DE FRONTERA: IDENTIDADES



Los domingos circula Identidad, el suplemento cultural del diario El mexicano, de Tijuana, fundado por Rubén Vizcaíno Valencia y rescatado por Jaime Cháidez Bonilla .
Gracias a Cháidez, en Identidad he vuelto a ser vecino de página de amigos  como Martín Romero, a quien conocí a principios de los 90 como colaborador de la sección cultural y de espectáculos del desaparecido Diario 29-.

Nacido en San Diego ( Merci children), pero residente de Tj, Martín fue un guía de lujo por esa electrizante urbe binacional; sobre todo cuando nos fuimos al San Diego Hoy, y teníamos que hacer el tremendo sacrificio de cubrir los eventos culturales (cultura en sentido amplio) en ambos lados de la frontera, desde la Feria de Del Mar hasta la apocalíptica encrucijada de la 5 y 10.


Haciendo del deber laboral un placer(como debe ser), de la  crónica urbana una "literatura de emergencia", con  Martín conocí fonditas de comida mexicana, en Imperial Beach, atascadas de migras adictos a la birria, y las mejores barras de comida oriental, su favorita.

Mi amigo y compañero de aventuras editoriales, ganó por esas fechas un premio estatal de novela con La silla eléctrica...

De entrada el título evocaba una historia criminal y una condena a muerte, pero era otro  el tema del relato premiado.

Uno que el border boy Romero había vivido como trabajador social del condado de SD, cuidando a un hombre joven que se había quedado inmovilizado de la cintura a los pies y utilizaba una de esos artefactos motorizados de última generación tan caros a algunos veteranos de guerra.

Pero Mr X no había ido a ninguna guerra.

Había ido a visitar a su novia que se encontraba sola en la casa paterna, por lo que la teen ager se atrevió a conducirlo hasta su virginal habitación en una planta alta que estaba siendo remodelada.


Y cuando la pareja se aproximaba al momento cumbre -como en las películas-se oyeron pasos en las escaleras...


Mr X tomó su ropa , abrió una puerta falsa y quiso escabullirse por un balcón que ya no estaba.

Esta es la anécdota pura y dura, punto de partida una de las mejores prosas bajacalifornianas, fronterizas, que explora el paisaje interior de una muerte en vida con toda la carga escatológica que implican los trabajos asistenciales a un cuerpo inerte, y el milagro del amor fraterno, de la amistad, entre el enfermero-escritor y su paciente e interlocutor privilegiado.


(¡Aquel pasaje del viaje a Yosemite!)

Solamente generosidades y talentos como Martín Romero pueden salir airosos de esta clase de pruebas, y contarlas.

Un abrazo querido amigo desde el Suuuur...y desde Fake Look, una frontera que aún no te has atrevido a cruzar, comprensible actitud en una persona tan ajena al cocktail party del mundillo literario.

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