Alejandro
Álvarez
Confieso
de entrada que desde principios de la década pasada cuando las entonces encumbradas Rosario Robles,
Martha Sahagún y Elba Esther Gordillo se aliaron para demandar equidad de
género se me prendieron las luces de alerta sobre este asunto. El trío se paseó
cuanto pudo acaparando los reflectores cantando a coro el “empoderamiento de
las mujeres” en la política nacional y en general en todos los ámbitos de la
vida cotidiana. Algo falló en la causa enarbolada. Rosario Robles fue
aparentemente víctima del amor y engarzó su liderazgo perredista con los
negocios de su novio y las entregas de millones de pesos ilegalmente que este
galán hizo a prominentes miembros del incorruptible PRD a cambio de contratos
para el gobierno del DF. Lógicamente sus camaradas y camarados la desconocieron
y desahuciaron. El PRI tomó los despojos de esta pobre mujer y para atender a
su necesidad de empoderamiento la instaló en la Sedesol desde donde despacha
ahora. Martha Sahagún se hizo famosa por sus aires de emperatriz al organizar
fastuosas recepciones en el Palacio de Chapultepec, aunque el burdito de
Vicente Fox rompía el encanto cuando le chiflaba para llamarla como a un perro o
a uno de sus caballos. De lo que no queda duda es que los verdaderamente
empoderados fueron sus hijos (Manuel
y Jorge Alberto Bribiesca Sahagún) a quienes enriqueció enormemente.
Para Elba Esther Gordillo todo iba muy bien en eso del empoderamiento con sus
mansiones y cuentas bancarias en varios países, tenía su partido político
personal (Nueva Alianza) y era líder vitalicia de los maestros hasta que se le
ocurrió hacérsela de tos al meramente Enrique Peña. El empoderamiento lo ejerce
ahora en una celda del Centro Femenil de
Readaptación Social de Tepepan. Algo pasó a las tres amiguitas, que por cierto
no se les ve ya juntas por ninguna parte. Desde aquellos primeros años del
sueño no logrado –o malogrado– es que le pongo una interrogante a quienes desde
el poder dicen ir a la vanguardia de la equidad de género. A nivel de la
normatividad electoral vigente los
partidos están obligados a integrar sus listas de candidatos a diputados y
senadores con un mínimo de 40 por ciento de mujeres o para ser más precisos las
listas de sus aspirantes a las cámaras legislativas deben tener el 40 por
ciento de “personas de un mismo género”; es importante la precisión como se
verá más adelante. Esta disposición ha tenido penosos desenlaces al observarse
que varias diputadas electas –de diferentes partidos– han renunciado para que
sus suplentes, hombres, ocupen la curul. Tramposa forma de birlar la “cuota de
género”. Pillines y pillinas cómplices.
Ahora, en el marco del 60 aniversario del voto de las mujeres
en México el presidente Peña Nieto no se quiere quedar atrás y enviará al
Congreso de la Unión una reforma al Código Federal de Instituciones y
Procedimientos Electorales para que los partidos políticos pongan a mujeres en
el 50 por ciento de las candidaturas para diputados federales y senadores como
una forma de profundizar en las políticas de equidad de género. Muy bien, pero
ahora viene lo interesante ¿sólo existen
el género masculino y femenino en el mundo? Es decir, un política de equidad de
género y cuotas de género significa que se reparta el pastel entre hombres y
mujeres? La cuestión es mucho más compleja si de lo que se trata es de repartir
el poder con equidad de género. Veamos.
En Alemania se acaba de
aprobar una ley mediante la cual los padres podrán decidir legalmente para sus
hijos entre tres posibles géneros al nacer: masculino, femenino e
indeterminado. Con más frecuencia de la que se piensa los padres enfrentan la
necesidad de decidir sobre el sexo de su bebé cuando éste no está plenamente
definido. La nueva legislación alemana reconoce la existencia de un género
indeterminado para que posteriormente el individuo elija su identidad sexual y
se someta, si lo desea, a las operaciones pertinentes. Ya antes Australia había
reconocido la intersexualidad como un género aparte en documentos legales. En
el mismo sentido Suecia anunció el año pasado la incorporación de un nuevo
pronombre de género neutro (Hen) que se une a los pronombres él (Han) y ella (Hon).
La cuestión
no acaba ahí. En su más reciente Marcha del orgullo gay la organización
conocida como Colectivo
lésbico, gay, bisexual, transgénero, transexual e intersexual (CLGBTTI) exhibió
como parte de sus planteamientos que: “Sin homosexuales, no hay democracia”,
“Igualdad entre homosexuales y heterosexuales”. El espacio de este artículo no
permite entrar en el detalle de las variantes de la homosexualidad para
dimensionar la complejidad de lo que sería una radical visión de la equidad de
género pero el mismo título del nombre del colectivo ya da una idea.
Por
último, en un hecho inusitado hace muy poco se dio la nota de que en Fresnillo,
Zacatecas, tomará posesión Benjamín Medrano Quezada, primer edil homosexual –o al menos que
de forma abierta se asume– y que fue postulado por el PRI, esto sin que opere
una cuota de género para estos casos específicos.
Seguramente la iniciativa de Peña Nieto será respaldada y
aprobada de manera unánime porque se inscribe dentro de lo “políticamente
correcto” aunque se siga soslayando la complejidad del concepto de género y su
representación equitativa en las nominaciones de representación popular en lo
particular y en el ejercicio del poder en general.
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