Era el pasillo
central del recinto de la Cámara de Diputados la imagen rediviva de un
besamanos. De golpe y porrazo volvió la condición victoriana de un pasillo que
fue ideado para el lucimiento del Presidente de la República. Pero no era el
titular del Ejecutivo quien estaba ahí, sino el secretario de Hacienda, Luis
Videgaray Caso, que cruzaba hacia la tribuna envuelto en el aura más reluciente
de cuantas existen en el gabinete presidencial.
De condescendiente sonrisa. Llevaba en las alforjas un manojo de respuestas contundentes, irrebatibles la mayoría para la oposición de la izquierda, por la sencilla razón de que el paquete económico, recién presentado, resuma propuestas de la izquierda por todos los costados, exceptuando lo del IVA en colegiaturas, renta de casas y lo de la homologación del 11 al 16% del IVA fronterizo.
De condescendiente sonrisa. Llevaba en las alforjas un manojo de respuestas contundentes, irrebatibles la mayoría para la oposición de la izquierda, por la sencilla razón de que el paquete económico, recién presentado, resuma propuestas de la izquierda por todos los costados, exceptuando lo del IVA en colegiaturas, renta de casas y lo de la homologación del 11 al 16% del IVA fronterizo.
Pero
esa sonrisa se heló en los delgados labios de Videgaray cuando Luisa María
Alcalde Luján, diputada de Movimiento Ciudadano, le restregó: “Puede usted
negar que la reforma energética que propone beneficiará directamente a su grupo
político, enriqueciéndolo a costa de las carencias de la gran mayoría de los
mexicanos?”
Quienes
virtualmente le habían besado la mano cuando llegó, de pronto aparecieron
aupados en su reclamo enfebrecido a Luisa María. “Tema”, gritaban a la diputada
desde el curulerío del bronx priísta. Enardecidos, un grupo innumerable de
priístas quería que Luisa María se callara.
Alcalde Luján había citado el 18 de abril de 2012, cuando Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda en el sexenio de Carlos Salinas, había anunciado que en el sexenio de Peña Nieto iban a suceder “cuatro modernizaciones estratégicas: las reformas laboral, educativa, energética y la hacendaria integral”.
Perplejos,
priístas y compareciente escuchaban a Alcalde Luján. “Pero la historia no
comienza en 2012, sino en 1978, cuando el desconocido Pedro Aspe y el anónimo
Carlos Salinas de Gortari se conocieron en Estados Unidos mientras estudiaban
un doctorado”.
Y añadía: “Congeniaron tanto que desde entonces
forjaron un pacto de complicidad y sellaron el destino político y económico de
México. Salinas, a su regreso al país, impuso a Pedro Aspe como su segundo en
todos los puestos que ocupaba, y cuando fue Presidente no dudó en entregarle la
Secretaría de Hacienda”.
Fueron los años,
insistía Alcalde Luján, en que “comenzaron las reformas estructurales,
promocionadas con el mismo diagnóstico, las mismas promesas y las mismas
recetas que hoy proponen aplicar, no obstante que ha sido demostrado el fracaso
de éstas a lo largo de todos estos años”.
Y enumeraba: “Las empresas estatales fueron rematadas a los amigos, el ejido desapareció, las fronteras se abrieron al comercio foráneo, lesionando el mercado interno y volviéndonos eternamente dependientes de la industria extranjera y los poderes fácticos. Los bancos, vendidos a extranjeros; las carreteras, concesionadas; Raúl Salinas, con sus negocios”.
Hacía gestos de extrañeza Videgaray, al tiempo que el bronx priísta gritaba: “tema, tema”…
Y enumeraba: “Las empresas estatales fueron rematadas a los amigos, el ejido desapareció, las fronteras se abrieron al comercio foráneo, lesionando el mercado interno y volviéndonos eternamente dependientes de la industria extranjera y los poderes fácticos. Los bancos, vendidos a extranjeros; las carreteras, concesionadas; Raúl Salinas, con sus negocios”.
Hacía gestos de extrañeza Videgaray, al tiempo que el bronx priísta gritaba: “tema, tema”…
Luisa María miró
entonces al compareciente, y dijo: “Usted, para entonces, estudiaba en el ITAM,
donde su profesor de economía, Pedro Aspe Armella, le ofreció trabajar en la
Secretaría a su cargo. Pasó usted los dos últimos años de su carrera como
asesor de hacienda, y a Aspe le siguió los pasos en el “MIT”, la misma
universidad donde aquel estudió. ‘Una continua fuente de inspiración’, dijo
usted de Aspe en los agradecimientos de su tesis doctoral”.
No era ésta, información nueva. Pero Alcalde
le había impreso la jiribilla, el punch, de la tribuna más alta. Y siguió: “Ya
en 1998, cuando usted volvió a México y Aspe lo acogió como socio en Protego
durante siete años, usted allí conoció a Emilio Lozoya Austin, otro alumno
reclutado por Aspe e hijo del ex secretario de Energía en los tiempos de
Salinas, Emilio Lozoya Thalmann”.
Ya no se reía ningún priísta. Perdió Videgaray
el gesto de extrañeza. Luisa María continuó: En 2005 llegó su gran oportunidad.
Nombraron a Enrique Peña Nieto gobernador del Estado de México y Aspe lo presentó
con Peña para que reestructura usted la deuda de la entidad, y fue allí
nombrado Director de Finanzas, en tanto que Emilio Lozoya Austin fungía como
directivo de la filial en México de OHL, un grupo español de concesiones y
construcción”.
El bronx se
desgañitaba: “callen esa pinche vieja”, alguien gritó. Y no se callaba: “El
resto es historia”, dijo Luisa María. “Coordinó la campaña de Eruviel Ávila y
en 2011 la de Peña Nieto, quien lo nombró secretario de Hacienda. Sólo cuestión
de tiempo para que Aspe y Salinas presentaran, a través de Peña Nieto y de
usted la iniciativa de reforma energética”.
Fue el momento en que el recinto se descompuso en un griterío. “No sé de qué se ofenden, compañeros. Sólo es una historia de datos duros. Usted y sus socios, plantean aprobar esta reforma energética con una sola finalidad: hacer negocios”.
Fue el momento en que el recinto se descompuso en un griterío. “No sé de qué se ofenden, compañeros. Sólo es una historia de datos duros. Usted y sus socios, plantean aprobar esta reforma energética con una sola finalidad: hacer negocios”.
Y seguía el
restregadero a Videgaray: “Imagínese que a mes y medio de ser nombrado director
general de PEMEX, Lozoya Austin adjudicó de manera directa, sin licitación, la
primera fase del gasoducto Los Ramones, un proyecto de mega infraestructrura
gasífera, con un costo de 2 mil millones de dólares. Un proyecto adjudicado a
SEMPRA, ahora llamado IENOVA, que dirige Carlos Ruiz Sacristán, compañero de
Lozoya Austin en OHL”.
Luisa María
preguntó: “¿Y quiere saber usted, secretario Videgaray, a qué empresa asignó
PEMEX para llevar a cabo el armado financiero? A PROTEGO, de Pedro Aspe
Armella. Ni un mes y medio llevaban Lozoya y usted en el cargo y ya habían
realizado el primer gran negocio relacionado con el petróleo”.
Luis Videgaray
respondió: “Agradezco su interés en mi biografía personal, aunque con algunas
imprecisiones. Pero si me permite me concentro en lo que fue su pregunta, sobre
la reforma energética”. Y procedía a repetir lo que el gobierno ha dicho desde
el principio: que ni un tornillo se venderá de PEMEX… sin hacer mención, claro,
de la renta petrolera.
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