Alejandro Alvarez
“La impunidad, dijimos en este
espacio hace algunas semanas, fue el invento maravilloso que instrumentó el PRI
para gobernar el país y que los otros partidos han heredado como cosa normal en
su modus operandi donde gobiernan. La
conmoción que hoy nos estremece al redescubrir las relaciones entre el hampa y
los cuerpos policiacos es sólo una cara de la podredumbre que carcome el tejido
social en su totalidad. No sólo la delincuencia organizada sino también
empresarios, funcionarios de alto nivel de
todo tipo de dependencias y no se diga políticos encumbrados han gozado de
impunidad e inmunidad a pesar de las más diversas formas de estafa descarada
que han ejercido sobre la ciudadanía.
En nuestro estado tenemos un
excelente ejemplo de ello. Más de mil quinientos trabajadores sin empleo y
varias decenas de miles de viajeros estafados es el saldo visible de la
impunidad que disfrutó el todavía dueño de Aerocalifornia Raúl Aréchiga
Espinoza al menos durante los últimos cuatro años. Habrá que sumar en esta
historia delictiva del señor Aréchiga deudas por cientos de millones de pesos
al fisco, al Seguro Social e Infonavit. Veamos una breve semblanza de este
pillo de marca. Se recordará que en abril de dos mil seis la Dirección General
de Aeronáutica Civil (DGAC) suspendió los vuelos de Aerocalifornia por no
respetar las normas de seguridad para volar. Se pudo corroborar de manera
fehaciente la práctica de la “canibalización” de refacciones en las aeronaves
de esta empresa. Esto quiere decir que tomaba piezas y equipo de un avión fuera
de servicio para reemplazar las de otro en servicio. Esta medida extrema de
sanción se ejecutó después de quince meses de advertencias al empresario, es
decir que tuvo desde finales de dos mil cuatro para atender las observaciones
de la DGAC sobre las deficiencias en las medidas de seguridad para volar. Todo
parece indicar que el accidente de un avión de Aerocalifornia en julio de dos
mil cuatro en la ciudad de México fue lo que abrió la pequeña caja de Pandora. Pero
ésta era sólo la gota que derramaba el vaso de irregularidades de
Aerocalifornia. Para ese entonces ya se sabía que la empresa debía más de 700
millones de dólares por no pagar servicios como limpieza, alquiler de
aeropasillos y salas móviles, consumo de combustible, control de vuelos para
operaciones de aterrizaje y despegue, renta por pernocta de aviones en
aeropuertos, aportaciones patronales al Seguro Social y hasta cuotas sindicales.
Extraña complicidad del gobierno panista (entonces Felipe Calderón, nota mía) con
el empresario de marras. Pero además uno se pregunta ¿por qué el gobernador
estatal Narciso Agúdez y el presidente municipal de La Paz Víctor Castro, ambos
perredistas, hicieron eco de las teorías
del “complot” contra el rapaz Aréchiga encabezando por ello manifestaciones de
apoyo indirecto a este empresario? Noventa días después y una vez verificado
que se solventaban las medidas de seguridad Aerocalifornia fue autorizada para
reiniciar sus servicios. Sin embargo sus cuantiosos adeudos fueron pasados por
alto por las autoridades federales y locales.
Después de reiniciadas las
actividades de Aerocalifornia a mediados de dos mil seis Aréchiga continuó sin
problemas su política de no cubrir los pagos por servicios aeroportuarios, pero
además lógicamente sin pagar la deuda acumulada hasta ese momento. La versión
oficial de la más reciente cancelación de vuelos de Aerocalifornia es por
mantener un adeudo de doscientos sesenta millones de pesos a la SCT por uso del
espacio aéreo que no pagaba desde hace dos años. Pero siguió sin cubrir los
pagos del Seguro Social, Infonavit, Afores y Hacienda de manera que resulta incomprensible cómo una empresa pudo
mantenerse en activo por tantos años ante dependencias que son bravísimas con
los pequeños empresarios y causantes cautivos a los cuales les embarga sus
bienes con eficiencia y celeridad fulminantes. Al mismo tiempo que cuajaba esta
infamia con su línea aérea el empresario Aréchiga fue vendiendo sus negocios a
la vista de sus acreedores oficiales. Así fue como vendió la concesión de un
canal de televisión y después la empresa local de televisión por cable y aparentemente
la red radiofónica estatal. El señor Aréchiga en toda esta negra historia jamás
dio la cara, mucho menos una explicación y ni pensar que alguna vez pasó por
sus neuronas la posibilidad de ofrecer una disculpa a quienes afectó, pero que
al mismo tiempo lo hicieron millonario. Esa es impunidad de la buena, no
fregaderas”.
Hasta el momento los trabajadores
de la aerolínea continúan en una huelga que se ha ido sepultando en el olvido.
El dirigente sindical que inició la huelga ya falleció. El empresario Raúl
Aréchiga hasta donde se sabe vive a salvo en los Estados Unidos. Y los ex
trabajadores se rascan como pueden esperando ver algún día lo que queda de su
liquidación. Un caso más de impunidad.
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