jueves, 6 de febrero de 2014

EL TIRO WILLIAM*




Jesús López Gastélum
(Santa Rosalía 1927/Ensenada 1998)

Cada vez que viajo a Santa Rosalía y desde la cuesta diviso el perfil majestuoso del Tiro William de San Luciano, me invade una profunda sensación de lejanía, de nostalgia.

Llego a las ruinas de mi pueblo, a mi origen, a mi niñez; y siento transitar mi propio fantasma entre las piedras salientes y soledosas.

Para mi esposa Gema, ahí no hay nada; para mi, está todo.
Aquí estaba la escuela que mi madre inauguró; aquí el sindicato, la mutualista, la botica,el puesto de Don Antonio Santiago, la cancha, el taste, la oficina, la tienda…¡Todo estaba!!

Aquí murió mi abuelita en junio de 1935; de esta casa salí a estudiar  a San Ignacio a los 13 años. Allá quedaron las canicas, el guante, el trompo y el valero. Allá quedó también mi viejo perro el Fanor

Y por supuesto, dejé en su lugar al Tiro William: una oquedad de más de 300 metros a la que en jaulas especiales bajaban los mineros a diferentes niveles para sacar el cobre.

Toda una hazaña diaria y en tres pueblos.

Alguna vez, mi amigo, el minero Eduardo Drew, me concedió llevarme a conocer el fondo el tiro que para mi era una fascinación.

 El ingeniero Jeffroy, ex alumno de mi madre en el Colegio Guaymense del Sector Dworak, otorgó el permiso y con todas la precauciones debidas conocí-no sin temor- las míticas entrañas  del William.  
Oscuridad, agua, rumor de potentes ventiladores, niveles enrielados, carros de acero, mulas y muleros, cascos protectores, y una fiesta tétrica de lámparas de carburo de penetrante, ácido olor , y de zigzagueante, inestable, errática luminosidad : una penumbra danzante,  movediza, nerviosa, fugaz. Premonición de un destino intensamente breve.

Seguramente ahí fue donde nació aquel verso juvenil de mi California del Sur:”Minero, minero de mi pueblo y de mi grey/coge el pico y arráncale  a la entraña/ la conciencia suprema e tu ley”.

Y ahí sigue el enorme castillo de acero del Tiro William(nombre del ingeniero alemán que lo diseñó e instalo en los años treinta), referencia alucinante desde la cuesta .Un imán.

Me gusta para destino de mis cenizas. Si no pude dedicarle a mi pueblo toda mi vida, me gustaría ofrendarle toda mi muerte. 

*Publicado originalmente en la columna Punto y Raya del diario El Mexicano, de Baja California, en abril de 1990.  

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