sábado, 3 de octubre de 2009

DE PALOS, CUÑAS E IZQUIERDAS...

Diego Petersen Farah


2009-10-03•Al Frente

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En el extraordinario libro de Guillermo Sheridan, El dedo de oro, el personaje principal es una especie de Fidel Velázquez reloaded que encarna, y tienen encarnado, ahí en lo más profundo de su ser, todos los elementos del poder representados por un práctico, portátil y fácilmente guardable dedo de oro. Además del poder que le confiere el dedo, el personaje tiene además el control absoluto del sindicalismo mexicano, hasta que un día alguien entiende el significado de la frase, “para que la cuña apriete…” y crea una especie de sindicato único de trabajadores del sindicato único de trabajadores y pone en jaque a la organización, pues el sindicato único de trabajadores del sindicato único de trabajadores no podría pertenecer al sindicato único de trabajadores, ya que en este caso el sindicato único de trabajadores era en realidad el patrón, no el sindicato. Al líder por antonomasia no le queda más remedio que reconocer que ha sido tocado, asumir el rol que le toca en ese momento y aplicar las técnicas patronales acordes al caso: cooptar al líder emergente a billetazos y reconocerle su legítimo espacio en la política nacional (es decir, permiso para transar) a cambio de que no le diera problemas sindicales en el sindicato.
Algo similar le pasó a la izquierda con el ahora adorado Juanito. Rafael Acosta lo único que hizo fue aplicarle técnicas de izquierda a la izquierda, y la izquierda no supo cómo reaccionar. Movió a las masas (hoy día a cualquier contingente gritón de 20 personas se le llama “masas”), alegó legitimidad de su proceso, le hizo caso al pueblo, mandó al diablo a las instituciones y poco le faltó para hablar con “su dedito”, pero Rafael-Juanito no ha llegado a esos niveles de surrealismo político que alcanzó Andrés Manuel-Peje en su mejores épocas (también en esto hay niveles).
Rebasados por la izquierda, a los líderes de la izquierda no les quedó de otra que aplicar las técnicas de derecha, y de derecha autoritaria a la que tanto han criticado, pero que es la que mejor conocen e imitan. Fueron al cajón del DNA y nos les costó mucho trabajo encontrar en sus raíces las técnicas del priismo más elemental. Marcelo Ebrard se acordó de cuando a él, joven subsecretario de Gobierno del priistoseno superior, tenía que negociar con los movimientos urbano-populares postemblor que son hoy gran parte de las bases del perredismo del DF, y particularmente en Iztapalapa.
Citó a Rafael-Juanito a una plática amistosa y como el Cuento de Navidad, de Charles Dickens, Juanito Scrush pudo ver su pasado, maravilloso; su presente, promisorio; y su futuro, desastroso. Marcelo le fue leyendo las cartas a Juanito y comenzaron a salir las figuras malas: manifestaciones, problemas, reinas volteadas, escasez de dinero, hasta que, seguramente cayó la última y el carnal Marcelo, con voz de Kalimán, le informó a Rafael Acosta el significado de esta: cárcel. “Serenidad y paciencia, mi pequeño Juanito, serenidad y paciencia”, el sistema siempre tiene una salida política inteligente para casos como el tuyo. Otra vez del cajón de del priistoseno, pero ahora del priistoseno inferior, Marcelo sacó el Manual de excusas perfectas para la renuncia inminente y le dijo: “lo tengo; enférmate” (brillante, no se por qué a nadie se la había ocurrido antes). El sano líder que el día anterior estaba haciendo el ridículo mostrando sus músculos en “Mister México”, ahora lo hacía mostrando sus debilidades en el reality show de la política mexicana; el músculo más importante, el corazón, le estaba fallando.
Juanito no se iba a quedar como si nada. El aparador y los reflectores son mucho más adictivos que la cocaína y preparó una salida del escenario político por la puerta grande. “Me corren de la casa del Big Carnal Marcelo, a pesar de ser el más votado por la audiencia, pero nadie olvidará mi salida”. En un acto sacrílego, el líder de izquierda, que puso en jaque a la izquierda con técnicas de izquierda, renegó de sus colores de izquierda y de su bandera, y bailó jarabe tapatío sobre la corbata roja que representaba a su partido, el PT.
La historia del cándido Juanito y sus jefes desalmados sería preciosa y digna de Ibargüengoitia si no fuera porque, detrás de todo esto, lo que hay es la asunción de una candidata que fue descalificada por un tribunal, por haber hecho trampa en la elección interna del PRD. Clara Brugada no debería ser delegada de Iztapalapa; lo es sólo gracias a una serie de artilugios legaloides, que terminaron convirtiéndose en una comedia de enredos, pero que no le quita lo patético ni lo tramposo.
Éste es el fin de la historia de Juanito, por lo menos hasta que a alguien se le ocurra hacer la segunda parte. Por lo pronto para agradecer la risa, pero sobre todo para no olvidar, hay que repasar a los actores de esta vergonzosa escena nacional: en el papel del El líder, Andrés Manuel López Obrador; La usurpadora, Clara Brugada; El ideólogo, Gerardo Fernández Noroña; en el papel de Juanito, Rafael Acosta, y en el papel de Kalimán, el propio Kalimán… Marcelo. diego.petersen@milenio.com

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