jueves, 29 de octubre de 2009

MANU MILITARI

La hora del lobo
Federico Campbell


El distritofederalense Jorge Castañeda y el huatabampense Rubén Aguilar Valenzuela han escrito un libro al alimón, El narco: la guerra fallida, en el que de plano dicen que el Ejército mexicano no ha podido salir adelante en su lucha contra el narco. Su especulación es que la de Calderón ha sido una “estrategia” equivocada y que se empeñó en ella más que nada motivado por su sentimiento de ilegitimidad, por la sensación de que a lo mejor no ganó las elecciones de 2006 y que si las ganó formalmente, con la sospechosa ayuda del Tribunal Electoral Federal, fue con chapuza.
De hecho, el cabildo de Ciudad Juárez ya ha solicitado al gobierno federal que retire al Ejército de su municipio porque se presencia allí ha sido inútil y demasiado costosa.
No es la única crítica la de estos dos escritores que trabajan en pareja, como policías. No hace mucho estuvieron en México dos expertos italianos en el combate del Estado italiano contra la mafia siciliana. Tanto Antonio Ingroia como Gian Carlo Caselli (el primero procurador adjunto antimafia del Tribunal de Palermo; el segundo procurador actual en Turín) sostienen que no hay que hacer de los soldados policías, que en Italia (la cuna del derecho) nunca le han transferido al ejército labores que son propias de profesionales del delito, como los agentes y los carabineros (aunque la condición de los carabineros es como la del alférez en España: medio militares y medio civiles: llevan uniforme pero se les juzga bajo la ley civil).
El historiador de la mafia, Giuseppe Carlo Marino, piensa que ”combatir al crimen organizado sólo con el embate frontal de tipo militar sólo es funcional para el mantenimiento de las organizaciones criminales.”
A su modo —en su estilo de chivo en cristalería— Vicente Fox ha sido más explícito: el Ejército sólo “ha multiplicado” el problema.
Lo que ha sucedido es que nunca había habido tantos muertos. Los informes de los periódicos parecen partes de guerra, peores que las de Bagdad. Aparte, se les cuelga, se les mutila o se les corta la cabeza
Tanto el excanciller como el de Huatabampo, que ya ejercían como escritores mucho antes de trabajar en el gobierno de Fox, no ocultan que empieza a darse en México algo parecido al “estado fallido”, por la falta de control en ciertas partes del territorio nacional donde el Estado no está.
Sobre el tema del ejército, que ya no es un tabú en México, Ramón Cota Meza ha hecho un estudio riguroso importante en la revista Letras Libres de octubre: analiza por qué en la ley militar mexicana la presunción es de culpabilidad y no de inocencia. Señala que el problema más grave es el de la enorme deserción que hay en las filas castrenses: no se sabe cuántos desertan con equipo y armas y se pasan al crimen organizado, pero la Sedena “no da seguimiento alguno al personal desertor”. Se ignora qué hace el ejército con los “haberes” de los desertores (sus sueldos, por ejemplo) y si los da de baja. Del 2000 al 2006 desertaron 102, 861 elementos. Al mismo tiempo se fueron 200 pilotos de la Fuerza Aérea que no se sabe dónde andan volando. Recuerda que el Ejército se abstiene de participar en política a cambio de autonomía absoluta en el manejo de su presupuesto y en su política de ascensos, que depende de los superiores.
En cierto modo el Ejército mexicano está luchando contra sí mismo.


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