25-Oct-2009
Bitácora del director
Pascal Beltrán del Río. DIRECTOR DE EXCÉLSIOR.
A lo largo de cuatro Legislaturas —un periodo de 12 años que resulta larguísimo ante la velocidad con que avanza la tecnología de la información en el mundo—, muchos especularon que el problema de la transición mexicana era la incapacidad del régimen político para dar lugar a acuerdos.
Se alegó que tendríamos que encontrar la manera de formar una mayoría en las Cámaras, sobre todo en la de Diputados, para que ésta fuera corresponsable, junto con el Ejecutivo, de la toma de decisiones.
Pues bien, ya tenemos esa mayoría, integrada por el PRI y el Partido Verde, y las cosas se encuentran igual de trabadas. Cuando cuatro de cada cinco diputados votan a favor de algo y eso deja insatisfecho a todo mundo, incluyendo a ellos mismos, es que el problema va más allá del modelo.
Es evidente que es otro: nuestra transición, en el plano parlamentario, no dio lugar a una renovación de las ideas y las formas en que nos organizamos sino, como hemos comentado aquí otras veces, simplemente abrió temporalmente la puerta al club de los privilegios y la volvió a cerrar. El PRI compartió el poder con antiguos opositores, pero inoculó en los nuevos socios el virus de las ventajas personales.
Por eso, los partidos políticos mexicanos son irreformables. Vea si no: cuanto joven ingresa en sus filas y alcanza posiciones de liderazgo, inmediatamente adopta los estilos de la política más rancia. El mejor ejemplo es César Nava, un político joven de estilo viejísimo, cuya novatez se empata con su indolencia y su ambición.
El cambio no vendrá por ahí. Temo que los discursos moderados e incluyentes pronunciados la semana pasada por Manlio Fabio Beltrones, Fernando Gómez Mont y Carlos Navarrete rebotarán en las paredes del cálculo y la inercia que aíslan a la clase política del resto del país.
No hay por qué pensar que nacerá repentinamente la sensatez, el desprendimiento de las ventajas personales y la altura de miras en esta generación de políticos si no ha sucedido antes. Ni siquiera el desastre fiscal, el desplome petrolero o el atraso de México en el mundo globalizado los ha hecho reflexionar.
Yo incluso ya dejé de creer que la reelección de los legisladores pueda significar un gran paso adelante. Eventualmente, los partidos la aceptarán —y si no, al tiempo—, pero encontrarán la manera de sacarle ventaja, pues sus cúpulas siguen teniendo el monopolio de las candidaturas.
Las buenas noticias tendrán que venir de otro lado. Y, de hecho, eso es lo que está ocurriendo. De manera tímida e incipiente hemos atestiguado en los últimos dos años la emergencia de nuevas ideas y nuevos liderazgos en la sociedad civil, que rebasan a los políticos porque están tan enredados en su red de complicidades que les resulta imposible actuar de otro modo.
De entrada, destaco tres de esos movimientos:
1) El hartazgo social contra la delincuencia y la ineficacia de las autoridades para hacerle frente. Éste dio lugar a una gran movilización, en agosto del año pasado, y sacó a flote a nuevos líderes, como Elías Kuri, surgidos de la sociedad civil.
La reacción de la clase política fue tratar de cooptar a estos líderes o atraerlos a su esfera para ahí neutralizarlos. Probablemente lo lograron con algunos, pero otros —como Kuri—, siguen siendo un referente de los ciudadanos y una instancia de interlocución con un poder que se aleja cada vez más de éstos.
2) El llamado movimiento blanco, que promovió el voto nulo en las elecciones de julio pasado. Sin tener que incurrir en los gastos suntuosos de los partidos, sus promotores lograron convencer de anular sus boletas al doble de los votantes que normalmente hacía esto. En el DF, la cifra llegó a 10% de los sufragios.
Su desventaja era la de ser un movimiento que estaba condenado a tragarse a sí mismo. No había modo de conducir la protesta a nada efectivo y acabó sirviendo a algunos de los partidos, pues terminó con uno de los nuevos —el Socialdemócrata, que buscaba su registro— con lo que dio lugar, sin quererlo, a una mayor exclusividad del club de privilegiados de la política.
3) Apenas la semana pasada, se organizó en Twitter, una red social de internet, una manifestación de protesta contra la decisión del gobierno y los 400 diputados que aprobaron el paquete fiscal de gravar con un impuesto de 3% el servicio de conexión a la llamada supercarretera de la información.
Algunos representantes de este movimiento (#internetnecesario) fueron convocados a un diálogo con senadores, el jueves pasado, lo que representó un hito. Aunque ahora haya quien les reproche haber asistido, pues según su visión no habían desarrollado la fuerza necesaria, yo creo lo contrario: los invitaron justamente porque la tienen. E hicieron muy bien en ir.
La clase política mexicana vio descender a los tuiteros sobre el Senado de la República como si fueran seres venidos de otro mundo, con nombres extraños como @sopitas o @lion05. Así de alejados están de muchas de las cosas que pasan en el país. Algunos políticos descubrieron ese día que hay una cosa que se llama Twitter y se apresuraron a abrir su cuenta.
Insisto, son movimientos aún incipientes y tímidos, pero ahí está una generación de recambio para una clase política cada vez más incapaz de construir un país moderno y viable para todos.
No es casual que surja en Internet. Quizá por ello, el nuevo impuesto y el nulo esfuerzo por aumentar la conectividad del país.
domingo, 25 de octubre de 2009
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