jueves, 4 de marzo de 2010

UNA VISITA DE MONTEMAYOR


La noticia de la muerte del escritor, Carlos Montemayor (Parral, Chihuahua, 1949-DF 2010), me remitió a una de sus visitas a La Paz, allá en los venturosos años setenta. Fue en el esplendoroso marco de la entrega del Premio Internacional de Poesía Ciudad de La Paz, auspiciado por el gobierno de Angel César Mendoza Arámburo.
Anticipándose a la creación de Conaculta(le mejor obra de Salinas, que ahora genera casi la totalidad de la actividad cultural en BCS), Angel César emprendió una política cultural sin precedentes ni sucedáneos en la entidad, en coordinación con la recién fundada UABC, y el apoyo de un escritor sudcaliforniano radicado en el DF: Fernando Escopinichi, a quien otorgó carta abierta para concretar no solamente lo de los premios literarios internacionales, sino también para crear toda una atmósfera de efervescencia cultural con la presencia de relevantes figuras del parnaso mexicano y del extranjero.

En aquella ocasión, Montemayor era el más joven de aquel elenco estelar encabezado nada menos que por …Juan Rulfo… y Alí Chumacero, acuerpados por el grupo de los espigos amotinados: Juan Bañuelos, Jaime Labastida y Eraclio Zepeda, y el octaviano y pedísimo poeta(valga la redundancia), Marco Antonio Montes de Oca..

Luego de la ceremonia de premiación en el Cinema La Paz- con Mendoza Arámburo presidiendo el evento-, se hizo la fiesta en el restaurante Fulanos(en el malecón, remember little darling?), donde la sed de los semidioses fue aplacada con generosas afluentes de whisky (coñac, para Montes de Oca; Rulfo ya tenía tempo de abstemio, tanto como su esterilidad literaria) , cena de langosta y camarones preparados por el chef internacional portilusino, creador del filete imperial, Santos Salorio.
Como funcionarios de Extensión Universitaria de nuestra flamante universidad pública, nos tocó compartir mesa con Montemayor, los músicos Daniel Tuchman y Ariel Sotelo, el excelso guitarrista clásico tijuanense, expresamente contratado por la UABCS para la noche de gala del histórico acontecimiento cultural, y el pintor, coordinador del taller de artes plásticas universitario, Bernardo Arellano, mejor conocido como simplemente BA, el gran BA, tal cual la firma de sus cuadros.

Apenas rondaba los 30 años de edad el poeta chihuahense, pero ya era toda una figura reconocida por su erudición literaria que luego lo llevaría a integrarse a la Real Academia de la Lengua.
Montemayor llamaba la atención por su apariencia de poeta francés del siglo XIX, impecable traje oscuro, chaleco, reloj de bolsillo, redondos lentes lennonianaos , pipa siempre encendida, copa en mano. A simple vista parecía un pedante: hablaba bajito, bajito, y uno (ya ves cómo es uno), tenía que hacer un esfuerzo para escucharlo. A las primeras de cambio, la apariencia de infumable divo, parecía afirmarse, hasta que sus palabras empezaron a atraparnos.
El autor de Las llaves de Urgel (Premio Villaurrutia 1971), Abril y otros poemas(FCE, 1979, y de novelas como Guerra en el paraíso ( una obra Non Fiction sobre la guerra sucia del gobierno de Echeverría contra la guerrilla post 68), no solamente hablaba de literatura; conocía al dedillo temas históricos como el de las peripecias del Fernando Jordán, el antropólogo suicida autor de El otro México, colaborador de la revista Siempre!, quien siguiendo la ruta de Kino había partido de aquel País Bárbaro encontrado en la Sierra Tarahumara, hacia su odisea bajacaliforniana.
Luego de la actuación de Sotelo y Tuchman (estreno urbi et orbi de Bella Fugitiva--bajo la mirada y el fino oído de uno de los mexicanos más universales de todos los tiempos, Rulfo – una de las canciones que hicimos, letra y música, a dueto, y que tantas puertas, botellas y entrepiernas nos abriera a la vuelta de unos años allende el Bermejo y el Paralelo 28), Montemayor abordó otro de sus tópicos favoritos: la música.

Al día siguiente, en una palapa de Todos Santos, con la espléndida anfitronía del desaparecido sonetista y promotor cultural Néstor Agúndez (¡!!Bien por el PRI de Ricardo Barroso por ese homenaje al poeta: clap, clap ,clap!!!) , nos dimos cuenta de que Carlos era consumado tenor y bolerista. Melomanía que lo llevaría a escribir el libreto operístico, Encuentro en el ocaso, puesto en escena por Daniel Catán

Entonces acabamos de comprender que detrás de aquella apariencia petulante, se escondía un hombre genialmente modesto. Y apenas empezaba, y empezábamos a conocer la profundidad humana, intelectual, literaria, de quien había sido nuestro interlocutor aquella noche memorable. Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el poeta chihuahense era un políglota. Había realizado estudios de lengua hebrea en el Colegio de México, y dominaba el griego clásico y vulgar, el latín en todas su modalidades, y el portugués, francés, italiano e inglés, entre otras lenguas vivas. Fue fundador y director de la revista Casa del Tiempo, de la Universidad Metropolitana (1980-82), traductor de obras clásicas como las Odas de Píndaro, Carmina Burana, poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo así como de poetas modernos como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo.
A CM también se le debe el rescate de la cultura indígena con libros como Encuentros con Oaxaca, Arte y trama en el cuento indígena, Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México, La voz profunda: antología de literatura mexicana en lenguas indígenas y el Diccionario del náhuatl en el español de México.

La última vez que tuve la oportunidad de lo verlo y escucharlo, todavía lleno de vida y porte, fue en el Encuentro Hispoanoamericano de Escritores de Xalapa, hace un año. Ante un atiborrado auditorio, con el gobernadro Fidel Herrera en primera fila, Montemayor leyó durante una hora fragmentos de su obra poética, pues era esencialmente un poeta. Y de memoria, deletreo algunos versos de su poema…Memoria:Una mirada clarísima se yergue innumerablecuando en la mujer empieza el mundo.Esparce un aroma de lluvia sobre la vida,un aroma de barro, de río,elevado el sonido primordial de las piedras.Vuelve los ojos desde su altura, desde su carne,hasta el silencio en que todo cae y resurge.Nada podemos olvidar, si la recobramos.Nada podemos amar, cuando nos doblega.Nada la detiene, nada nos sacia.

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