Regresaba de Los Cabos cuando a la altura de la gasera, y más allá de la medianoche dominical, estalló una de las llantas delanteras de mi heroica Cambry 94. Para variar, no traía refacción. Tuve que rodar a rin pelón hasta la gasolinera más próxima, donde dejé encargado mi vehículo y empecé a pedir aventón.
Los tripulantes de un carro compacto de cuatro puertas, accedieron a llevar al enigmático señor de la maleta. Eran tres jóvenes, evidentemente entonados, prendidos, que dijeron ser de San José: "A mucho orgullo".
Su acento, lubricado por el pisto y el foco (Crystal fumable), era de los más desagradables dentro de la amplia gama de tonalidades choyeras. Gangoso, tipludo, cuasionomatopéyico, a merced de las veleidades emocionales en bruto, sin brida racional, sin el atemperamiento que solamente da el roce social, ciertos grados educativos..
Estridencia grupera y épica narco en el autoestéreo. Acelerador a fondo. Les sugerí que aminoraran la velocidad porque adelante había unos retenes policiacos alertados por un reciente secuestro.
Soltaron una carcajada, y sin bajarle al velocímetro(”!!Arre, arre, hilo,hilo,fierro, fierro!!!!, gritaba el copiloto) empezaron a hablar y a aislarse en una especie de jerga, de la que sólo podía rescatar algunos jirones en lengua romance. Su fanfarronería dejaba claro que disfrutaban de alguna clase de "fuero". Incluso parecían conocer detalles sobre el secuestro, y hacían referencia a un personaje de culto: Chicho Junior.
Al entrar a la zona urbana, ya sin retenes, visiblemente deslumbrados por las luces citadinas, empezaron a despotricar contra La Paz y los paceños. "Ya se creen de Tijuana estos putos", dijo el delirante y vertiginoso piloto. Y contó una anécdota. Hace poco el velocista suicida circulaba por esta misma avenida cuando un motociclista lo rebasó y se le puso por delante. Le dio tanta rabia la felonía que no pudo resistir el impulso de alcanzarlo y arrollarlo.
A la pregunta del temerario cuarto pasajero de si lo había matado, el mequetrefe respondió que así lo esperaba: "Al cabo que era de La Paz... como diría Chicho Junior".
Los porteños debíamos digerir una verdad amarga: los cabeños eran ahora los dueños del poder a través de uno de los suyos, y así liberaban todo el resentimiento acumulado en los años de hambre. La “revolución democrática” les empezaba a hacer justicia.
SANGRIENTO MALECÓN
Jovencitos rupestres, obsedidos por un rencor social clamando venganza, enervados por el billete fácil y la jerga gangsteril. El huevo de la serpiente incubado por la catástrofe educativa mexicana, la lumpenización de nuestra vida pública, el envilecimiento de la llamada clase política, esa lamentable “generación del fracaso”. Por la involución histórica sudcaliforniana a partir de la “coyuntura” 99.
De diferente rango social, pero con similares pulsiones criminales- un cáncer que iguala a chicos nice y nacos-, son algunos de los involucrados en la ejecución de Jonathan Hernández Ascensio, el pasado jueves, en pleno malecón.
Diversos testigos presenciales identificaron plenamente al asesino material. Un video tomado por un extranjero, confirmó los testimonios. Pero al parecer, el señalado homicida, como los "na(r)quitos" josefinos, también tenía cierto "fuero". Fue detenido, y luego liberado sin mayores explicaciones por parte del Procurador. Huyó a Tijuana y de ahí a San Diego. La desfachatez de la autoridad judicial encendió a la familia de la víctima y la indignación ciudadana. Este fue el cuadro de "bienvenida" al gobernador Agúndez, luego de su viaje de negocios a Japón.Y ocurrió lo impensable: el proverbial autismo narcisista se rasgó y procedió a destituir al impugnado Procurador.
Bajo sospecha desde que asumió el cargo por sus turbios antecedentes como funcionario judicial, confirmados por su participación en aquella escena de tortura a unos supuestos secuestradores en la que apareció con el rostro embozado; acorralado por la aprehensión del Teo y cía, la liberación de un homicida in fraganti no podía haber sido más inoportuna.
¿Cinismo, torpeza, miedo, desesperación?.En todo caso, un reflejo de la putrefacción del andamiaje institucional sudcaliforniano, de la degradación moral y política del grupo en el poder.
La aberrante liberación de Gary Gaín Hidalgo, con toda su carga de infinito desprecio a la ciudadanía, es inconcebible sin una orden del "Ingeniero en Jefe".Pero si no fue así, entonces la orden vino de más arriba, de los altos mandos no precisamente republicanos, donde gobernadores como Narciso son peones desechables, para no hablar de personajes menores como el ahora ex procurador.
Un fenómeno muy parecido como el que ahora nos obsede, me tocó vivirlo como ciudadano y periodista, en la Tijuana de los noventa, cuando Blancornelas destapó el caso de los narcojuniors: los sicarios se daban hasta en las mejores familias… habría dicho Charles Baudelaire, el poeta maldito, autor de Las flores del Mal...
Vaya que tendría mucho que informar Narciso si el Informe no fuera una farsa como su hipócrita gesto de solidaridad con los deudos de la víctima. A estas alturas del partido, el mal fario del ex ranchero de Santa Anita queda plenamente confirmado: inauguró su sexenio con un baño de sangre, la de 22 personas que habían sido “acarreadas” de Constitución a La Paz, y sucumbieron en un accidente carretero a bordo de autobuses urbanos propiedad de la familia Cota Montaño; y concluye entre detenciones de grandes capos y un malecón ensangrentado.
¿Para eso quería remodelarlo y extenderlo el “Ingeniero”?
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