miércoles, 26 de octubre de 2011

LENIN EN EL PARAISO



Alejandro Alvarez

Fue en una de esas noches mágicas por las que solemos transitar mi compadre Beto y yo -ya antes me he referido a mi compadre como protagonista de estas correrías y como que no le gusta, pero tengo que se fiel a los hechos-. Pues ahí estábamos sorbiendo la segunda helodia de la noche en El Paraíso, cantina de medio pelo ubicada en el perímetro de un centro comercial que recientemente cambió de nombre, cuando apenas la noche se acicalaba. De repente quedamos prácticamente congelados cuando visualizamos en la entrada del tugurio ni más ni menos que al joven Lenin. Sí, Vladimir Illitch en persona, el dirigente de la revolución rusa, no nos podíamos equivocar. Con su barba y bigote en candado, su mirada mongólica entrecerrando los ojos, dominando el escenario. Vestía su clásica gorrita militar, un abrigo largo oscuro de doble botonadura con solapas amplias, botas militares impecables, bien boleadas. Sólo desentonaba un poco el pantalón de mezclilla visible bajo el abrigo. Con paso lento como torero partiendo plaza cruzó la pista haciendo a un lado a parroquianos y parroquianas débiles ante los placeres de los sentidos –no entraré en detalles al respecto- que ya daban rienda suelta al ánimo al ritmo de la banda El Limón. Fue a sentarse al otro extremo de la barra donde una dama con un enorme parecido a la última zarina Alejandra Feodorovna, sólo que con unos treinta kilos de más, permanecía despatorrada. Junto a ella se sentó el joven Lenin ¡quién lo diría! el demoledor del zarismo ruso junto a la más alta representante del viejo régimen juntos en una noche de fiesta sudcaliforniana. Inmediatamente la zarina pidió una bebida al cantinero haciendo la seña clásica de levantar el dedo meñique para referirse a un cuartito de cheve, servicio que cubrió de inmediato el revolucionario sin perder la figura al sacar la billetera.
Mi compadre, admirador de esa revolución de inicios del siglo pasado, esperaba que empezaran a desfilar toda la vieja guardia bolchevique Zinoviev, Kamenev, Stalin, Bujarin y toda esa pléyade de comunistas que pensaron instaurar en todo el mundo la dictadura del proletariado. Pasó el tiempo y no hubo tal desfile, pero en el rincón de la barra se notaba una cierta evolución, la zarina portaba ya el gorrito de Lenin y el abrigo militar estaba desabotonado dejando ver una camisa desfajada. Eventualmente la pareja insólita ocupaba la pista de baile y el revolucionario se repegaba a la zarina hundiendo su cara en sus generosas glándulas mamarias mientras sus manos inquietas algo buscaban en la espalda baja de su pareja que no se cansaba de colocarlas unos centímetros arriba. Si la presencia del joven Lenin obedecía a la búsqueda de nuevos adeptos choyeros para la revolución comunista su resultado no fue del todo exitoso pero si lo que buscaba era relajarse de las tensiones que representaban liberar a la humanidad del yugo capitalista no cabe duda que las expectativas fueron ampliamente superadas.
Cerca de las dos de la mañana con una densa atmósfera cubriendo el sagrado recinto abandonamos El Paraíso lanzando una mirada a lo que quedaba de Lenin. Su zarina hacía media hora que lo había abandonado recostado sobre la barra, el abrigo tirado en el suelo.  La gorra  cubría ahora la cabeza de otro parroquiano que buscaba establecer con la zarina el clásico trueque de rublos por placer. La vida revolucionaria es difícil de llevar. Chava, el cantinero, después nos dijo que el tal Lenin era un sujeto que se hacía pasar como periodista independiente y que aseguraba ser dirigente de uno de esos partidos morralla que se autonombran de izquierda.

OLA DE ROBOS
Acuso recibo de la denuncia del señor Reynosa sobre un robo en su pequeño negocio de por el rumbo de la colonia Revolución. Lo interesante de la denuncia es constatar que la ciudad de La Paz es víctima de una ola de robo en casa habitación, autos, pequeños negocios y transeúntes que aceleradamente avanza desde hace varios meses. De más está decir que esto demuestra la ineficacia o insuficiencia o impreparación o colusión  (póngale como guste) de gran parte de la policía preventiva y otro tanto de los ministerios públicos encargados de la persecución y castigo de estos delitos cotidianos. Nuestros gobernantes parecen no calibrar lo que representan estos actos para una familia promedio que al verse despojados simplemente de los aparatos electrónicos y electrodomésticos de su hogar ven esfumarse meses o años de trabajo. 

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