lunes, 24 de octubre de 2011

Lunas, letras y menos violencia



Fernando Reyes

Muy cerca de un barrio tranquilo, casi siempre hay uno bravo y violento. Algo parecido pasa en Baja California; en las ciudades fronterizas impera la violencia, mientras que el sur de ese mismo estado se respira La Paz. Es muy distinto leer en Tijuana (donde leí hace dos años cuando Eli Cazessús me invitó a presentar mi Nectáfora) que leer en Los Cabos (donde Paloma Vergara y Edmundo Lizardi me invitaron a participar en el Octavo Encuentro Literario Lunas de Octubre, 2011). Debo confesar que yo soy cien por ciento citadino y disfruto las emociones de las ciudades conflictivas, aunque debo señalar también que disfruté (cuánta falta me hacía) la tranquilidad y belleza de esta imponente península.
   Las lecturas se hicieron en el Museo de Historia Natural y en El Cerrito del Timbre, donde puede disfrutarse la ciudad y la Marina, precisamente donde se encontraba el Wyndham, nuestro hotel-laberinto. Allí, nos hospedamos Nacho Trejo Fuentes y yo, aunque nos cambiaron tres veces de habitación. Era como amanecer con una persona distinta cada mañana, aunque éstas nos llegaban sin darnos cuenta, quizá fue por causa del “Llamado de Sor Juana”, organizado por el músico, poeta y loco Octavio Hernández.
   Las mesas fueron muy ricas y variadas: debate, presentación de libros y revistas, lecturas de poesía y narrativa. Predominó la presencia de jóvenes entusiastas de La Paz, paceños, aunque yo les decía paceanos, “La poesía descansa en Paz”, bromeé en varias ocasiones; se comentó que incluso el sonsonete en la forma de leer Paz ha quedado como lastre. Se agradecieron lecturas frescas como las de Cazessús (que me irguió el espíritu), Christopher Amador (quien desnudó a tantos escritores con su poesía), Mario Z. Puglisi (con quien recorrí las calles de la noche) o  Miguel Ángel Chávez y sus poemas nalgones que fueron bálsamo entre la luna testigo. Acotamos que el uso de altisonancias siempre se ha dado entre poetas mayores: Sabines, Leduc, Novo, Nandino, Efraín Huerta, Max Rojas y, entre otros, el mismo Paz. En esa disertación fue que conocí a Víctor el Memorioso, quien nos deleitaba con poemas de memoria, de Quevedo a José Alfredo Jiménez. Víctor Luna, más allá de sus poemas declamados y su ponencia sobre literatura y violencia, lo recordaré porque siendo un herrero ama los libros más que muchos académicos petulantes que conozco en la UNAM. El vate de hierro tiene su calle en Culiacán, lo sé porque él mismo puso el letrero en la esquina donde tienen su taller. Gente entrañable se encuentran en los encuentros, como  Enrique Servín, una finísima persona que lo mismo habla hebreo y griego que náhuatl y coreano. Me encantó hablar con él y preguntarle mis dudas lingüísticas. Lástima que no escuchó mi versión de “Nicht kontrollen meiner Sinner”, al ritmo de Flans. Un toque especial le dio a este Encuentro Sofía Faddeeva, quien leyó en español y en ruso, quien nos contó de sus ires y venires, y sobre su provincia natal cuya temperatura llega a 40 grados bajo cero; quizá por eso se la pasó disfrutando del sol y la playa. Qué decir de Miguel Ángel Chávez Díaz de León (Escritor, periodista, sobreviviente de una embolia y un “Carjacking”, como se lee en su tarjeta de presentación) con su gran sentido del humor y cabrón amor a la vida. Me dio mucho gusto ver de nuevo a Rosina Conde, otra amante de la vida, llena de ídem. Fue un placer escucharla cantar al lado de Alain Derbez (quien presentó su Usted soy yo) en el bar donde empezábamos la fiesta cada nocheTwo for the road, allí también cantó blues otra hermosa, Lorena Durán Riveroll, bióloga, poeta de claros ojos nostálgicos que iluminaron la noche. Bella de día y de noche fue otra Luna que le dio alegría al Encuentro, Claudia Luna, quien, haciéndole honor a su nombre, no dormía y compartía la tertulia nocturna gozando del respeto que le prodigamos los caballeros de la noche, quienes aspirábamos las líneas de Sor Juana, bebiendo, leyendo, declamando, cantando, jugando con las palabras: “Élmer mintió”, dijo Nacho Trejo cuando disertamos en torno al iniciador de la novela del narco. La segunda noche nos sorprendió Claudia Luna cantando “Summer time” con la fuerza de cualquier diva del blues.
     En la tarde del sábado, último día de lectura, Hernán Lara Zavala cerró con una conferencia magistral en torno a las palabras. Comparó palabras en distintos idiomas, se refirió a las palabras en su contexto y habló de las palabras preferidas de algunos (las más hermosas son las esdrújulas, siempre he creído) y dijo la suya propia: “sí”. Y ese  inundó la última noche. Primero en el “Oceanus”, el barco que nos llevó al Arco, símbolo característico de Los Cabos. Bello crepúsculo, mejor ambiente y la amistad a flor de piel. Bailamos mareados “Village People”, salsa y ritmos candentes. “Te prometo una crónica, exageraré en algunas cosas, pero no cuando hable de ti”, le dije a Paloma, la preciosa organizadora de este Encuentro, por quien más de uno suspiró.
     La luna se transformó en sol, cientos de cervezas se entremezclaron con letras, palabras, versos, poemas, títulos, nombres. Resultó, entre tantas sorpresas, que muchos de los chavos de la habitación 242, donde acabó la fiesta, eran alumnos de un viejo amigo de la Facultad de Filosofía y Letras, Dante Salgado, poeta y editor de Finisterrae, una revistita reproducida en fotocopias, transcrita en máquina eléctrica, donde publiqué mi primer texto, dedicado al primer amor universitario. El encuentro con espíritus jóvenes me alimenta de su sangre, cual hematófago de letras. La palabra es sí, siempre sí.
    Al día siguiente partimos a nuestros respectivos destinos, si es que el hombre tiene un destino. En las sobremesas quedaron regadas tantas historias relativas a la violencia en Monterrey, Culiacán, Ciudad Juárez, Michoacán, Tijuana, de donde venían los poetas. ¿Cuántos poemas por cada descabezado se acumularán hoy? ¿Cuántos cuentos por cada levantado? ¿Cuántos libros por cada secuestrado?
     Hacia la Ciudad de México volamos Alain Derbez (que vienen de Jalapa), Rosina Conde (que vienen de Tijuana), Hernán Lara (que vienen de la Península, Península), Ignacio Trejo (que viene de Pachuca) y yo, defeño, que vengo de todas partes y hacia todas partes voy, casi a todas, sólo donde haya literatura, amigos, belleza y Lunas.
   Que estos encuentros con la palabra abonen semillas para erradicar la estupidez y la violencia de nuestro país.




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