lunes, 21 de mayo de 2012

Entre la alegría y la tragedia, Carlos Fuentes (II).


Periodico AM                            18 Mayo 2012

REDACCIÓN/ESPECIAL/QUIEN
Carlos Fuentes fue un diplomático reconocido en el mundo y un escritor incansable, pese a la desgracia de perder a sus 2 hijos, y las dificultades que enfrentó en sus dos matrimonios.
Los años con Rita Macedo
Cuando María de la Concepción Macedo Guzmán se casó con Carlos Fuentes, ella era un rostro identificado por el público del cine mexicano y su nombre artístico era bien conocido como Rita Macedo.
Bella, talentosa y con fama, Rita se divorció de Luis de Llano Palmer, un pionero de la televisión y padre de sus hijos Luis y Julissa, y se casó con Carlos Fuentes en 1958. Por ese tiempo, ella actuó en Nazarín, el clásico dirigido por Luis Buñuel, un hombre por quien Fuentes sentía admiración inmensa desde muchos años atrás. Por ello, no dudó en acompañar a Rita en las locaciones de Cuautla, Morelos, donde comenzó una amistad profunda con el cineasta.
A la Rita de aquellos años, el novelista la ha descrito como “una bellísima actriz de perfil mestizo, morena, de grandes ojos rasgados y pómulos altos”. A decir de muchos, formaban una pareja fulgurante y alrededor de su vida, giraba una constelación de artistas e intelectuales que no se perdían las fiestas que organizaban en su casa de la segunda privada de Galeana, en San Ángel.
“Todo mundo decía que daban unas fiestas a todo dar en San Ángel. Invitaban a toda la gente famosa de los años 50 y eran muy concurridas. También asistían las celebridades que estaban de paso. Ahí recuerdo a la actriz Candice Bergen y a John Gavin, el embajador de Estados Unidos en México, que luego hizo el papel de Pedro Páramo en una película dirigida por Carlos Velo”, cuenta Poniatowska.
La actriz Julissa, entonces una adolescente, fue testigo de primera mano de aquellos años. “Él y mi mamá se amaban mucho. Yo no veía a Carlos como mi papá, sino como un hermano mayor. Desde entonces, me convertí en su admiradora por su inteligencia y su sentido del humor, y él me apoyó en mi debut como actriz. Yo estudiaba el high school fuera de México, pero cuando estaba en el DF, ellos y sus amigos me adoptaban en plan mascota para asistir a sus fiestas, para ir a la Muestra Internacional de Cine, que entonces era todo un acontecimiento, o íbamos a Nueva York a ver estrenos. Viajábamos, pero Carlos prefería hacerlo en barco, porque entonces le tenía fobia a los aviones”.
Cecilia, “La Fuentecita”
En 1962, Rita apenas pudo filmar sólo una escena de El ángel exterminador, de Buñuel, porque su médico le advirtió que tenía un embarazo de alto riesgo. Tuvo que guardar reposo absoluto y a los pocos meses nació Cecilia. “La Fuentecita”, la llamó Buñuel.
“... Al abrazarla por primera vez yo sentí que mi cuerpo y el de ella se expresaban libremente. Padre e hija distintos, pero ambos dueños, gracias a la hermosura de un instante”, escribió muchos años después el novelista en su libro En esto creo.
Los años siguientes no fueron sencillos para el matrimonio. Él continuaba escribiendo y publicando a un ritmo impresionante, además de seguir con actividades diplomáticas, representando a México en varios países, y de incursionar en el cine como guionista. Ella buscaba continuar con sus proyectos como actriz y atendiendo a la pequeña y a sus otros hijos.
En aquellos años (1966-1967), se filmó Los Caifanes, una ovacionada película con guión de Fuentes y Juan Ibáñez y protagonizada, entre otros jóvenes actores, por Julissa.
Finalmente, vino la separación con tierra de por medio, cuando Fuentes cambió su residencia a Europa y después llegó el divorcio en 1969. “Habían tomado un departamento en Londres y después concluyeron su ciclo; el porqué, es asunto de ellos. Yo sólo puedo decir que conocer a Carlos ha sido una de las cosas más importantes que me ha pasado en la vida”, confiesa Julissa.
Cada quien siguió sus carreras exitosas. Pero la vida de Rita tuvo un final trágico cuando le diagnosticaron cáncer y ella decidió terminar con su vida en 1993, a los 67 años de edad, según informó la prensa de la época. Sin embargo, la familia sostuvo que el fallecimiento se debió a causas naturales.
Jean, un amor fugaz
En un curioso y trágico juego del destino, Rita Macedo no sería la única mujer amada por Carlos Fuentes que se decidió por quitarse la vida. La otra fue Jean Seberg, la actriz estadounidense protagonista, entre otros filmes, de Al final de la escapada, con Jean-Paul Belmondo.
Fuentes conoció a esta belleza, más admirada en Europa que en su País, en una fiesta neoyorquina en 1969. Ambos acababan de romper con sus matrimonios y tuvieron un breve pero intenso romance, según el propio escritor, cuando ambos viajaron a Durango, para que Jean actuara en el western La leyenda de la ciudad sin nombre, con Clint Eastwood y Lee Marvin.
Ella era brillante, inteligente, bella (...), estaba casada y tenía un hijo. Era una persona muy vulnerable (...), creo que la desestabilicé emocionalmente. Pero yo sólo podía estar agradecido por esos 2 meses. Muy agradecido”, comentó años después el escritor para el dijo británico The Guardian.
En 1979, Jean Seberg puso punto final a su vida, ingiriendo una sobredosis de barbitúricos después de 8 tentativas de suicidio. Tenía 41 años y a lo largo de su corta existencia, había firmado 4 matrimonios y 3 divorcios. Fuentes recordó su amor fugaz con esta bella actriz en la novela Diana o la cazadora solitaria, donde ella aparece con el nombre de Diana Soren.
Silvia Lemus: la galaxia de Fuentes
Para Carlos Fuentes, el principio de la década de los 70 estuvo marcado por una gran pérdida, la de su padre, en 1971, pero también por un encuentro fundamental con la periodista Silvia Lemus. Y en 1972 la pareja decidió casarse.
Si todas las mujeres que he querido se resumen en una sola, la única mujer que he querido para siempre, las resume a todas las demás. Ellas son estrellas. Silvia es la galaxia misma”, escribe Fuentes en el libro En esto creo, sobre la mujer que representa el amor de su vida.
Al año siguiente de su unión, nació Carlos, en París. Con él se repetiría la historia del escritor, que nació lejos de México y creció en distintas naciones. Lo mismo ocurriría con Natasha, nacida en Washington en 1974, el mismo año en que Fuentes fue nombrado Embajador en Francia.
La familia residió en la capital francesa hasta poco después de que el escritor renunció a su puesto en 1977, por desacuerdos con el presidente José López Portillo; luego viajaron por Estados Unidos, en donde él comenzó a dar conferencias y a impartir clases en universidades.
Nuestras carreras no chocan. Donde yo voy, Silvia puede seguirme porque siempre puede encontrar a alguien a quien entrevistar para su programa”, ha dicho Fuentes en Gran Bretaña, donde desde hace años la pareja posee un amplio departamento lleno de libros en el barrio de Earls Court en Londres.
Ése es su centro de operaciones durante el medio año que hasta la fecha pasan en Europa; ahí él escribe y ella planea la serie Tratos y retratos, en la que entrevista a artistas e intelectuales de todo el mundo, y que se transmite hasta la fecha en Canal 22.
Somos muy distintos físicamente. Ella es delicada, dueña chica, rubia y con unos ojos sensuales que cambian del azul al verde y al gris con las horas. Su aspecto es europeo, pero su piel es mate, con un bello fulgor oriental. Su gusto por la ropa es extremo y me deleita. La quiero porque yo soy el hombre más puntual de la tierra y ella, puntualmente, siempre llega tarde. Es parte de su encanto. Hacerse esperar”, así describe Carlos Fuentes a Silvia Lemus en el libro En esto creo, donde también revela que los une la afición por el cine, el teatro y la ópera, y algo infinitamente más íntimo: “la alegría de tener hijos. La pena de perderlos”.
Carlos, el príncipe criollo
El embajador Rafael Fuentes Boettiger, eligió el nombre de Carlos para su hijo, en memoria de un hermano menor que falleció de tifoidea a los 21 años. Ese mismo nombre elegiría el escritor mexicano para uno de los hijos que tuvo con Silvia Lemus y que lamentablemente también tuvo un destino trágico.
“Apenas empezó a caminar, [...] su cuerpo se llenaba de moretones y sus articulaciones se hinchaban. Pronto supimos la razón. Carlos, a causa de una mutación genética, sufría hemofilia, la enfermedad que impide la coagulación de la sangre”, escribe Fuentes en un emotivo texto del libro En esto creo, donde también manifiesta el profundo orgullo que siente por su único hijo varón.
El miércoles 5 de mayo de 1999, Carlos Fuentes Lemus falleció en el penthouse del Hotel Camino Real de Puerto Vallarta, asistido por Yvette, su novia, y un amigo. Un infarto pulmonar acabó con sus 25 años, en los que había sufrido otros males a raíz de su padecimiento, según explica el propio escritor: “La contaminación de las reservas sanguíneas por el virus del SIDA desprotegió a los hemofílicos, a veces por decisiones médicas equivocadas, a veces por actos de irresponsabilidad criminal de las autoridades en Europa y Estados Unidos”. Los padres de Carlos recibieron en Buenos Aires la noticia de su muerte.
El muchacho siempre tuvo una salud mermada pero mucha vitalidad. Dibujó y pintó, incursionó en la fotografía y en el cine y escribió poesía. Como dice su padre, sabía que iba a vivir poco y quería dejar un testimonio de su paso por el mundo. En vida publicó un libro de fotografías y póstumamente se editó un poemario y se montaron exposiciones con sus fotografías y obra gráfica.
La muerte de Carlos dejó en mí y en su madre la realidad de cuanto es indestructible. Vivía ya en nosotros y no lo sabíamos”, reflexiona el escritor en el libro antes citado, mientras que su hermana Natasha escribió: “...su muerte fue más bella que 2 meses en el hospital. Príncipe criollo, no hay quien no te quisiera”.
Seis años después, Natasha sería el centro de otra tragedia en la vida del escritor.
Natasha, la isla solitaria
24 de agosto de 2005. Hacia la media tarde de ese día, llegó una información desconcertante a las redacciones de los diarios que se editan en la Ciudad de México: el cuerpo sin vida de “la hija de Carlos Fuentes”, había sido encontrado en una vecindad ubicada cerca del Centro Histórico. A los pocos minutos, se reportó que era la hija de un homónimo del escritor, pero otras fuentes desmintieron esta versión.
Los reporteros y editores de las secciones culturales, comenzaron a hacer llamadas para verificar la información confusa que había salido de la fuente policiaca. En menos de una hora, la información quedó confirmada y se conocieron más detalles: se trataba de Natasha y no había sido víctima de la violencia de la ciudad. Pero los detalles continuaron fluyendo vagos y contradictorios. Algunas fuentes afirmaron que había sido hallada en Tepito, mientras que otras hablaban del Ajusco.
La Presidencia de la República emitió un comunicado en el que Vicente Fox dio el pésame a Carlos Fuentes y Silvia Lemus: “Natasha siempre habitará en nuestro recuerdo”, decía el documento, y en los días siguientes, la mayoría de los medios de comunicación informaron sobre el fallecimiento de Natasha sin dar detalles debido a decisiones editoriales internas.
La agencia Apro, de la revista Proceso fue uno de los contados medios que abundó en la información y puntualizó detalles: Según los reporteros Raúl Monge y Armando Ponce, Natasha fue encontrada en una vecindad de la colonia Morelos, cerca de Tepito. “Con síntomas de congestión visceral generalizada había ingresado al Semefo en la Delegación Venustiano Carranza en calidad de indigente”, decía la nota. Además, de acuerdo con información de la Procuraduría General de Justicia del DF, confirmada por la agencia Apro, la chica había permanecido sin identificar varios días.
Fue una niña rebotona, alegre, llena de imaginación y humor. La gran ilusión de un padre, es que su hija sea siempre una fuente de ternura y entre siempre a la sala haciendo cabriolas. Pero las fotografías se desvanecen, las gasas se rasgan, las sedas se amarillean. La primera comunión no es un evento eterno”, escribió Carlos Fuente sobre Natasha en la obra antes mencionada.
En ese texto dedicado a sus hijos, el escritor describe a su hija menor como una “isla solitaria”, a quien “le gustaba inventarse y reinventarse una y otra vez”. Natasha tenía 30 años cuando abandonó este mundo.
Pero Carlos Fuentes y Silvia Lemus no perdieron la energía ante los duros embates de la vida de los años recientes. Ella se ha ocupado de difundir alrededor del mundo la obra de su hijo Carlos, mientras que el escritor publicó un libro tras otro, exorcizando sus fantasmas en En esto creo y Todas las familias felices, escritos en las temporadas que pasa en su casa de Londres, antes de volver a su residencia de San Jerónimo en la Ciudad de México.
Mi destino fue encontrar a Silvia y convertir el mío en el suyo”, llegó a escribir Fuentes, un hombre vital e infatigable con un aura de 80 años.
Por los múltiples compromisos de sus padres,
Natasha y Carlos crecieron prácticamente solos.

Vea usted en la próxima edición de Quién, el álbum fotográfico completo de Carlos Fuentes.


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